Cualquiera podría pensar que en Argentina tuvimos una guerra y la perdimos. No queda claro contra quién, ni el motivo. Creíamos que estábamos ejerciendo nuestro derecho constitucional de elegir autoridades, de renovar nuestro presidente, pero no. Era una guerra y no lo sabíamos. Perdimos. Y el ganador está enojado. Muy enojado.
Milei ganó de manera indiscutible unas elecciones democráticas y limpias. Pero no desea moverse dentro de los límites de la democracia, ni siquiera le preocupa sostener el voto de aquellos que lo acompañaron. No está interesado en mejorar la vida de los ciudadanos argentinos, ni la de los que lo votaron, ni la de los que no. El voto secreto permite esa tensión: a veces un gobierno toma medidas que favorecen a sus votantes y a sectores que jamás lo votarían. Milei está decidido a arruinarles la vida a todos. No le preocupa que en esa destrucción masiva caigan los pibes que creyeron que su sueldo de repartidores iba a ser en dólares, los que nunca pudieron entrar en el sistema laboral, el comerciante que odia los planes sociales, la peluquera antikirchnerista, el jubilado gorila, los odiantes de la escuela pública que mandan a sus hijos a escuelas subsidiadas por el Estado, la arquitecta que habla pestes de Pami y mantiene a sus padres en una prepaga, el empresario que soñaba con pagarles menos a sus empleados y ahora ya no tiene empleados. Todos ellos, adentro. Adentro del ajuste más salvaje de la historia argentina.
Es difícil entender el comportamiento agresivo del gobierno de Milei. El presidente, sus ministros y sus fuerzas de choque conducidas por la ministra Bullrich actúan como un ejército de ocupación. No están para administrar un país sino para destruirlo.
¿Por qué Milei y los suyos decidieron actuar como fuerzas de ocupación? Su accionar es análogo al de los alemanes invadiendo media Europa o a los norteamericanos en Afganistán e Irak. ¿Por qué Milei odia a la Argentina, es decir, a su país? Tilingos hubo siempre, antipatrias sobran, vendepatrias muchos más. Pero lo de Milei es un caso extremo. Ni juntando toda la estulticia y el desprecio de los argentinos que viven en Miami se podría hacer un Milei. ¿Qué le hicimos para que nos odie? ¿Qué le hizo la democracia para que la desprecie?
El vencedor de una guerra ocupa el territorio de los vencidos trayendo consigo el odio alimentado durante el conflicto. No es su intención respetar nada, mucho menos reconstruir al país enemigo. El expolio es su marca: robar todo lo que se pueda, quedarse con lo que tiene valor y desechar lo demás. Pero no es solo eso. No se trata nada más de quedarse con lo que no les pertenece. Hay que devastarlo. Hay que hacer todo lo posible para que ese país derrotado no vuelva a ser un país.
Si solo fuera una cuestión de dinero, Milei, Caputo y sus secuaces se hubieran conformado con manipular la economía, sobre todo el mercado financiero. Si lo que desea Milei es un Estado reducido habría puesto toda su energía en la privatización de las empresas públicas o de gestión estatal, muchas de ellas exitosas. Si quisiera ser demagógico estaría dando discursos a la policía para que metan bala ante la menor amenaza. No es que no pretenda el dinero, el Estado ausente y la represión. De hecho, sus ministros macristas se han esforzado en estos rubros. Pero Milei quiere más. Quiere que la sociedad argentina no exista más como la conocemos. Quiere una sociedad zombie, muertos vivos, individualistas, indiferentes, incapaces de rebelarse.
Por eso su batalla contra la cultura, su odio desatado contra los artistas populares, su obsesión por desfinanciar el cine. Se podría decir que lo que más odia Milei es la “marca país”. La marca país es lo que define a una nación en el extranjero. Aquello que lo hace distinto, único. Argentina es admirada por su fútbol y otros deportes practicados en clubes conformados como sociedades civiles: Milei quiere convertir a los clubes en sociedades anónimas. Tenemos un cine reconocido en los más prestigiosos festivales del mundo: entonces hay que quitarle los fondos que ni siquiera están tomados del presupuesto nacional, porque se autofinancia. ¿El Conicet se mete entre los mejores institutos de ciencia? Hay que despreciarlo y darle un presupuesto ridículo. Lo mismo con las universidades públicas que forman profesionales respetados en todas partes. La Feria del Libro de Buenos Aires es un evento multitudinario y una de las dos ferias de libro más importantes en lengua española; entonces la Secretaría de Cultura de la Nación decide no participar.
Como todas las tropas de ocupación, Milei lidera un gobierno que disfruta con hacer daño, alienta el odio desde sus redes sociales, enriquece a imbéciles que practican la delación y el trolleo ofreciéndoles puestos en su gobierno. Milei debe excitarse como un mono en celo viendo las conferencias de prensa de su vocero.
Como todo ejército de ocupación, Milei cuenta con cómplices que jamás hubieran apoyado a un gobierno que rompiera las reglas de la democracia salvo... Y sí, siempre encuentran una salvedad para apoyar a gobiernos autoritarios. Alguna prebenda para ellos, para su provincia, para su partido, al fin y al cabo lo del presidente es un problemita de carácter. Minimizan lo que está pasando buscando alguna ventaja, protegiéndose de alguna carpeta y, sobre todo, dando rienda a lo que ha justificado muchas de las muertes y los desastres de la Argentina: el antiperonismo.
No solo gobernadores y legisladores. El ejército de ocupación de Milei cuenta con la complicidad de medios que lo apañan, lo justifican e invisibilizan cualquier reclamo. Que los diarios oficialistas hayan ignorado en sus tapas la manifestación del 8M, cuando durante la pandemia daban espacio y títulos catástrofe a concentraciones mucho menos convocantes es una muestra. La cobertura que hicieron canales de noticias como TN y LN+ de la represión en la concentración en defensa del Cine Nacional (en diferido o definiéndola como una manifestación de ñoquis K) es otra.
¿La Corte Suprema será la cómplice que le falta a Milei? Si vemos lo rápido que falló sobre las elecciones a gobernador en San Juan y el regreso a las aulas en CABA durante la pandemia --dos causas de neto corte político-- y el silencio hasta ahora sobre el MegaDNU, se puede inferir que Milei encontró nuevos amigos entre los cortesanos.
Es agotador ir detrás de las mentiras, los delirios y los perjuicios ocasionados por Milei, mientras tratamos de sobrevivir al peor ajuste de la historia (el Rodrigazo en comparación con esto merecería ser llamado el Rodriguito). No vayamos detrás. Juntemos voluntades para la única actitud digna que puede tomar una oposición responsable: el juicio político a un presidente que no está capacitado, intelectual y mentalmente, para ejercer su cargo.