Algunas categorías ideológicas han vuelto al ruedo en los últimos meses. Quizás solo discursivamente, pero de eso estamos hechos, además de sangre, piel y huesos. Ese regreso es controvertido, polémico. No vuelven iguales, no significan lo de otrora.

Hace casi noventa años, en Europa pero principalmente en España, no fueron un discurso vacío, sino que explicaban un conjunto de valores por los cuales muchos decidieron jugarse la vida. Y así fue que muchos miles y miles le pusieron el cuerpo y encarnaron las ideas del comunismo, el anarquismo, el fascismo, la dictadura y la democracia. Y las de la libertad, que hoy subyuga como siempre, aunque quizás se acerque más que nunca a un autoengaño, a una convenientemente negada servidumbre voluntaria muy bien disfrazada a golpes de likes y otros estímulos más cercanos al hedonismo que al sacrificio.

Algunos dicen que la Guerra Civil Española fue la última guerra romántica. Quien lo sabe, aunque en principio es un adjetivo que jamás se me ocurriría emplear para una conflagración armada, encima entre compatriotas. Algún día contaré la huida de mi abuelo materno como polizón desde un puerto de Galicia, al poco tiempo del golpe, para que no lo incorporaran forzosamente al bando franquista. Hoy quiero contarles de los que fueron de acá para allá, decididos a empuñar un arma o para acompañar en los frentes a los soldados. Hace unos días me encontré con un gran amigo, el historiador Ernesto Sommaro, que se ha especializado en el tema, escribiendo en colaboración los libros “Voluntarios argentinos en la guerra civil española” y “Voluntarios judeoargentinos en la guerra civil española”.

Ernesto es un auténtico apasionado del siglo XX. “En aquella época acá estábamos muy europeizados, latíamos al compás de la Madre Patria. Cuando se produce el golpe, muchos comprendieron que allí se jugaba el futuro de Europa. Y no se equivocaban porque fue la antesala de la Segunda Guerra Mundial. España fue un auténtico laboratorio de experimentación ideológica y política. Y por supuesto de tecnología militar. Las fuerzas en disputa estaban muy parejas, y estaban metidos todos los que se te pudieran ocurrir: anarquistas, comunistas, socialistas, fascistas, monárquicos, liberales. Por otra parte, en ese momento también en Argentina había fascismo en el Estado, era la década infame, apenas unos años antes habían volteado a Yrigoyen. Y muy especialmente se sumaron a la República muchos que ya habían luchado en distintos países europeos contra el naciente fascismo y se sentían llamados a librar esa batalla por la democracia y la libertad. Esto es clave: comprender que iban a luchar por sus ideas para luego volver, no iban por dinero, los que fueron tenían vida en nuestro país.”

Le pregunto sobre el aporte de voluntarios marplatenses: “Fueron más de cuarenta mil voluntarios internacionalistas, desde Haití a los países árabes, del lugar del mundo que se te ocurra. Se estima que de Argentina, fueron a luchar unos mil cien. No hay que olvidar que en los años ´30, Mar del Plata era una ciudad pequeña, y los nacidos o criados en nuestra ciudad eran muy pocos. Hoy en día, solo quedan con vida unos pocos que migraron hacia Argentina cuando apenas eran niños. Hace veinte años logramos hacer algunas entrevistas, muy pocos todavía sobrevivían. Uno de ellos fue Bernardo Llompart, quien había nacido en Buenos Aires y emigró a España de pequeño. Fue cabo sanitario en el frente de guerra, y al regresar se radicó en Mar del Plata. Y militó la causa republicana hasta su muerte en 2007, a los noventa y cinco años. Otro fue Italo Grassi, un reconocido artista plástico de nuestra ciudad, quien probablemente haya sido el primer muralista local. Nos contó que un compañero se inscribió con él para ir como voluntario luego de un acto republicano en el puerto. No era fácil entrar al país, se desembarcaba en Francia, y luego por tierra. Setenta años después se lamentaba de que él no hubiera sido aceptado porque la guerra estaba muy difícil, y en cambio sí aceptaron al otro por tener conocimientos sanitarios. Se trataba de Emilio Cairó, un militante comunista, y viajó en 1937 llevando a bordo una ambulancia y cientos de cajas de medicamentos costeados por suscripción popular, en el marco de las colectas de apoyo al bando antifascista. Se desempeñó como enfermero en Madrid, y al finalizar la guerra estuvo en los campos de refugiados en territorio francés y logró regresar para trabajar después en la Previsión Médica Obrera en Buenos Aires". 

"Otro marplatense que hemos podido detectar fue Adrián Ponce, quien estaba casado con una marplatense y trabajaba como guardavidas en la Pileta Giaccaglia en la Playa Bristol y en el Club Mar del Plata, codeándose con la oligarquía. Viajó con su esposa y sus dos pequeños hijos y se instalaron en Madrid. Fue herido por una granada en el frente de guerra y fue ascendido a sargento en solo cuatro meses, destacándose por su valor. No hemos logrado saber qué fue de su vida después de eso. Creemos que tiene que haber algunos más, pero en el relevamiento no los hemos podido detectar”.

Le pregunto sobre impacto de la guerra civil española en nuestra ciudad: “Durante la guerra, en Mar del Plata se hacían actos y diversas movidas para apoyar solidariamente a la República. Y también en la zona, como muestra esta foto” –dice mientras me la arrima. “Allí se ven a los trabajadores de la papa enviando en un vagón de tren parte de su producción para alimentar a las tropas. Dionisia era el nombre de la estación ferroviaria de la cercana localidad de Comandante N. Otamendi, zona papera por excelencia”.

¿Y al finalizar? “Muchos creían que cuando se ganara la Segunda Guerra, el mundo libre le quitaría apoyo a Franco, pero no ocurrió porque el enemigo había pasado a ser el comunismo. Pero nunca dejó de haber apoyo a las víctimas, a los que combatieron, a los exiliados y a los que padecieron los cuarenta años de franquismo allá. Sin ir más lejos, el Centro Republicano de Mar del Plata es el único que todavía continúa activo en nuestro país”.

Se vuelve muy difícil explicar aquella época a las nuevas generaciones. Algunas palabras ahora tienen un revival, pero no tienen el espesor de antes. Se asemejan a sombras chinescas, son un mero artificio. Palabras que se sostuvieron con acciones, con cuerpos, con vidas, ahora son vaciadas de contenido, o distorsionadas operando como una burla. Si durante el siglo XX adquirieron un tinte de tragedia, actualmente se repiten como si se tratara de una comedia bufonesca. Se habla de ser anarco libertario desde las antípodas del anarquismo cuyo principio rector era la abolición de la propiedad privada, se habla de libertad desde un avasallamiento a la democracia y propiciando dejar al zorro adentro del gallinero matando una por una a las aves ilusoriamente libres, se propone a un fantasmático comunismo –que casi no existe como tal en ningún rincón del planeta- como enemigo del planeta.

Y todavía anda por ahí la gesta derrotada de la República Española produciendo sentidos, aunque sus protagonistas hayan pasado a mejor o peor vida hace tiempo, mostrando mucho de lo mejor del siglo pasado. Elijo creer que aún resuena en algunos: “que la tortilla se vuelva, que los pobres coman pan y los ricos, mierda, mierda”.

¿Habrá jóvenes que hoy quieran conocer un poco de aquellas épocas para comprender mejor el presente?