A Mariana Carbajal ya la conocen quienes leen este diario, en el que abrió caminos en temas de género mucho antes del surgimiento de la marea verde, y lo sigue haciendo todavía. Investigó la cuestión del aborto, la violencia machista, y muchos temas relacionados con las vidas de las mujeres pero recién se interesó en la menopausia (y el climaterio) cuando comenzó a experimentarla. Llegó cruda a esa etapa de la vida que -como cuenta en su libro- “para 2025, más de mil millones de mujeres en todo el mundo habremos experimentado”. Y encontró que la mayoría “llegará seguramente a ese momento sabiendo poco y nada”. Ese fue el punto de partida de Encendidas, un viaje íntimo por la menopausia. Una guía para anticiparse y transitarla mejor, que publicó editorial Grijalbo, con diseño e ilustraciones de Yamila Murán Leiras. A través de su propia experiencia, y el trabajo periodístico que la acompañó, lleva a lxs lectorxs a encontrarse con herramientas para enfrentar los calores, la sequedad vaginal, los olvidos, entre otras novedades que a la autora le trajo el climaterio.
Este es el cuarto libro de Carbajal, que ya publicó Maltratadas, violencia de género en las relaciones de pareja; El aborto en debate, aportes para una discusión pendiente y Yo te creo hermana. Ha recibido numerosos premios nacionales e internacionales por su trabajo periodístico. En el ámbito audiovisual, en 2022 estrenó el documental Cuerpos juzgados, y también condujo la serie documental Nosotras, relatos de los feminismos bonaerenses.
Con todo ese bagaje, y unos abanicos que forman parte del diseño de tapa, Carbajal hizo con Encendidas una apuesta solidaria para brindar sus saberes, desde una cercanía a la que apela varias veces con la palabra “amiga”, para que quien la lea sepa que lejos de tirar postas, comparte una experiencia.
-Como periodista que trabajas temas de géneros desde hace tantos años, ¿cuándo te cruzaste con la menopausia como tema como tema de investigación?
-Cuando empecé a transitarla. Sinceramente, lo que me pasó fue que empecé a tener estos signos corporales. No sé si empecé con las los sudores nocturnos, fue una señal. Me despertaba transpirada, todo empapada a la noche, pero no había hecho calor y yo no lo asociaba. Pensaba que eran hechos aislados y después empecé a sentir que no me humectaba bien como lo hacía siempre cuando me excitaba teniendo sexo, y empecé a hacerme preguntas. ¿Qué me está pasando? Para mí fue como un tsunami y empecé a preguntarle a mi ginecóloga, que me orientó bien, pero ya sobre los hechos consumados. Yo creo que lo que lo que sentí cuando yo empecé a transitar la menopausia. Bueno, en realidad la menopausia es un día, pero uno habla como un periodo, porque eso también lo desconocemos. En realidad, la menopausia es el día que pasó un año desde que dejaste de tener la última menstruación. En mi caso, como yo tengo puesto un DIU hormonal, como consecuencia de eso hacía bastante tiempo que no menstruaba, entonces no me di cuenta con esa señal. Ahí le empecé a preguntar a mi ginecóloga, ella me ratificó que debía estar entrando a la menopausia, me dijo que son cambios normales y me empezó a ofrecer la terapia de reemplazo hormonal. Yo me acordaba de que se había hablado de estas terapias, y se las había demonizado. Bueno, empecé a investigar y lo que me pasó fue que dije: esto es otra gran injusticia patriarcal.
-¿Y a qué atribuìs ese silencio y desconocimiento?
-No hablamos porque tiene estigma, porque es reconocer que estamos envejeciendo con todo el peso que significa para nuestra sociedad gerontofóbica, que realza la juventud, porque tenemos que estar espléndidas para las redes sociales y para nuestra vida. Sentí la sensación de llegar a ciegas, y que hubiese sido bueno tener más información, y llegar más preparada para que el palo que me estaba dando no fuera tan fuerte. Sentí que lo tenía que compartir con otras mujeres, porque esto seguramente les está pasando a muchas, lo estaban viviendo en silencio y es muy injusto.
-¿Encontraste historias similares a las tuyas?
-Empecé a preguntarle a mujeres que tenía cerca y que no todas eran amigas, pero me las cruzaba en el gimnasio o en el club o en algún evento o en alguna situación o donde fuera, sacaba el tema, me encontraba con lo mismo. Con la resistencia a hablar, con el desconocimiento, con que sus médicas o médicos no les habían dicho nada, que tenían dolor al tener relaciones sexuales con penetración y nadie les había ofrecido ni un gel local, ni colocarse un óvulo semanal, como sí mi ginecóloga me dijo que hiciera, preventivamente, para no tener esa consecuencia que hoy tienen. Entonces, sentí que no estaba ni hablado ni tan escrito, aunque en redes sociales uno encuentra influencers que están poniendo el tema en agenda, pero que no es un tema tan coloquial para las mujeres de nuestra generación, incluso algunas me decían que ni siquiera con sus amigas hablan del tema. Que apenas sale como una broma y se cambia de tema. Eso fue lo que me motivó. Tuve una necesidad hasta visceral de contarlo.
-Justamente, en este libro apelás a la primera persona, que no es lo que hiciste en tus libros anteriores ni hacés, en general, en tu trabajo periodístico. ¿Fue una sugerencia de la editorial y lo quisiste hacer vos?
-Sentí que le tenía que hablar a las otras mujeres y que para poder hablar de este tema tenía que contar mi propia intimidad, porque si estoy observando que no nos animamos a contarlo porque nos da vergüenza, porque sentimos que todavía la palabra menopáusica suena a insulto y es una descalificación, tenía que ser yo la que se animara a contarlo en primera persona y en un tono de de confianza, de “amiga mía”. Por eso apelo a esta primera persona y a esta cercanía, porque creo que el tema lo amerita. Amerita que yo te cuente lo que a mí me pasó. No todas vivimos la menopausia y el climaterio de la misma forma, eso también lo aprendí, porque yo pensaba que a todas nos pasaba lo mismo y pude averiguar que incluso hay diferencias entre culturas, hay diferencias entre lo que le pasa a mujeres de distintos países, puede haberlas de acuerdo a lo que marcan pocos estudios que existen, porque incluso desde la academia se ha investigado muy poco.
-¿Te propusiste hacer una guía para quienes la van a transitar que se basara en tu propio itinerario?
-Me pareció que ese tono de cercanía me iba a permitir entrar a esa cotidianidad de mujeres que por ahí todavía no se animaban o no lo habían problematizado, porque sentían que no había una escucha o alguien que estuviera del otro lado para compartirle su su recorrido y yo aclaro que este es mi recorrido. Creo que no hay una sola receta, y eso es lo que queda claro a partir de todo lo que investigue, todo lo que me contaron, todo lo que consulté, porque aprovechando que soy periodista pregunté mucho y busqué especialistas de distintos ámbitos. Cada cual tiene que encontrar la receta que mejor le calce, pero lo que hay que saber es que hay respuestas y que hay alternativas y que a pesar de que es un proceso natural y que no es una enfermedad, algunas sí necesitamos acompañamiento, que puede ser terapéutico, para transitar estos cambios con expresiones tan notorias que afectan a nuestra calidad de vida. Y hay distintos abordajes, yo puse un poco más de la medicina más tradicional en el sentido de de alopática, pero también me acerqué a la homeopatía, escuché distintas a distintas voces que me ayudaron a encontrar mi paquete de primeros auxilios.
-En este recorrido, vos utilizas y reivindicas las terapias de reemplazo hormonal.
-Consulté a especialistas médicas, que se han formado y también he leído de Argentina y del exterior, y es cierto que hubo una mala comunicación de un estudio, en su momento, que la demonizó, porque la asociaba a incrementos de cáncer y otras dolencias para las mujeres. Pero había sido mal leído, porque la muestra era con mujeres más grandes, de más de 60 años, en su mayoría con patologías. Después de hacer mi propia investigación, mi terapia de reemplazo hormonal es un gel de estradiol en el brazo todas las noches, más un óvulo semanal local vaginal, más el DIU hormonal que todavía lo tengo, que tendré por un año más, por su duración.
-Uno de los signos corporales de los que menos se asocian al climaterio es el insomnio…
-Me despertaba empapada y esto me cortaba el sueño, después me costaba dormirme y eso me complicaba después el resto del día. Ahí consulté y empecé a tomar unas gotitas homeopáticas a la noche de Pasiflora, Melisa y otros componentes naturales. También recogí esto de muchas mujeres que empiezan a dormir mal y por supuesto, al día siguiente no rendís de la misma forma, tenés mal humor o irritabilidad. Tiene que ver con la calidad de vida, pero estamos acostumbradas a soportar.
-¿Cuáles son las cosas que se supone tenemos que soportar?
-Nos vamos acostumbrando a todos esos signos. Que tenemos menos lubricación, entonces, te puede doler y recogí testimonios de muchas mujeres que habían dejado de tener relaciones con penetración, no porque no quisieran sino porque les dolía y eso me pareció muy doloroso en términos personales y me parece muy injusto también. Les preguntaba, ¿tu médica no te sugirió nada? ¿Cuánto hace? Y me decían que hacía como cinco años que habían decidido no tener, porque le dolía, y cuando estaban en pareja, a veces tenían igual, pero les dolía. Cuando eso te afecta en tu vida más íntima, te afecta también en tu autoestima. Eso me parece súper injusto.
-¿Y ese desinterés ya sea médico pero también social, a qué lo atribuis?
-También el libro aborda que las mujeres somos vistas como madres, una vez que dejamos de tener capacidad reproductiva nos convertimos en descartables para la sociedad, que ya nos mira como viejas, como objetos en desuso, para el descarte. Y eso me parece súper injusto, porque hay todavía esa narrativa en torno a la menopausia y en cuanto a las políticas públicas, ni siquiera entramos. Hoy estamos en un contexto en que las políticas públicas están demonizadas por el propio gobierno, pero cuando eso no ocurría, sacamos del closet a la menstruación, desde los feminismos empezó a hablar de la necesidad de políticas públicas para garantizar los insumos menstruales para aquellas mujeres o personas menstruantes que no tuvieran acceso a esos insumos, pero no metimos en la agenda todavía a las mujeres durante el climaterio como sujetas de derecho a la salud. Incluso, hay pocos países en la región en los que se ha avanzado y tampoco son políticas demasiado establecidas. Acá en Argentina, se presentó un solo proyecto, el año pasado, por primera, que lo presentó la diputada María Rosa Martínez en Diputados, y que apunta a crear un programa nacional y a que los médicos y médicas tengan capacitación, que el tema se incluya en la educación sexual integral, para que se conozca lo que pasa pero todavía estamos excluidas del interés como sujetas de políticas públicas. Parece que sólo interesa mientras somos seres con capacidad de ser madres y después quedamos fuera del discurso, fuera de las políticas y fuera incluso del mercado del amor.
-Esa es una cuestión que en tu libro aparece como muy importante, pensaba que no todas las mujeres están incluidas en ese mercado antes de la menopausia, pero parece como una pérdida la exclusión del mercado del deseo, al que sí accedían antes.
-Hay algo de eso también que aparece muy fuerte en los relatos de las personas con las que yo hablé. Esa sensación de sentirse que ya no sos mirada, y si bien es la mirada del otro, pero si uno está en sociedad, tenés esa sensación, porque además, este relato estigmatizante de la menopausia lo que hace es habilitar a los varones a buscar mujeres jóvenes, de alguna manera, nosotras somos las descartables o las descartadas, mejor dicho y y todo eso lo sentí como una gran injusticia, no como otra injusticia que desde los feminismos tenemos que que dar vuelta desde las narrativas, desde el reclamo de políticas públicas, desde ponerlo en primera persona y contarlo y animarnos y sacarnos la vergüenza.