Ardiente secreto
Mientras esperaba la luz verde para La patrulla infernal, Kubrick encontró en MGM el proyecto de Ardiente secreto, de su admirado Stefan Zweig, una oscura y sardónica historia de celos e infidelidad, con algo de Freud, la infancia y el ajedrez en el centro. ¿Qué mejor? Durante sus vacaciones, un aristócrata intenta seducir a una mujer judía utilizando a su hijo pequeño. Zweig combina ajedrez con seducción: Edgar es el peón; su madre es la reina. Humbert utilizaría una táctica similar en Lolita. En la historia de Zweig, el barón logra seducir a la madre, pero el hijo amenaza con contarle a su padre el 'ardiente secreto'. Dore Schary, entonces director de MGM, pareció entusiasmado y Kubrick comenzó a escribir el guion con el novelista Calder Willingham. Varios fueron los obstáculos para que no se concretara: un código Hays que todavía resistía las historias de adulterio, la salida de Schary de la MGM y los elevados costos para que Harris y Kubrick encaren solos la producción.
La vida de Napoleón
La idea y la fascinación por el personaje siempre estuvieron en la mente del director pero recién después de terminar 2001, en el verano de 1967, comenzó a investigar para dar forma al guion. Su más cercano colaborador fue su cuñado y productor, Jan Harlan: “Stanley miraba la gloria y la fragilidad de la humanidad a través de la historia un líder carismático con dones incomparables pero que, constreñido por su arrogancia, logró su propia perdición". Para 1969 ya estaba listo para comenzar la producción, con un guion casi terminado, cuando MGM lo canceló. "Muy caro, muy poco rentable", dijeron. No estaban dispuestos a embarcarse en otra odisea como 2001 que en las funciones de prensa había fracasado y luego el público más joven la convirtió en un fenómeno de culto. Napoleón debía esperar. Lo hizo para siempre (este año Ridley Scott recogió ese interés y filmó su propia versión del emperador francés con claros ecos de la mirada de Kubrick).
The Aryan Papers
En los años 90, entre Nacido para matar y Ojos bien cerrados, Kubrick estuvo ocupado con dos importantes proyectos. Esta historia ambientada en el Holocausto era parte de una preocupación más amplia alrededor del poder y su abuso. "Durante toda su vida Stanley dijo: No te hagas amigo de nadie que tenga poder real. Es peligroso", recordaba su esposa. El punto de partida fue la novela autobiográfica Mentiras en tiempos de guerra de Louis Begley sobre la experiencia del autor en la Polonia ocupada. Lista para publicarse en 1991, las pruebas de imprenta lo convencieron de que la historia del joven Maciek, de judío a católico para sobrevivir, era lo que necesitaba para rendir homenaje a sus orígenes. La preproducción de la película avanzó hasta 1993, cuando la Warner desistió. El comienzo del rodaje de La lista de Schindler fue decisivo para la negativa del estudio y del propio director de encarar una película de similar temática. Para Kubrick fue una de sus mayores desilusiones.
Inteligencia Artificial
El segundo proyecto que quedó inconcluso a comienzos de los 90 fue la adaptación de Superjuguetes, un relato de Brian Aldiss rebautizado como Inteligencia Artificial. En noviembre de 1975, Aldiss había escrito a Kubrick, bautizándolo como uno de los grandes narradores de la ciencia ficción luego de 2001 y La naranja mecánica, y sugiriéndole leer algo de su material. A Kubrick le llamó la atención un relato corto de 1969: la historia de un niño-robot incapaz de comportarse tal como lo esperan sus padres humanos. Mezclaba el cuento de hadas y el retrato del mundo tecnológico contemporáneo, algo que lo entusiasmó. El proyecto avanzó on la colaboración de la escritora Sara Maitland, pero las restricciones en el CGI para producir una versión convincente del robot lo llevaron por un camino sin salida. Kubrick sugirió a Spielberg que dirija la película mientras él la producía pero el acuerdo nunca se concretó (Spielberg estrenó su versión en 2001). Finalmente Ojos bien cerrados ocupó su cabeza y su tiempo.