"Atacar." Ese es el verbo que elige Norman Briski para describir la convocatoria a artistas que está abriendo, con el objetivo de hacer teatro en la calle en tiempos difíciles en lo político, social, económico y cultural. En este "social histórico", la calle es "el único lugar que queda, el más laico y potente", y al creador lo entusiasma el surgimiento de "estéticas de la lucha". "No me dedico a la resistencia, que es bueno que aparezca. A mí me gusta atacar. Pero boludo no soy: sé que si ataco hay 40 del otro lado y me hacen bosta, entonces me disfrazo de resistencia. El teatro, como Tik Tok, sería una manera entretenida de decir lo que está pasando", expresa el actor, dramaturgo y director a Página/12.
Y continúa: "Resistir es inclusive aburrido. No te da alegría, heroicidad, la posibilidad de ganar la batalla. Te da 'estamos en contra'. ¿Y qué tenés para mostrarme de tu paisaje? ¿Qué paisaje tenés pensado para la Argentina y quién te va a seguir?". Estas preguntas son el puntapié de la convocatoria para llevar el teatro al espacio público. Briski quiere armar "varios grupos" reducidos de actores que hagan números cortos en marchas y actos, vinculados a temáticas sociales. La propuesta no está del todo delineada porque él quiere escuchar lo que opinen quienes se presenten -"por lo menos tres van a venir"-. No va a dirigir, sino a guiar, en base a su larga experiencia en teatro popular, algo a lo que se dedica desde fines de los sesenta hasta la actualidad, con los grupos Octubre, Brazo Largo, Miguelitos y Che Adelita. Ha hecho teatro en barrios obreros, villas miseria y fábricas recuperadas.
Esta nueva idea replica el espíritu de una iniciativa que Norman tuvo años atrás, cuando reunió por convocatoria a un grupo de titiriteros para montar una obra escrita por él en las tierras tomadas de Guernica (2020). En esta ocasión, el primer encuentro con los interesados -pueden ser no sólo actores, sino también artistas de otras ramas- será este lunes a las 19 en su teatro, el Calibán (México 1428). No hace falta inscribirse previamente. Después de elogiar a los piqueteros -que, como él, "atacan"-, el autor detalla lo que tiene pensado: "Un día por semana se ensayaría en Calibán. Cada grupo puede hacer un relevamiento de lo que le gustaría mostrar, que no sea de más de 10 minutos, que se pueda repetir varias veces, en esquinas, con el respaldo e infraestructura que tenemos. En marchas, parques, plazas, el Obelisco; donde quieran. No va a ser una dictadura de mi parte diciendo 'tienen que hacer esto y tatata'. Quiero sacar el teatro a la calle porque es el único lugar que queda, el más laico y potente, el que más puede incidir. Servirá de nada como casi siempre, o servirá para que parezca resistencia. Dependerá de la calidad de los ejercicios".
Cada grupo, conformado por entre tres y cinco personas, tendrá nombre propio. "Hay posibilidades de crear maneras distintas de hacer teatro para la Argentina, sin dudas. Y con lo que está atravesando esta es la más necesaria. Es un momento extraordinariamente interesante para las estéticas de la lucha. Cada grupo decidirá la suya. Agitar en Argentina parece ser de terrorista. Es posible que nos acusen de terrorismo. La estética va a tener que ver con la expresión que salga. Puede ser resistencia, denuncia, metáfora", se entusiasma Briski, quien, claro, no sabe con qué se encontrará. "Yo nada más los veré. Es nada más que motivar para producir una estética en este social histórico. La idea es que tengan confianza de que alguien sabe sobre este asunto. Haré recomendaciones si quieren. Estaremos ayudando en las técnicas que necesita este tipo de exposición, dando ejemplos y garantizando el cuidado de que vamos a estar acompañando a los grupos para que hagan esto con alegría. Casi todo hoy se subraya no por el deseo sino por la necesidad. Eso distorsiona casi todo: estamos más apurados, nerviosos y tontos."
"Con estos mandatarios -qué sé yo cómo llamarlos, porque es muy difícil creer que gobiernan, sino que acusan- vivimos un momento similar a cuando éramos jóvenes. Preguntamos 'a qué hora vas a volver', 'a dónde vas'. En esta represión entusiasma la aventura. ¿Así que no se puede andar por la calle? Ahora vas a ver. ¿Hay que ir por la vereda? Ahora vas a ver. ¿No puedo hablar con la vecina porque es vecina? ¿Vas a cerrar el instituto? Vas a ver. Hay un desafío juvenil. Me parece que es una fuerza que no es de lo necesario, sino de la alegría de la fiesta", expresa Briski. "Lo que estamos viviendo es un brote de la dictadura. Me da la impresión de que puede pasar que no tengamos tanto miedo y hagamos cosas que nos den hermandad y solidaridad", dice también. Consultado sobre la represión de este jueves en las puertas del Gaumont, sobre la que hizo un video, contesta con ironía: "Si este tío nos mata a todos no va a haber inflación".
-¿Cómo ves este momento de la Argentina?
-Da la impresión de que es la denominación de un shock. Pareciera que se sostuvo hasta esta novedad del ómnibus. El ómnibus les falló para el shock y ahora están "shockitos", arrugaron y buscan maneras más pactadas. Pactitos, pactos, y eso hará que el ómnibus se convierta en gusanito, que hablará con su propia cola. Será entre ellos que harán cosas de la plata a las provincias y todo eso. No cambia nada. Es como lo de Rosario, que quieren hacer Bukele... ¡es una cosa este país! Tan histérico. Ellos, mi enemigo, están muy seguros de que la única manera de arreglar la economía en la Argentina es esta. Y hay bastantes razones para creer que el que asuma en términos más humanistas podría tener alternativas más adecuadas. La omnipotencia es probablemente la grandeza de los niños. Pero cuando sos muy grande, si seguís creyendo que la única manera de ver el mundo es la que vos estás mirando... me da la impresión de que nosotros, los zurdos, creemos que la historia argentina es tal y cual. Pero es más conservadora que cualquier otra cosa. Como tuvimos momentos tan lindos e interesantes para un país en el que no se reconoce ni a los mapuches, hay un sistema ilusorio que no nos permite ver todo el paisaje. El campo popular hoy vota en un 57 por ciento por este muñeco que representa la dependencia, la entrega, valorando a Menem como si hubiese sido Facundo. Todos piensan que este es el peor momento porque no tienen mi edad (risas). Tampoco me puedo estar aburriendo porque sé que uno es una reiteración de Menem hecho shock; otro, Alvear en dos siglos pasados; el otro, Roca... bueno, con Roca no estuve, pero iba con los toros y las vacas a Inglaterra a la exposición de allá para vender la carne. ¿Qué cambió? La pregunta es quién se va a montar sobre este nuevo fracaso.