Cada lectura de todo lo que escribió Gabo siempre ha sido una aventura para mí. Empiezo de una manera y termino de otra, después de tantos ida y vuelta.
Gabo contaba que antes de empezar un libro estudiaba las diez primeras páginas –fundamentales para él, tanto la primera como las diez siguientes– de todas las obras que podía, empezando, claro está, por Kafka.
Este libro, en otro sentido, también empieza de forma sorprendente. “La pérdida de memoria que sufrió nuestro país en sus últimos años fue, como es fácil imaginar, muy difícil para todos nosotros”. Para mí, un sentimiento particular fue darme cuenta de que los dos autores del Prefacio son aquellos dos que fueron los chicos que conocí con Gabo, en Cuba, ahora adultos. Recordé que sus nombres eran los mismos con los que firmaron el texto: Rodrigo y Gonzalo García Barcha. Este es el apellido de Mercedes, la simpática esposa de Gabo.
Llegó el sentimiento de tristeza, de imaginarlo perdiendo la memoria y sufriendo por ella. “La memoria es, al mismo tiempo, mi materia prima y mi herramienta. Sin eso no hay nada”, afirmó.
Rodrigo y Gonzalo dicen que Nos vemos en agosto fue el resultado de un último esfuerzo por seguir creando contra viento y marea. El esfuerzo fue una batalla entre el perfeccionismo del artista y sus facultades mentales en declive. Es triste imaginar este proceso. Él mismo llegó a decir: “Este libro no sirve. Debe ser destruido”.
El propio hecho de que se publicara diez años después de su muerte y este tipo de declaraciones suyas confirma que su publicación fue un problema, ya existía la duda. La decisión de publicarlo a 10 años de la muerte de Gabo fue una circunstancia que ayudó a resolver el dilema. “Si los lectores celebran el libro, es posible que Gabo nos perdone”, concluyen sus hijos. Lo celebro.
Recuerdo que Gabo comentó que este sería un libro de unos cuatro cuentos. No estoy de acuerdo si confesara si los temas serían los mismos.
Finalmente, el libro tiene a Ana Magdalena Bach como el personaje que vive todos los amores y desagrados que se suceden a lo largo del libro. Es un libro breve, acompañado del Prefacio infantil y de la laboriosa edición de Cristóbal Pera y páginas de facsímiles, que permite ver cómo Gabo escribía, corregía, garabateaba, hasta la versión final.
Mis sentimientos sobre el libro cambiaron a medida que lo leí. Primero, esperar la fecha mágica del lanzamiento mundial del libro. Entonces -y apresuradamente- se dijo que no sería una de las grandes obras de Gabo. Las expectativas que siempre son muy altas cuando empiezas a leer uno de sus libros chocan con la forma concreta en la que comienzas cada libro.
Pero, poco a poco, la escritura de Gabo nos conquista, nos cautiva, nos identificamos con la vida y los amores de Ana Magdalena y los demás personajes. Nos embarga la sensación de que leer un libro de Gabo es siempre una aventura, siempre apasionante.
Léelo, vale la pena, disfrútalo. Lástima que sea el último. Verano es por qué agosto, por la isla a la que siempre vuelve Ana Magdalena. Y por qué García Márquez sigue siendo insuperable.