La renuncia a convocar elecciones por parte del presidente del gobierno catalán, Carles Puigdemont, fue recibida ayer con esperanza pero sin gran entusiasmo en la plaza de Sant Jaume de Barcelona, donde varios cientos de independentistas escucharon el discurso del mandatario.
“Yo estoy esperanzado. Se ha jugado una partida de ajedrez, hemos movido muy bien las piezas y el Estado español ha actuado de la manera previsible”, analizó Joan, un ex empleado de banca de 42 años. “Desde aquí, hemos intentado el diálogo hasta el final, pero el Estado español se ha mostrado intransigente como siempre”, añadió, arropado también por una estelada (bandera de la independencia catalana) y tocado con una barretina, el gorro del traje regional catalán. “Mañana (por hoy), el Parlament declarará la independencia seguro, sin duda”, prosiguió, convencido de que el Parlamento catalán aprobará por mayoría la declaración de independencia que podría proponer Puigdemont.
A primera hora del día parecía que Puigdemont estaba dispuesto a convocar elecciones y renunciar a la independencia, para intentar evitar que el Ejecutivo central intervenga la autonomía de Cataluña y les destituya a él y su Govern.
Puigdemont intentó al parecer lograr durante toda la jornada que el gobierno de Mariano Rajoy le garantizara que, en caso de elecciones, frenaría las duras medidas que tiene previsto aprobar hoy el Senado español. Finalmente el president descartó convocar comicios y dejó abierta la puerta a una posible declaración de independencia.
“La verdad es que no he oído muy bien lo que ha dicho, pero estoy un poco más esperanzado que esta mañana cuando parecía que iba a ver elecciones”, señaló Pol, un estudiante de Administración de Empresas y Turismo de 18 años, desde la plaza en la que se encuentra la sede del gobierno catalán.
“Con lo que ha dicho ahora Puigdemont, recuperamos un poco la confianza que habíamos perdido esta mañana”, prosiguió Pol al saber ya que no habría convocatoria electoral. “Esta mañana, no hemos entendido la opción de las elecciones”, añadió con la espalda cubierta por una estelada (bandera soberanista). Tanto él como Joan confían en que se declarará la independencia unilateral, aunque Pol mostró dudas de que tenga “los efectos de una independencia real”.
“Yo estoy orgullosa de que Puigdemont lleve adelante el mandato del pueblo y de tener un político que escuche el mandato del pueblo”, dijo Ángela, una técnica de iluminación de 50 años. que asegura que ahora es el Parlament que tiene que hacer efectiva la república catalana. “Yo no perdí la esperanza y quise esperar hasta que Puigdemont hablara porque convocar elecciones no era el mandato del pueblo”, añadió, con una sonrisa y visible satisfacción.
“¡Pero que se decida algo! ¡O lo uno o lo otro!”: una mujer pedía ayer claridad en las calles de Barcelona. ¿”Alguien sabe lo que ha decidido?”, preguntó un hombre también deconcertado tras el discurso del máximo mandatario de Cataluña.
El discurso de Puigdemont se escuchó en la plaza de Sant Jaume a través de un altavoz y fue recibido con aplausos y algunos vítores. Nada pareció demasiado claro ni demasiado satisfactorio para los centenares de personas que se concentraron por la tarde frente al Palau de la Generalitat, sede del Ejecutivo catalán, para escuchar a Puigdemont en medio de una enorme expectativa.
Entre los presentes no se desató la euforia, quizás como señal de cansancio en una jornada de rumores cruzados y cambios de última hora para la comparecencia de Puigdemont y ante la incertidumbre de lo que ocurra en las próximas horas en el Parlamento regional.