Pablo Ziegler lleva casi un tercio de su vida viviendo en Nueva York, pero por nada del mundo quiere cortar el cordón de amor que lo une a su tierra de origen: la Argentina. En consecuencia, trata de retornar una vez por año y a menudo cumple con su deseo. Durante el corriente, por caso, lo está cumpliendo con creces, dado que, además de estar aquí en sí -caminando calles, visitando amigos- propuso una serie de conciertos que continúa este domingo 17 de marzo a 21.30, y concluirá el viernes 22 y el sábado 23 (a las 22.45). El ciclo es en BeBop (Uriarte 1658) y el propósito, celebrar sus 80 años de vida. Y lo hace en clave de jazz y tango, acompañado por tres músicos que algo saben del palo: el guitarrista Quique Sinesi -quien suele acompañarlo en las giras por Europa-, el bandoneonista Walter Castro y el contrabajista Horacio “Mono” Hurtado. “Estoy muy feliz de poder celebrar este año de mis 80 tocando”, señala el pianista, compositor y arreglador. “Digo esto porque hay muchos músicos que no tienen este privilegio a esta altura de la vida, ¿no? Y además, se hace más especial el hecho de poder compartir escenario con los músicos que me acompañan desde la década del '90, después de mi época con Piazzolla. En concreto, la idea es tocar algunos temas de Astor y el resto de temas míos”.
Es inevitable que Ziegler recale en el tiburón marplatense, que lo llevó a su Quinteto cuando el crepúsculo de la década del '70 y lo cobijó hasta el último año de la posterior. Por supuesto, le pasaron otras cosas durante su extenso devenir. Aprendió mucho y bien de Gerardo Gandini; se metió -de arranque, nomás- en esa nebulosa de sondeos sonoros que habita entre la música clásica, el tango y el jazz; tocó con Gary Burton, Branford Marsalis, Paquito D`Rivera y Néstor Marconi, entre un largo etcétera de talentosos colegas; y publicó discos de notable factura, casos Bajo cero y Tango Jazz, que incluso le valieron dos premios Grammy, el primero en 2003 y el siguiente, en 2017. Pero lo central siempre fue haber sido parte de la misa chica de Astor, que escribió enormes páginas musicales en los festivales de jazz de Montreal y Montreux -el del cruce Piazzolla-Burton que originó The New Tango, en 1986-; el memorable concierto en el Central Park, de 1987; y la grabación de La camorra, una de los últimos registros del marplatense. “Compartir la vida, la música y cada momento de la existencia con Astor fue muy importante en mi vida”, refrenda Ziegler. “Recuerdo que después de las actuaciones, casi siempre cenábamos juntos y allí él me contaba sus experiencias como compositor, entre otras cosas. Siempre fue muy generoso conmigo”.
Puede entenderse como un reflejo de reciprocidad, como una operación de don y contra don musical, entonces, que Ziegler mantenga vigente el fuego de aquellas creaciones de Astor, que ayudó a interpretar durante la década del '80. En efecto, sonaron y sonarán en BeBop “Michelángelo 70”, “Fuga y misterio” y fundamentalmente la “Introducción al ángel”, pieza de Piazzolla a la que el pianista juró amor eterno. “Son tres temas bien distintos entre sí, que representan la belleza de la música de Astor. 'Introducción al ángel' incluso es uno de los temas más emotivos de la serie de los tangos del ángel. Lo toco siempre y la gente muere... Siempre le digo a los músicos que este tema es tan lindo que hasta mal tocado, gusta igual”, ríe el músico, que también guarda un especial cariño por el momento en que el Quinteto empezó a tocar con la cantante italiana Milva en París. “En especial, recuerdo los conciertos en el teatro Les Bouffes du Nord, donde tocamos con ella y con el Quinteto durante un mes. En fin, todo fue lindo con Astor… Nunca pasé un momento feo estando con él”.
Pese al carácter ecléctico de sus músicas, Ziegler hace eje en un fin: partir siempre de una rítmica que represente a Buenos Aires, la ciudad que lo vio nacer en 1944. En rigor, sus improvisaciones parten de y llegan al tango, por más que en medio aparezcan fugas y misterios sónicos de otras procedencias. De esto se trata pues el rótulo de "Nuevo Tango" con que su música se conoce en el mundo. “Siempre trato de mantener en mis composiciones la esencia y el corazón de la música de Buenos Aires. Mi inspiración viene invariablemente de mi país en general y de mi ciudad en particular”, asegura el compositor, que partió hacia Nueva York durante el alba del milenio. “Por lo demás, al ganar el Grammy en la categoría de Latin Jazz, el Nuevo Tango entró al mundo del jazz latino por primera vez. Creo que esto fue un cambio en la historia de música de Buenos Aires y también un cambio en mi carrera musical. Con mi identidad más jazzística he podido lograr un nuevo tango que tiene más jazz. Por eso, llamo a lo que yo hago Jazz Tango”.
-¿Por qué el jazz junto al tango?
-Porque el encuentro con este género cambió mi vida para siempre. Me abrió el camino y la mente, y tuve la oportunidad de tocar con los músicos más grandes de la historia del género. Me gusta tocar con los jazzistas porque me inspira de otra manera a través de las improvisaciones que intercambio con ellos. Y con esto por supuesto quiero seguir cruzando la frontera de la música de Buenos Aires.