Agustín Guerrero lanzó un nuevo ciclo de conciertos llamado La Reconstrucción. Esta vez la cita es en la Ciudad de Buenos Aires, en el Palacio El Victorial (Piedras 722), los jueves a las 21. Empezó el jueves pasado y continuará esta semana con el encuentro de Guerardo Villar y Los Aguirre con Azabache Tango. La semana que viene será el turno de Pipi Piazzolla Trío y el Quinteto de Guerrero. El mes cerrará con otro doblete, el 28 de marzo, entre Leonel Capitano y Nico Lapine & La Bandada. Hacia adelante, el excepcional pianista promete más shows, siempre bajo el criterio de diversidad y calidad musical y con eje en la identidad musical propia. Además, cada mes los shows dialogarán con un artista visual. En marzo se trata de Mauro Calcagnini.
“La idea es reconstruir nuestra cultura a través de la creación y originalidad, sin excluir ninguna diversidad y priorizando la calidad artística de las propuestas”, plantean desde la productora Aguerriar. “El ciclo no es un ciclo de tango, no es un ciclo de música criolla, es un ciclo de música, de entramado artístico, de música que se genera hoy en día en nuestro suelo, en nuestro territorio, en nuestra llanura pampeana”, propone el músico.
Guerrero además celebra las condiciones en las que podrán desarrollar este ciclo. El espacio –cuenta- les permitirá llevarse la totalidad de las entradas que vendan, algo infrecuente en casi cualquier circuito musical hoy. Condiciones que lo empujaron a dejar sus rincones predilectos en el conurbano sur, un territorio que milita no sólo como espacio de pertenencia, sino como polo cultural y musical.
“Mi acercamiento a otros géneros musicales ya viene pasando hace rato”, reconoce el pianista, habitualmente asociado al tango, género en que se destacó ya desde adolescente y del que se constituyó en uno de los pilares de –justamente- la reconstrucción del género a comienzos de siglo. “Con algunas propuestas tengo una cercanía más a lo criollo, que es la música con la que me crié y toqué desde muy chico, pero hace tiempo mi quinteto es más ecléctico y dialoga con el jazz, el rock, la música contemporánea y el rock progresivo, eso me fue generando un acercamiento con otros, como el Pipi Piazzolla, por ejemplo”, cuenta.
“Siempre fui muy amplio y lo que más me importa, ante todas las cosas, es la música en sí misma”, plantea Guerrero. “El tango no deja de ser un espacio de pertenencia, pero la música es la música, yo vivo para ella”. A la hora de tirar referencias, Guerrero es una máquina. La música efectivamente vive no ya en su cabeza, sino en su cuerpo. Desde el primer casete que compró a los cinco años (una selección de Carlos Gardel), al primer recital de la Fernández Branca o los referentes del jazz que aparecieron luego (Duke Ellington, Charles Mingus) o los del palo más rockero como Keith Emerson, Frank Zappa o Robert Fripp, entre otros que, asegura, “no se pueden ignorar”.