“Seducir con la música y el baile” dice Chocolate Remix, reggetenorea y productora musical que habita el under porteño desde hace veinte años. Llegó de Tucumán cuando todavía resultaba una rareza que alguien que no fuera varón pudiera ser expresión de un género con letras que hoy son leídas como machistas. Sin embargo, se dejó seducir por el ritmo y entró al juego: “Si lo que propone el género es que haya un escenario con bailarinas en culo, entonces hagámoslo”, eran tiempos de plena efervescencia feminista.
Con audacia, se subió a los escenarios a través de una performance propia y letras que estaban muy lejos de la “gasolina” que explotaba en las pistas a principios de los 2000. Era una lesbiana que movía el culo, hacia patinar la “r” y venía a proponer un reggaeton feminista. La tarea no iba a ser sencilla: si las bailarinas acompañando a varones en los escenarios se leían como una clara cosificación de la mujer, Choco entró en la batalla para decir que el problema no era la poca ropa.
“Estar en tetas era político pero estar en culo no estaba tan claro. Para mí justamente tenía que ver con proponer otro punto de vista al respecto. Cuando era chica, a mí me atraía un montón prender la tele y ver los videos de Proyecto 1. De pronto había gente bailando super erotizada, haciendo pasos re sexuales, tal vez quienes lo hacían no lo pensaban de una manera política”, dice. Y tampoco es que todo tiene que ser político, también puede ser sencillamente placentero.
Hoy con 38 años, vive en La Boca y tiene un home estudio en su casa, donde produce gran parte de sus canciones. Su último single se llama Otario, un juego bien incisivo con la palabra libertario: “De este lao' de la grieta explotan cumbia, culo y mil tetas. Sos una marioneta que nos quiere ver quietas. Estás cabrón porque aquí todavía hay fiesta y eso te molesta”, dice la primera estrofa de la canción. Parte del videoclip para el lanzamiento fue grabado el 20 de diciembre de 2023, en medio de un enorme despliegue policial que inauguraba el protocolo de Patricia Bullrich.
El sur de la ciudad la conecta con un universo de artistas callejeros desconocidos que se pueden encontrar en cualquier esquina a bailar y a cantar: “Hay algo con la música que se puede hacer de cualquier manera, se puede hacer con lo mínimo. Me refiero a que vos te pones a golpear un tacho en la calle y se arma. Y creo que en este momento la gente quiere pertenecer y sentirse contenida en algún espacio y eso se puede lograr con la música, el baile y la fiesta. Que además es muy accesible”
El acceso a la cultura está por el desguace que impone el gobierno en todos los organismos que la promueven ¿Cómo te ves en este momento y por dónde crees que tendría que ir el proyecto de Chocolate Remix?
--Está muy difícil la proyección de acá a la semana que viene porque lo primero que está captando la atención es la supervivencia. Hay un ancla en mi laburo que es la fiesta y la convicción de que eso no lo van a arrebatar. La fiesta ha estado disponible en los malos momentos, en situaciones de miseria una de las cosas que te pueden sacar a flote es el encuentro y el goce. El reggaeton tiene eso y además no podés separar la música y el baile, no podés decir qué es primero y eso puede ser una gran trinchera.
Las letras de tus canciones, además de convocar a la fiesta y el baile, tienen un profundo sentido político y eso también seduce ¿Que te interesa de esas letras que componés?
--Siempre me propuse no hacer ninguna canción que mi mamá no entendiera. No es que le pregunto si la entendió o no. Pero yo sé que, hace seis años, si yo usaba la palabra “patriarcado” mi mamá no iba a saber de qué estaba hablando. Ese norte está. También intento que mi música tenga niveles de lectura, obvio que después puede haber quienes le encuentren otras cosas, pero el primer nivel de lectura tiene que ser accesible. Me importa dar un mensaje y si la gente no entiende no sirve.
En el último single le cantás a los libertarios directamente y en el video apareces bailando y cantando frente a la policía. ¿Crees que el género tiene esa dimensión social en la que vos estás yendo a fondo?
--Totalmente, si vos te ponés a escuchar los primeros discos de Daddy Yankee, él hacia temas contra la policía. Y eso es parte del género, no es que yo tuve que estirar el género para hablar de otra cosa.
¿Cuándo sentís que te saliste un poco del marco?
--Las canciones que hago para mover el ojete son absolutamente políticas y por ahí la mayoría de la música más mainstream no va por ahí. Ahora se convirtió en algo más habitual en bandas del under, pero cuando yo empecé era algo casi prohibido tener bailarinas en culo. Era una mala palabra, obviamente que te estoy hablando desde una perspectiva feminista. Pero, incluso así hay toda una cultura del género con la que yo quise entrar en diálogo.
¿Cómo sería ese diálogo?
--Hace diez años, en las tiraderas -batallas de rap en las que se hablan y se contestan con rimas-, las letras iban muy en torno a quien tiene la mejor mina o quién es más rico. Y yo tenía que entrar en esa. Entonces uno de mis primeros temas fue una tiradera en la que yo le decía a todos los reggetoneros varones que al final todas me terminaron cogiendo a mí. Era como una sátira y una forma de dialogar con esas historias respetando el código picaresco. Si la propuesta era mujeres bailando en culo, bueno que bailen, y a partir de ahí hacer otra propuesta.
Es un diálogo que deja la moral de lado
--Para mí es un valor enorme que tiene el reggaeton que habla de sexo, erotismo y que desde sus raices es el que viene a hablar de coger y de la liberación sexual. Ahora está mucho mas de moda
¿Tenías el desafío de poder hablar de sexo desde un punto de vista no heteronormado?
--Yo no lo tomé como un desafío sino como el espacio propicio para poder hacer eso. Quería hablar de sexo y me parecía importante hacerlo. Casi que era el lenguaje ideal para hacerlo
¿Fue primero el feminismo o Chocolate Remix?
--Primero fue el proyecto y después vino el feminismo. Ya existía Chocolate Remix y me empecé a nutrir de cosas que no eran totalmente ajenas a mí pero que sí estaban en otros lados que no eran los que yo habitaba. Un día me invitaron a tocar en la Facultad de Ciencias Sociales, me encontré con debates que no estaban en mi contexto, pero que eran preguntas que yo me venía haciendo. Ahí me di cuenta de que no estaba sola, dije “ah, no soy la única que piensa esto”.
Ese es un relato de lo que el feminismo despierta en muchas personas.
--Encontrarse con una historia en común. Cuando yo recién empecé, 2013 o 2014, me escribe Georgina Orellano, la secretaria General de AMMAR (Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina) para invitarme a un evento en Plaza de Mayo. Yo no conocía a AMMAR y para mi la conexión fue directa, las dos teníamos una gran batalla contra la moral.
El feminismo de los últimos años logró poner muchas historias en común, la masificación en la calle y nutrió a los movimientos populares. Y también, ahora con una autocrítica bastante extendida, trajo aparejada la política de cancelación que te afectó directamente ¿Cómo viviste ese proceso?
--En ese momento fue un bajonazo total. En Francia me cancelaron un concierto de un día para otro en un lugar queer. Me dijeron que era por apropiación cultural, porque era una persona blanca cantando música que tiene orígenes afro. Y a partir de eso, se me demonizó por completo. A eso se le sumó la acusación de que yo me había puesto un nombre con el que me hacía pasar por negra, pero en mi caso, era el nombre que yo había elegido. “Choco” era mi apodo antes del proyecto de Chocolate Remix, yo no me siento identificada por el nombre que figura en el DNI.
¿En las redes se volvió muy hostil?
--Sí, a mí en ese momento ya me atacaban trolls por ser feminista. Pero una cosa es eso y otra es que suceda en tu propio espacio, es muy doloroso. Gente con la que había compartido veía que en Facebook me sacaban el cuero mal.
Frente a las cancelaciones también hay una dinámica que exige una explicación, una urgencia por responder. Vos habiéndo atravesado esa experiencia ¿Qué ves a la distancia?
--Fue muy doloroso y además se convirtió en una práctica que se fue un poco de las manos. Pero también creo que es una práctica sobre la que hoy estamos repensando un montón. Generó esto de no querer decir o no querer hablar por miedo a que te cancelen.
Aparece el miedo a equivocarse…
--Mucho miedo a equivocarse. De pronto es bastante traumático, pero para quienes trabajamos con el decir o hacer canciones, te da miedo a decir cualquier cosa. El error es algo natural y no algo que tenga que ser penado con el castigo máximo siempre. Siento que fue como un asunto que a pesar de que me dolió y que le pasó a mucha gente, en algún punto es algo que venimos revisando y que cada vez tiene menos cabida. Sin embargo es uno de los puntos que nos siguen refregando por la cara como la gran falla del feminismo.
¿Y qué pensas de eso?
--Pienso que sucedieron un montón de cosas que estuvieron buenísimas. Está bien revisar pero que las cosas no hayan salido como nos hubiese gustado, no significa que hayamos hecho las cosas mal.
También se aprovecha para achacarle al feminismo y además ponerlo en el centro del odio por parte de los libertarios.
--Hay un fascismo en el cajón del fondo de la sociedad en general, y si lo arengan un poco brota eso. Los libertarios han sabido capitalizar eso y también otros malestares.