El gobierno de Javier Milei acumula tres meses de gestión y las tensiones empiezan a brotar en todas las direcciones. En el plano político, aparecen algunos de los desequilibrios más simples de observar. Uno de los caballitos de batalla, que era el mega DNU, se encuentra al filo de caer. La situación tiene un trasfondo amplio en el que el gobierno no consigue encauzar la relación con los gobernadores. En las provincias dicen que el ejecutivo los maltrata en forma burda.
Estos desencuentros entre gobierno y oposición se suman a los trascendidos de peleas entre algunas piezas claves de la Libertad Avanza. Al margen de estos rumores, ningún analista se atreve a argumentar que el clima es de tranquilidad, que el llamado al pacto de Mayo supere el lienzo de la narrativa y que las transformaciones de corte estructural a las que apunta Milei puedan prosperar en el Congreso.
Hasta el momento, los inversores no reaccionaron a las dificultades que encuentra el gobierno para aplicar un programa de ortodoxia extrema que cuente con el aval de los diputados y senadores. Es decir, que lo vuelva permanente. Pero los desequilibrios de la política se conectan antes o después con el plano económico y financiero.
La tendencia a buscar cobertura posiblemente llegue más temprano que tarde a medida que aparecen nuevas incertidumbres sobre la macroeconomía. No hace falta bucear mucho en los datos duros de la economía para observar que el superávit fiscal de inicio de año no parece sostenerse con el correr de los meses, que la menor inflación de febrero no se repetirá en marzo y que la caída de actividad es una olla a presión.
El ajuste de las cuentas públicas centrado en el recorte de ingresos a los jubilados no puede estirarse indefinidamente y las presiones para mantener el superávit fiscal suben en la medida que la crisis del mercado interno impacta en la recaudación. Es el cuento del perro que se come la cola: bajan los gastos, eso impacta en la economía con menor consumo y reduce los ingresos tributarios.
Por el lado de la inflación de febrero, que el equipo económico celebró como un éxito, también aparecen problemas hacia adelante. Los primeros días de marzo dejaron claro que los precios se recalentaron, al punto que el gobierno avanzó en la apertura de importaciones para alimentos y medicamentos. Si bien el ancla cambiaria se mantiene, tarifas, negociaciones paritarias e inercia reavivan la inflación.
La caída de la producción y la demanda del mercado interno es otro de los puntos que aumenta la incertidumbre hacia adelante. El aumento de la desocupación, el cierre de pequeñas y medianas empresas y el golpe al poder de compra de los asalariados es una combinación con consecuencias impredecibles.
Las reacciones sociales al ajuste y el quiebre de la confianza de los inversores tienen un punto en común. Son episodios difíciles de anticipar pero cuando ocurren pueden rastrearse hacia atrás señales claras que colaboran para explicarlos. Una forma de pensarlo es como fenómenos tipo cisne negro. Los desaguisados de la política y la suma de tensiones para la macro parecen trazar algunas de estas señales.