Nahuel Guzmán transmite por las redes sociales, íntegramente, cada minuto de cada una de sus conferencias de prensa en Tigres, el equipo mexicano en el que juega desde 2014. Aquello, que podría ser pensado como un mero recurso tecnológico es, en realidad, una búsqueda por exponer cualquier diferencia entre lo luego publicado y lo realmente dicho. Así vive el Patón, un hombre que le ofrece valor a cada palabra, que piensa y que se piensa, que juega fuerte si tiene que hacerlo y que se anima al debate.

Nahuel Guzmán, también, es parte del staff permanente de la Selección Argentina y, como tal, desanda el camino de la tan extensa y afamada veda ante la prensa, una medida que tomó el plantel luego de que el relator Gabriel Anello acusara a Ezequiel Lavezzi de fumar marihuana en la concentración. Luego del triunfo en Ecuador, los futbolistas inician un nuevo proceso en su relación con el periodismo, pero, claro, las cicatrices siguen ahí, intactas. El arquero rosarino decide explorar esa instancia sin buscar culpables, mirando de un lado y del otro de esa grieta. Guzmán construye desde ese lugar.

-¿Cómo te llevás con lo que decís y con lo que se dice que decís?

-Cada día es más complicado que se publique el verdadero sentido de lo que uno dice, por eso transmito todas mis conferencias. Porque lo más fácil de todo es sacar de contexto una declaración para armar un título. Me ha pasado. A todos nos ha pasado. Por mi parte, acá en México, he discutido con Mediotiempo, porque el título dice una cosa y la nota otra. Porque no se contextualiza. Es algo de todos los días.

-Las redes sociales son la herramienta para transmitir y, a la vez, las que viralizan las noticias falsas o parcialmente falsas...

-Sí. Uno ve mucho a chicos que están muy pendientes de las menciones en Twitter, de la foto del diario, y eso los perjudica. Por mi parte, tomé la decisión de no consumir nada. Me limito a leer los medios después de cada conferencia de prensa, por lo que te decía. Porque ya viví dónde te pueden poner, para bien o para mal. Los golpes se reciben siempre de la misma manera, sólo que a veces uno puede ser más susceptible.

-¿Y eso te puede afectar adentro de la cancha?

-A muchos les afecta. Te genera una presión que se multiplica a la que vos ya tenés en el club y a la autoexigencia. Cuando sos más grande, como en mi caso, aprendés a que no te lastime, pero termina por dañar a la familia y por ahí te toca. Si hoy dicen algo de mí, mi mamá me manda la nota. Al final, hay que blindarse porque las redes, de este lado y del otro, se han convertido en una carnicería.

-¿Cómo te blindás?

-Hoy no tengo ni habilitadas las menciones de Twitter. Y me prometí no mirarlas. Logré que no cualquiera me pueda bardear. Y puede parecer poco, pero es un montón que no venga cualquier boludo y me putee gratis. No tiene sentido. He llegado a discutir con tipos con 15 o 20 seguidores, que te mencionan para llamar la atención. Y perdés tiempo de tu vida. En un punto, me pregunté si quería perder tiempo de vida ahí. Igual, vas a mirar una cosa y un enlace te lleva a otro y terminás en el video de un periodista puteando a un jugador de la Selección. Es tremendo cómo te lleva. Hay un bombardeo muy jodido con la información.

 

-La veda en la Selección es lógica desde el punto de vista de lo que se dijo. Sin embargo, a veces se uniforma al periodismo como un ente general y resulta un poco injusto...

 -Sí, es cierto. Es que es difícil hacernos entender a los jugadores que no son sólo programas de panelistas que se bardean a la tarde. Y que hay otras aristas, que tienen menos repercusión, tal vez, pero que son igual de válidas o más. Creo que, como a todos, siempre nos llega lo peor. Y ahí se complica.

-¿Por qué los mejores jugadores cada vez hablan menos?

-A veces dejar de hablar es una manera de dejar de tener que defenderte todo el tiempo. En el caso de jugadores de Selección, es eso: parece que te tenés que defender. Que no alcanza con lo que hagas en la cancha. Que eso parece secundario. Que hablan si uno no sale, que si uno no se queda concentrado, que esto, que lo otro. Nunca podés convencer. No alcanza con el fútbol. Y, a decir verdad, hay muchos pibes no tienen ganas de jugar en otra cancha que no sea la del fútbol. Que no quieren defenderse más que con su fútbol. Que están cansados de eso. Y, a la vez, lo que más quieren los chicos que van a la Selección es ganar. Son pibes que son todos ganadores. Que te discutan eso es arrancar para el culo. Es arrancar una relación y poner en duda si uno quiere a la otra persona. Este grupo se muere por ganar.

-¿Cómo se articula, entonces, la nueva relación con la prensa?

-Tal vez haya que sumar espacios en la periferia. Tenemos que generar otras cosas, ustedes y nosotros. A lo mejor, yendo por otros lados encontramos otras miradas. De parte nuestra, es necesario entender eso. Tenemos que comprender los intereses de cada uno y esforzarnos. Hay chicos que están muy golpeados. Y no digo que sea resentimiento, pero es difícil sentirse chivo expiatorio. Es complejo regenerar esas heridas. Pero ya lo dijo Leo (Messi), necesitamos estar todos juntos de cara al Mundial. Es un laburo que hay que comenzar. Tal vez nos haga aprender a todos un poco.

 

-¿Ponerse el cassette es una manera que el jugador tiene de defenderse y no decir nada?

-Puede ser, eh. Es que a veces son siempre son las mismas preguntas. Uno como que se ve obligado a refritarse. Tenés que repetir y repetir. Y te das cuenta, eh. Los medios que están en vivo te repiten una pregunta de otro porque no estaban en vivo. Es así. Y está bien, porque el que no te quiere responder nada, en cinco minutos te saca siete preguntas y listo. Pero no dice nada. Y también se trata de no estar declarando como un autómata y que estén esperando a ver si te equivocás en alguna frase y puedan armar un lío. Si se abre el juego para hablar, por ejemplo en la Selección, tenemos que exponer otras inquietudes. Nosotros también.

-Entonces, mejorar el nivel de debate es tanto responsabilidad del periodismo como de los propios futbolistas...

-Es que hay un montón de chicos que tienen cosas para aportar, pero como no se los consulta, a veces eso se pierde. Hay mucho para exponer y para construir. Nosotros también vemos programas en los que se analiza el juego o se cuentan historias que nos parecen interesantes. Está claro, ser profundo no paga. No vende. Si hasta ves a programas interesantes a los que cambiaron de horario para poner formatos de debate y discusión. Sobre la Selección, lo que te puedo decir es que hay un intento de acercarnos y vamos a tirar todos para adelante. Ese es el mensaje hoy. El Mundial es una buena manera para cambiar esto. Para abrirnos y crecer.

-¿Es arriesgado salir a decir cosas?

-Y... En el fútbol pasa eso. Pero me pasa adentro de la cancha, donde mi estilo parece arriesgado y, si algo me sale mal, entonces Guzmán se mandó una cagada por ser así. Ahora, si sale bien, son todos aplausos. Hay un relato muy lindo que me mandaron antes del partido con Ecuador, de Matías Bárzola, que dice “hoy sé que en tus manos habrá un caramelo o puñal, para agradecerme o para asesinarme”. Y sabés, es así. Hasta ayer, la Selección estaba sufriendo para ir al Mundial y al otro día ya era candidata a ganarlo. Hay algo que no está bien. Hay que instalar una idea y trabajar es el combate. Eso es más largo. Encima, la gente escucha todo y si vos les ofrecés puñales, aunque no se den cuenta, los van a usar.

-Hablabas de tu estilo adentro de la cancha y se parece bastante al que ejercés día a día. ¿Por qué arriesgar?

-Es que, como hay tanta cautela, termina llamando la atención el querer jugar en otro terreno. Vamos al caso de Pelota de Papel, el libro en el que un montón de jugadores y ex jugadores escribieron cuentos. Eso llama la atención porque en todos lados se dice prácticamente lo mismo y Pelota de Papel sale de lo común.

-¿Y cuál es el equilibrio, adentro y afuera de la cancha, para que una gambeta cerca del arco salga bien o salga mal?

-¡Qué sé yo cuál es el equilibrio! Es tratar de ser lo más auténtico posible. Se trata de eso. Capaz que a mí me cuesta más que el técnico me diga que la tire para arriba, porque no es lo natural mío. El equilibrio es ser auténtico. Después hay ciertos límites, porque es un juego, pero hay intereses. Es fácil decir “divertite” y “jugá”, pero también existen las presiones, las de la gente, la linda presión de la familia, la de los medios y las del fútbol en general. Todos hemos intentado divertirnos. El que pateó alguna vez la pelota trata de divertirse. Eso es así.

-¿Ser profesional en el fútbol es, como decía Ernesto Guevara, endurecerse sin perder la ternura?

-Sí, es probable. El fútbol es el juego más lindo, según mi percepción. Y es un poco la frase del Che. También hay que bajarle un cambio a las exigencias del contexto. Porque los entrenadores no pueden durar cinco partidos. Eso no le hace bien a nadie. Ni a los equipos en cuestión, sea o no sea el entrenador indicado el que están despidiendo.

-Ese estilo aparece, también, cuando enarbolás consignas políticas. ¿Tiene un costo posterior eso?

-El costo es, primero, el prejuicio y, después, la crítica. En cada situación hay un lado que te acompaña y otro que no. Es político y te pueden estigmatizar. Pasa con lo deportivo. Hay gente que estará de acuerdo con tu estilo y gente que no. En Newell’s me pasó y me la tuve que bancar y convencerlos. Claro que cuando involucro a un tema político, la crítica puede ser más fuerte y más si en el medio queda gente que no está de acuerdo con mis ideales. Sé que tal periodista o tal diario me va a tratar de determinada manera y lo tengo en cuenta para procesarlo. Estamos en un ambiente en el que llevar el pañuelo de Madres de Plaza de Mayo en la camiseta te hace discutir con la gente. Me ha pasado que vinieron tipos a decir que no querían que lo llevara en la camiseta del club. Si todos significamos cosas... Si eso es lo que yo creo, de principio a fin, ¿por qué no lo voy a expresar?

-Hace poco bajaste del avión en el que venías a la Selección con una remera que se preguntaba por Santiago Maldonado... 

-Es que hay reclamos que son naturales y son de todos. ¿Qué me importa lo partidario? Yendo al caso de Santiago, me sorprendió y me entristeció la reacción de un sector de la gente. Me produjo una amargura muy grande lo que vi en algunos comentarios. Pensé que nos íbamos a preguntar qué pasó con el pibe de otra manera. Tenemos que tener sentido común. El otro día hablaba con un amigo sobre el caso y sobre qué hacemos. Y él me decía que es importante que dejemos los egoísmos y que estas cosas nos toquen siempre. Que nos duelan y que estemos más juntos. Si no compartís el dolor con los otros, te encerrás. Y si te encerrás, te llevan puesto.