Mi amigo Willy, el Gordo Willy, es un ilustrador extraordinario. Lo hace para Europa publicando en pasquines anarcos hasta en diarios conservadores y alguna que otra tira porno soft que firma con seudónimo. Todo ello lo convierte en un argento estable y gana suficiente lumbre en el hastiado mundo de los “fabricantes de estampitas” como suele decir de él y sus colegas. Banca un estudio en un segundo piso por escalera, un mono ambiente repleto con mugre en hojas y afiches en las paredes. Hace años que vive allí echado de su primogénito hogar primero y luego el que intentara construir con su esposa Clara. El Gordo Willy es un desastroso gastador de peniques, yens y cuanta moneda caiga en sus manos derramadas en colecciones de dibujos ancestrales, discos de pasta, libros ancianos y prostitutas. Ha caído en las garras blancas de la fafafa pero un grupo de autoayuda lo salvó de morir y de quedar empeñado por tanto gasto. Ahora se levanta temprano, desayuna copiosamente y labura con sus rotrings y su pantalla de compu horas y horas. 

–La puta que lo parió - me saluda cuando entro-. No puedo sacarle la ficha a este tipo, al Toto, míralo, es imposible hacer una caricatura de alguien que parece un difunto.

Tiene la mesa rodeada de las caras de Toto Caputo y se malhumora de no acertar con, según él, “picarle el boleto a este delincuente”.

-No doy en la tecla. Mirá que pude con Cavallo, con el Mufa, con De la Rúa, con la Bullrich y con el Roedor, pero este es difícil porque no parece anormal como los otros, se asemeja a un tipo simple, de esos que uno encuentra en la casa de tu hermana preparando el asado y te saluda y sonríe y uno no da dos pesos por él. No tiene nariz grande, ni panza, ni joroba ni nada raro. No encuentro la tipificación estética. ¡Es pura anomia sin rasgos!

-Es verdad, es difícil -, me solidarizo Y repaso los bocetos que ha intentado Willy. Ninguno acierta con su tez, con su cuerpito, siempre vestido de bancario común, sin nada que atestigue el espíritu de malandra.

-Así es imposible -solloza-. Y para colmo tengo que entregar su caricatura para dos diarios de mañana que recorrerrán el mundo…. Se sirve café, me convida.

-¿Tus cosas? -pregunta suavemente.

Sabe de mi terror consumado de haberlo perdido todo en dos meses, por eso es que esconde su rictus.

-Bueno pero son campeones.

Yo lo miro entumecido.

-Campeones del orto. Ganamos a lo guapo, sin arte pero resultamos los mejores. Ah y en cuanto a mi economía: ayer vendí el carromato que tenía y me depositaron la guita en dólares. Ando a pata. Ahora entiendo eso de la “gente de a pie” que tanto hablan los periodistas. 

Se carcajea y festeja ampulosamente el chiste fácil. Me sirve más café. Quiere acompañarme, estar conmigo en la caída pero no deja de mirar las caras fallidas del Toto Caputo sobre la mesa como burlándose de él.

-¡Hijo de una gran....ni un chiste le pude sacar a su cara de nada! Puro saqueo sustentable. 

Tocan el portero. Willy de un salto gimnástico atiende y se sonríe.

-Un bombón, vas a verla. Mi nueva ayudante. 

En efecto, la chica que penetra en el estudio parece una oriental pero alta, delineados sus ojos negros, campera de plástico naranja y talle de sirena. Para colmo sonríe como una beldad. Deja el bolso verde sobre el sillón y se echa para repasar su celu. El Gordo Willy es un tipo afortunado y yo su amigo considerado quien saludando a la chinita, despeja el área y palmea al amigo que va a tener una buena tarde pre otoñal de apenas 20 grados.

-Tenés trabajo atrasado, no te olvidés. Se da una palmada en la frente. -Ese hijo de una gran siete …si pudiera tan solo cazarle la onda, pero no puedo.

-Encima vas a estar ocupado..qué se yo mandá cualquier cosa.

-No, tiene que ser una caricatura que abarque su alma de negrero -culmina. 

Me despido agregándole que en el día del Escudo Argentino el tipo lució en su solapa la bandera nuestra abrazada a la de USA. En el café cercano, mientras veo cómo empieza a caer una garúa finita y tanguera repaso mi vida. Tengo tres meses de vida extra más o menos. Mañana saldaré lo que debo y pagaré las cuotas atrasadas de todo lo que estaba en rojo, esquivando a los maleantes acreedores que no me dejaban tranquilo por guasap, por correo y por celu. A cada uno les digo que ya pueden cobrar.

.-Ya está, los cagué, me digo. Pero no entiendo la parábola: me siento libre porque no me putean más y no tendré que endeudarme para pagar deudas. Me da pena de mí mismo. Como siempre que ello ocurre saco mi lapicera y escribo en una libretita pavadas más pavadas menos para amortiguar la caída. Anoto los nombres de mis novias como si ellas ya fueran finadas. Y las cuento. “Ningún hombre que se precie de serlo debería haber tenido menos mujeres que edad tenga” leí por ahí, en un cartelito de madera pegado en un negocito de extramuros. Mejor no saco la cuenta. 

Una luz naranja se abre como un abanico sobre mi cabeza. El mozo ha encendido las leds y el bar se asemeja más bien a una funeraria que a un moderno hábitat para humanoides. Bajo este halo entonces dibujo: peces del Paraná, una morocha tendiendo las redes, un paisaje de verdes narrados en azul birome, unos ojos de alcaloides, unas piernas de mujer. De pronto pienso en el Gordo: él allí arriba pasándola bien pero retorcido de pensar que no le sale una sola idea acerca del fulano que debe caricaturizar. Dibujo una horca de madera -la que dicen mandó a construir su hermanita a esa carpintería fantasma-, luego un cuerpecito como de alambre y la cara del Toto, solo que me sobreviene un recuerdo de una peli que mi hijo veía con sus amigos: el monstruo era como de papel y por ojos mostraba dos cruces en lugar de las pupilas. Era encantadoramente horroroso. Lo termino y sobre el cuerpecito del delincuente le adoso la cabecita. Abajo escribo EL TOTO CAPUTO, LOS OJOS DEL MUERTO. Extraigo el celu y lo fotografió. Se lo envío a Willy considerando la idea que al tipo no se lo puede caricaturizar porque es un finado, los ojos con dos rayitas como en los comics. Unas costuras en lugar de los botones o los ojitos de plástico chino.

Ya en la mañana recibo los mensajes del Gordo Willy. Ha hecho un trabajo precioso con mi idea y me ha enviado lo que hizo anoche seguramente y hoy figura en dos portales. Me deja besitos y que pase a cobrar la mitad de su paga. La verdad que la caricatura que ha hecho es extraordinaria.

-Es cierto: el tipo es un muerto, un cadáver, por eso no podía hacer nada. ¡Sos un genio! exagera.

-No, soy apenas un junta cadáveres.

 

[email protected]