“Diego hoy ya no es una persona. Pero ni siquiera es una marca. Diego hoy es una idea, es una ilusión… y nadie sabe mejor que yo cómo venderle esa ilusión a la gente”. Las palabras de Guillermo Coppola (Juan Minujín) resuenan como verdades afiladas ante los ojos y oídos de un grupo de publicistas que intenta que Diego Maradona sea la imagen del sorteo del “gordo” de Navidad de la Lotería Nacional. Promedia la década del ochenta en Nápoles y el representante de pelo canoso ensortijado tiene claro que Pelusa es -pero sobre todo será- mucho más que un jugador de fútbol. Una visión que se confirmará con el paso del tiempo, los títulos y los millones que Maradona ganará y que su amigo-representante administrará con la sabiduría de conocer la joya que tiene entre manos, la voracidad de quien ama el dinero y la habilidad para hacer de cualquier cosa un negocio.
Tras el estreno de la biopic Sueño bendito en Prime Video llega este viernes a Star+ Coppola, el representante, una suerte de spin off no oficial de aquella, enfocada en el hombre que más cerca estuvo de Diego durante su ascenso a la gloria del fútbol mundial, pero también durante sus horas más oscuras. Un vínculo único, no exento de pasiones, tensiones, complicidades, secretos, reproches, denuncias y reencuentros, propio de dos hombres que fueron mucho más que socios comerciales.
A lo largo de seis episodios de 45 minutos cada uno, Coppola, el representante cuenta aquellos esplendorosos y excitantes años de Maradona en el Napoli, pasando por los más tormentosos años noventa, extendiendo su arco dramático hasta la emocionante despedida en la Bombonera y la famosa frase “La pelota no se mancha”. Lo interesante de la serie es que narra ese período de gloria, caos, doping, noches, fiestas, excesos y otras yerbas asumiendo la perspectiva de Coppola, haciendo foco en la intimidad y en la mente del hombre que acompañó cada paso de Maradona por esos años, como testigo privilegiado o como coprotagonista de sucesos inolvidables. Algunos, incluso, inverosímiles. La gran mayoría, desopilantes.
Coppola, el representante no es una serie sobre Maradona. De hecho, el astro del fútbol mundial no es recreado por un actor y solo aparece muy esporádicamente en material de archivo, en una acertada decisión artística. Es más: ni siquiera es una obra sobre el vínculo entre Diego y Coppola, aunque la relación sobrevuela los episodios. En plan de ser precisos, la ficción es una biografía sobre el amante del buen vivir y la noche, el representante del mejor jugador de todos los tiempos y el amigo de fierro que estuvo en las buenas y en las malas. Pero no deteniéndose en sus luminarias, sino también abordado al hombre detrás del Guillote conocido por el gran público.
En clave de comedia, la serie tiene como protagonista exclusivo a Coppola, mostrándolo en su versión más conocida pero también ahondando en aspectos mucho más personales. Así, a lo largo de la ficción se puede ver al hombre seductor por naturaleza, entrador y locuaz, extrovertido y con un poder de persuasión impresionante, amante de la amistad y la buena vida, siempre con una sonrisa a mano y una excusa para brindar. Pero también la serie deja entrever la otra faceta de Coppola, la menos popular, aquella que lo muestra como alguien que solo se interesa por satisfacer su propio placer, con la soberbia del poderoso, su costado embustero a la hora de hacer negocios, no exento de egoísmo y de un muy escaso apego a la caballerosidad y el respeto por sus parejas cuando se trata de mujeres (se destaca la actuación de Mónica Antonópulos como Yuyito González, ex pareja de Coppola y madre de su hija Bárbara).
La realización de Pampa films y Gloriamundi está a la altura del personaje que intenta retratar. La estética vintage y el ritmo pop le aportan a la serie una interesante agilidad narrativa, gracias a la lúdica dirección de Ariel Winograd (Cara de queso, Mamá se fue de viaje, Sin hijos, El robo del siglo), que también hizo las veces de showrunner. La exquisita reconstrucción de época, el material de archivo apócrifo que recrea la serie, le imprimen a la producción una veracidad a prueba de distracciones. En ese punto, otro de los aciertos de Coppola, el representante es la buena utilización que hace de los espacios, tanto en las locaciones interiores, como en las escenas de exterior. La ciudad de Nápoles, por ejemplo, es una protagonista más en los primeros episodios, gracias a la Vespa en la que se mueve el representante. La década menemista (con varios personajes del jet set de entonces dando vueltas) también es retratada con fina (y grasa) ironía.
Un párrafo aparte merece la genial actuación de Juan Minujín poniéndose en la piel de Coppola. El actor le imprimió al personaje todos los colores que la serie escrita por Emanuel Díaz necesitaba para acompañar el concepto artístico. La capacidad para no limitarse a la mímesis, aun cuando el parecido físico impresiona, incorporándole a la gestualidad propia del representante una galería de tonalidades, inflexiones y miradas, sostiene la tensión dramática en todo momento. Una actuación que potencia el atractivo de una serie que aborda la otra perspectiva del siempre infinito e interesante universo Maradona.