El prolífico escritor cordobés Claudio Suárez presenta el próximo 27 de marzo a las 18 horas en la Biblioteca Córdoba La suite del agua y la piedra. La obra forma parte de la colección Palabras de Poeta.
En palabras de Daniel Viola, "La suite del agua y la piedra recupera esa tradición poética que encuentra en las palabras símbolos, agua y piedra desde el título, pro crea, además, o nos hace ingresar en una plausible mundo simbólico".
También el poeta y licenciado en Letras Modernas Julio Castellanos, realizó un minucioso análisis de la suite de Suárez en sus Notas a “La suite del agua y la piedra”:
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El concepto de suite, instalado por y desde la disciplina artística de creación y crítica musical, es una base sobre la cual se va a edificar un aspecto, acaso central, de este libro del ya prolífico poeta Claudio Suárez.
En principio, los conceptos de unión en una sola obra, es decir en un transcurso, aparece como una suerte de continuum, integrado y cohesionado por unidades breves enlazadas en “situaciones” a menudo distintas, pero enlazadas por un tono común, nunca del todo distantes.
Sucesión con elementos -como danzas o melodías, por ejemplo- de caracteres propios y ritmos que de alguna manera manifiestan un sentido dramático de contraposición pero que también expresan una idea de sucesión integrada, es decir un hilo discursivo.
Tanto como en la música, aunque seguramente con menor precisión, en poesía también se trata de un asunto de tono hasta en la diversidad. A propósito, reparemos en el lamentable casi abandono de estudios preceptivos o retóricos, lo que continúa siendo una deuda aparentemente lejana de saldarse en los abordajes de las producciones poéticas. Pero en este caso del libro que nos ocupa, la apelación al término señala una vía que contempla una forma no sólo en la construcción sino también en la mirada común entre el autor y el hipotético lector: la concordia de un acuerdo.
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Así, los poemas se suceden en esta suite donde el agua y la piedra, como dos elementos hondamente significativos, se complementan, contraponen y dialogan entre sí en una especie de danza delicada y coral, con un juego de movimientos de objetos y emociones haciéndose y deshaciéndose en la superficie de lo real enunciado, la palabra que fluye y cuya fluencia construye el cuerpo del poema, su materialidad evanescente y a la vez certera: “No fue el eco, ni la demorada fragancia del río, / tampoco la luz que finge quebrarse / en las sombras, la que trajo aquí tu acento, / que creció y se fue deslizando / como un sol misterioso. // Tal vez la noche incitante y extraña, / te dejó en la mañana, sembrada y desnuda, / entre el agua y la piedra.” (Desnuda y sembrada, pág. 85).
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Las viejas figuras antitéticas, tan propias de la expresión poética son necesariamente las encargadas de mostrar u ocultar o al menos velar, envolviendo en transparencias las aristas crudas, volviéndolas conjeturales y por eso mismo más hondas, creíbles y elocuentes. Como en la danza en la que los movimientos, los pasos, hacen fugaces y provisorios los cuerpos, la poesía suele estar plena de dualidades, situaciones con palabras hasta mudas, hechas con sonidos que acaso no han nacido, epifánicas: “Bajo la espesura líquida / de los sauces, en el final sin fin del día, la nostalgia junta sombras y el viento / es más viento que nunca. / Hago inventario de tu ausencia: / usando los bienes del corazón, / que escribe y borra las palabras / con el dorso del agua” (Recuento, pág.49).
La palabra poética es más precisa mientras más ambiguamente aparece. Esto, en tanto habla desde las entrañas del ser, su hirviente incerteza.
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Escribe el autor dirigiéndose a un otro con el que dialoga: “Tal vez tengas razón / y sea solo un vano capricho, / esto de intentar convencer a las palabras / para que escriban juntas un poema / que hable de los dos: / si todo lo que somos ya lo saben / estos días azules, / que lejos de todo tienden sus manos / distraídas y felices” (Otra música, pág. 83).
Todo diálogo implica una situación paulatina de movimientos, ya de acercamiento o ya de ajenidades: roces y distancias que van iterándose, repitiéndose hasta formar el devenir discursivo de ocurrencias de sujetos y cosas en las que las palabras, creadoras del poema, serán las verdaderas matrices del sentido. Son esas palabras materialidades, cuerpos o figuraciones también danzantes, navegando como el agua entre las piedras, “ofelias” llevadas por las ondas transparentes de un río de locura y arbitrios de vida y muerte enlazadas, acaso porque el poema, cuando genuino, nunca nos facilita el sentido, sólo nos posibilita acercarnos a la maravilla de sus enigmas, a la sugestión de la belleza en la que nos sumergimos. Y este enigma siempre es dicción de lo mismo, las eternidades de nuestra condición de siempre: nuestros amparos y desamparos más hondos.
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Hay en este libro una cierta celebración del fue, del es y del acaso será de lo existente: “No sé en qué lugar / nos perdimos ni quién llegó / antes al abismo. // Quizás nos extraviamos / en las esquinas de una lluvia / que incendia un agua / de frágiles certezas” (Extraviados, pág. 33).
El tono de esa “cierta celebración” que conservan estos poemas es siempre mesurado, prudentemente elegante, casi cortesano en el sentido de amable cortesía, lo que es propio de una suite que suena y danza y que de alguna manera nos sueña en su transcurrir sin pausa.
La presentación de La suite del agua y la piedra estará acompañada por lxs poetas Bernardo Schiavetta (Cosquín), y Pía Cabral (Catamarca).