La tasa de inflación de 13,2% es un "numerazo" y una "tragedia", ambas calificaciones fueron expresadas por la misma persona: el presidente Javier Milei, en el intervalo de un día.
Con la misma rigurosidad analítica, por un lado dice que la política monetaria tiene impacto en precios con un rezago de 18 meses, definición que entrega cuando la inflación sube (25,5% de diciembre), y por otro asegura que la inflación ha bajado en los primeros dos meses del año desde el máximo registrado al inicio del gobierno por el "impresionante" apretón monetario.
Con similares convicciones, Milei asegura que el Estado no debe interferir en los mercados y que los monopolios no son un problema, pero ahora que la proyección de la inflación de marzo indica que sería superior a la de febrero, avala que el ministro de Economía, Luis Caputo, intervenga en la dinámica de la formación de precios.
La gestión de gobierno liberal libertario se despliega con iguales contradicciones conceptuales y discursivas de su líder.
Medidas intervencionistas
"Creemos en la libertad de precios", afirma Milei, sin embargo cuando la realidad no se ajusta a la teoría ordena la intervención del Estado en mercados del sector privado, que el ministro Caputo acató de la siguiente manera:
- Convocó a los fabricantes de alimentos y de productos de higiene y tocador para presionarlos a que bajen los precios.
- Hizo lo mismo con los supermercados, además de hacer el ridículo de cuestionar las promociones 2x1 como causantes de que el índice de febrero no hubiese ofrecido una cifra final de un dígito.
- Afirmó que los precios subieron demasiado porque las empresas los definieron calculando un dólar a 2500 pesos, e incluso extendió la especulación a 8000 pesos. Estas serían cotizaciones estimadas en la city sin dar precisiones sobre quiénes hablaban de esos precios. No lo hizo porque sería difícil hacerlo porque no hubo este tipo de proyecciones, más bien la evaluación fue que el ajuste cambiario del 13 de diciembre pasado de 118% fue exagerado.
- Dispuso un mecanismo de acceso a dólares inmediatos para pagar importaciones de alimentos de la canasta básica y de medicamentos para "facilitar la competencia".
Fallas del mercado y los monopolios
Caputo apostaba a una baja sustancial de la inflación en marzo, que no conseguirá pese a la recesión y el control del dólar y de los salarios. Esta es la razón de la desesperación expuesta en estos días.
Las medidas y las declaraciones de Milei para intentar frenar los aumentos de precios colisionan con postulados gritados como panelista de televisión, después como candidato y luego como Presidente. Uno de los más provocadores fue la defensa fundamentalista de los monopolios y de la libre competencia.
Las medidas intervencionistas impulsadas desde el Estado, que involucran a industrias de consumo masivo, grandes cadenas comercializadoras e importadoras, para ocuparse de "fallas del mercado" alteran el marco teórico libertario.
¿No era que los monopolios eran buenos? Milei había pontificado en el Foro de Davos que "regular monopolios, destruirles las ganancias y destrozar los rendimientos crecientes, automáticamente destruiría el crecimiento económico. Dicho de otro modo, cada vez que ustedes quieran hacer una corrección de una supuesta falla de mercado, inexorablemente, por desconocer lo que es el mercado, o por haberse enamorado de un modelo fallido, están abriendo las puertas al socialismo y están condenando a la gente a la pobreza".
El libre mercado y las anclas antiinflacionarias
La fantasía de Milei y Caputo de pretender bajar la inflación con una caótica liberalización de precios está teniendo costos inmensos en materia laboral, social y el poder adquisitivo de la mayoría de la población.
Ante la carencia de un plan de estabilización, el Gobierno quiere frenar la estampida de precios utilizando dos anclas antiinflacionarias: el tipo de cambio y el salario.
El cuasicongelamiento del dólar oficial está bajo presión creciente del complejo agroexportador, que espera el mes próximo para definir la intensidad de la liquidación de la cosecha gruesa (soja, maíz y girasol) según cuál sea la estrategia del Gobierno. Puede ser otra devaluación, la reducción de las retenciones o la mejora implícita del tipo de cambio efectivo aumentando el porcentaje (hoy del 20%) de venta en la plaza del dólar contado con liquidación.
Cada una de estas opciones tiene costos para la estabilidad de Caputo: más inflación por traslación a precios del ajuste cambiario, pérdida de recursos fiscales que pondría en riesgo el objetivo del superávit de las cuentas públicas y mayor atraso cambiario, respectivamente.
Con la fragilidad de esta ancla antiinflacionaria, Economía también está pisando la homologación de acuerdos paritarios ordenando aumentos de salarios con techos de 14% en marzo y 9% en abril.
O sea, para frenar el descontrol de la inflación, Milei y Caputo disponen medidas intervencionistas en la formación de precios, insistiendo con un dólar oficial cuasicongelado con cepo (control y administración del mercado cambiario) y limitando las negociaciones salariales de sindicatos y cámaras empresariales. Además ha postergado los tarifazos de transporte, gas y luz para abril para no alimentar el fuego inflacionario de marzo.
Con salarios y dólar planchados, dos decisiones de intervención del Estado, el gobierno busca abrazarse a ambas anclas antiinflacionarias. Según Milei así no funcionan los mercados libres. Parece que el libreto liberal libertario ha besado la lona de las restricciones con que funciona la economía argentina.
Martínez de Hoz también hablaba del 17.000%
Como si no fuera suficiente este fiasco, el manejo de los números de inflación que hace Milei es impactante no sólo porque exhibe sin pudor el arte de tirar fruta, sino también por el silencio de quienes lo escuchan.
Repite que la inflación proyectada era de 3500%, 7000% y hasta 17.000%, y que su gobierno evitó la hiperinflación imaginaria.
Esta última cifra es significativa en términos políticos e históricos: es la misma que, con exageración y manipulación anualizando números puntuales, expuso el ministro de Economía de la última dictadura militar, José Alfredo Martínez de Hoz, en abril de 1976, por cadena nacional.
Milei no sólo repite el programa económico de liberalización, privatizaciones, desregulación y apertura de Martínez de Hoz, sino que también distorsiona los datos de inflación como lo hacía él.
Afirmó que el índice de febrero hubiera sido de un dígito si no se contabilizaban los aumentos de prepagas y de tarifas. El argumento es que estas subas fueron "por una sola vez", cuando se sabe que no es así. Indicó que la inflación del mes pasado hubiera sido 7,2% si no fuera por “los efectos del arrastre estadístico de 4,2%, y lo que tiene que ver con la suba de tarifas y prepagas". Aseguró entonces que al 13,2% hay que quitarle seis puntos.
Milei no fue original con esta manipulación. Martínez de Hoz lo hizo primero. En julio de 1979, la inflación se había vuelto imparable y la carne estaba entre las principales impulsoras al haber acumulado una suba del 300 por ciento anual. Martínez de Hoz lanzó entonces un índice de precios que no contemplaba las carnes rojas ni sus preparados. Este manejo arbitrario de las estadísticas no sirvió para nada.
Milei lo hizo: un país barato en dólares a uno caro en apenas tres meses
El desborde de los precios con cuasicongelamiento del tipo de cambio oficial y con medidas que facilitan la especulación para mantener estable los dólares financieros derivó en una inflación en dólares vertiginosa. En un lapso muy breve lo que era barato en dólares pasó a ser caro.
Además de la traslación de la megadevaluación de 118% a precios, con un plus por cobertura cambiaria a la espera de un nuevo ajuste, la inconsistencia general del programa económico de Milei ejecutado por Luis Caputo explica semejante alteración. Hubo una liberalización descontrolada de los precios junto a la eliminación de leyes y resoluciones de Comercio de regulación de mercados que derivaron en impresionantes remarcaciones.
La bandera libertaria de mercados de libre competencia se izó en el mástil de la bicicleta financiera ofrecida por la dupla de mesadineristas en comando de la política económica (Luis Caputo en el Palacio de Hacienda y Santiago Bausili en el Banco Central).
La inflación promedio en dólares de 80% a 100% en cien días de gobierno de Milei tiene estos propulsores:
- La tablita de ajuste de 2% mensual del tipo de cambio oficial.
- La tasa de interés en pesos del 100 por ciento anual para inducir la venta de billetes verdes para conseguir una renta en dólares espectacular.
- La fijación de un tipo de cambio diferencial para el complejo agroexportador (80% dólar oficial y 20% dólar contado con liquidación) que aceleró las ventas.
- La fabulosa licuación de ingresos de la población, que a una parte le pulverizó la capacidad de ahorro –en dólares-, y a otra le provocó desahorro en dólares para cubrir gastos.
Un proceso parecido de abaratamiento del dólar en relación a precios de bienes sucedió en el comienzo del gobierno de Macri, como había adelantado y en estos días recordó un empresario textil, aunque en éste la velocidad hasta exponer su inconsistencia ha sido más rápida.
El partido de la inflación se juega en el mercado cambiario
Con una demanda de dólares deprimida, la oferta aunque no sea abundante ha estancado las cotizaciones en la zona de los 1000-1100 pesos. Con precios en pesos corriendo en promedio al 100% pese al derrumbe de la actividad y el consumo, la economía argentina se volvió carísima en dólares en una variada cantidad de productos, como se observa en el cuadro elaborado por la Celag.
Si el dólar financiero (mep o ccl) se ajustara por la inflación (diciembre-marzo), la cotización sería el doble para alcanzar las máximas de las últimas corridas cambiarias del gobierno anterior.
Sin crecimiento sostenido de las reservas, las presiones del complejo agroexportador sobre el tipo de cambio oficial serán muy fuertes. El Banco Central acumula compras por 10.610 millones de dólares, monto que entusiasma a la prensa oficialista. Sin embargo, lo relevante es el saldo neto que suma 6995 millones de dólares gracias a un esquema de entrega en cuota de pago de importaciones. Si el flujo de divisas para pagar compras externas fuera normal, el saldo sería mucho menor.
Un reflejo de esta debilidad es la desesperación manifestada por Milei cuando dijo que está negociando un préstamo de 15 mil millones de dólares del FMI y de inversores privados. Mientras Caputo asegura que no habrá otra devaluación.
Ambos mensajes están dirigidos al complejo agroexportador que reclama un ajuste del tipo de cambio oficial. Las poderosas firmas dueñas de los dólares no aspiran a que sea uno que permita alcanzar una cotización de corrida (unos 1900 pesos) aunque sí desean uno que lo ubique cerca de 1500 pesos.
Como se sabe, cualquier movimiento cambiario abrupto implica un nuevo fogonazo inflacionario con previsibles consecuencias políticas, económicas y sociales.