La decisión, por el momento, es fingir demencia. “No hay ninguna pelea”, repite Javier Milei. Al Presidente lo atormenta que toda la furia acumulada por las desobediencias de Victoria Villarruel, se transforme en un filoso boomerang institucional. Antes de asumir, ya desconfiaba de su compañera de fórmula. Los contactos secretos con Mauricio Macri y el armado de una “agenda propia” le valieron, ahora, ser incorporada a la vasta lista de “traidores”. Sin embargo, el mandatario necesita desviar la mira: entiende que en medio del ajuste no le sobra tiempo ni capital político para perder y, sobre todo, que reversionar la traumática experiencia del Frente de Todos abriría aún más interrogantes respecto a la viabilidad del programa económico. De ahí que haya decidido bajarle cuatro cambios a un conflicto interno, que comenzó antes del desembarco en la Casa Rosada y tendrá nuevos capítulos. Desde el entorno de la vice, defienden su independencia y responden que para avanzar con las reformas requieren inevitablemente negociar con la oposición, pero que “el Presidente no la ve”.
Villarruel nunca formó parte del círculo íntimo del Presidente y nunca lo será. A ese restringido espacio solo acceden su hermana Karina Milei; el jefe de Gabinete, Nicolás Posse; y el asesor Santiago Caputo. Y ninguno de los tres confía en la vicepresidenta. “Le gusta cortarse sola”, se quejan. En la comparación, Martín Menem es la cara opuesta. Si bien el titular de la Cámara de Diputados tiene cuestionamientos por la falta de triunfos en el recinto, le valoran el sumiso acatamiento a las directrices de la Casa Rosada.
“El Presidente puede pedir lo que quiera, pero el Congreso no es un restaurante”, vocifera un ladero de la vicepresidenta. A Menem, en su propio bloque, le pasan cuenta por las derrotas legislativas y remarcan que ningún otro presidente de la Cámara (ni Sergio Massa, Julián Domínguez o Emilio Monzó) fue tan obediente con el Ejecutivo. “Es inusual. No les puede sacar el auto, congelarles el sueldo, eliminarles contratos, insultarlos y después pedirles que le voten leyes. Javier se olvida que se debe a los legisladores y Martín no se da cuenta que las derrotas se las facturan a él”, indica un integrante de la bancada oficialista.
En los pasillos del Palacio, no pasaron desapercibidas las reuniones que el ministro del Interior, Guillermo Francos, mantuvo con diputados del PRO y la UCR para conversar sobre la podada ley ómnibus y el megaDNU. No sorprendieron las visitas a la Casa Rosada de Cristian Ritondo o Rodrigo De Loredo, por ejemplo, sino las dos ausencias clave del oficialismo. Del encuentro no participaron ni Menem ni el jefe del bloque, Oscar Zago. En el Gobierno consideran que no suman el peso suficiente como para negociar en un contexto tan delicado. De ahí que el elegido para encabezar las charlas haya sido Francos, que tampoco se sienta en la mesa chica, pero cada tanto le acercan una silla. “Está haciendo un trabajo excepcional”, afirma Milei. En la agenda del ministro ya está pautada otra invitación para los próximos días. Conversará con el jefe de Hacemos Coalición Federal, Miguel Ángel Pichetto, una pieza decisiva en los próximos debates del recinto.
En medio de los tropiezos legislativos y pases de facturas, José Luis Espert aterrizó formalmente en la bancada de La Libertad Avanza (LLA). El diputado, tras su reconciliación con Milei, pretende ocupar un rol protagónico en el oficialismo. Incluso, fue el único que hizo explícita su desconfianza hacia la vicepresidenta y no descartó que esté orquestando un “plan de desestabilización”. En el espacio lo miran de reojo y aseguran que no tiene el apoyo para liderarlo. “No consolida a la posición libertaria”, sintetizan.
La discusión de fondo en el oficialismo gira en torno a la conducción política. Mientras Milei ataca al Congreso --"nido de ratas", le dijo--, Villarruel pretende ocupar un rol de articulación con los sectores opositores, diferenciarse de la intransigencia del Presidente y armar un perfil propio. Sus jugadas individuales no son nuevas y los primeros encontronazos se dieron durante la campaña electoral. Tras la deslucida participación de Milei en el tercer debate presidencial, la candidata a vice empezó a jugar su partido: en la previa del balotaje, se encontró a solas con Macri en su casa de Acassuso (aunque en el PRO lo desmientan), estrenó un logo distinto al de LLA y organizó un acto con militantes suyos en Recoleta. En sus apariciones públicas, se corrió del libreto libertario para instalar su agenda conservadora-negacionista: por ejemplo, eliminar la Interrupción Voluntaria del Embarazo y desarmar el Espacio Memoria y Derechos Humanos –exESMA–. Sus altos niveles de exposición y encuentros secretos con el fundador de Cambiemos, generaron los primeros enojos del entonces candidato a presidente y una profunda desconfianza. A partir de ese momento, el vínculo jamás volvió a ser igual.
Luego del triunfo electoral, Villarruel tomó una sugestiva decisión. En lugar de instalarse en el despacho de la vicepresidencia en Casa Rosada, se armó su búnker en el Congreso. "El Senado es un poder independiente de la República", lanzó al pasar, en el video que publicó para defenderse por haber incluido el megaDNU en el temario de la sesión del jueves pasado. “Podría haber evitado el tratamiento”, esbozó Francos, que había intentado sin éxito convencerla de que revea su postura. Nicolás Posse también se había comunicado para explicarle “el golpe” que significaría otra derrota parlamentaria. Villarruel --tarde-- intentó recular, pero la suerte en el recinto ya estaba echada.
En la historia de recelos y desconfianza entre el Presidente y la vice hay otros dos hitos. El primero fue el otro encuentro secreto que Villarruel tuvo con Macri, a principios de enero, en Villa La Angostura. La vicepresidenta cenó en la noche de un viernes y regresó al otro día para almorzar en el country Cumelén con el exmandatario y empresarios. Al enterarse, la furia del libertario fue total. El segundo hito, llegó con la pelea por el aumento de las dietas de los legisladores. Después de una semana de resistirse a acatar la orden, Milei tuvo que llamarla para pedirle expresamente que acepte dar marcha atrás con la medida, como ya lo había hecho Martín Menem.
Los movimiento de Villarruel no se explican solo como una “rebeldía” hacia el Ejecutivo, sino que también esconden una frustración. En campaña, Milei le había prometido tener a cargo las áreas de Seguridad y Defensa; ocupar un rol más amplio que el de una vicepresidenta tradicional. La promesa no solo nunca se cumplió, sino que el Presidente finalmente decidió empoderar a Patricia Bullrich con su designación y la de Luis Petri. “A muchos de los que acompañaron a Milei desde el comienzo (Ramiro Marra, Emilio Ocampo, Carlos Rodríguez, Roque Fernández), no les terminó cumpliendo. Por eso, hoy somos muchos los que ya no le creemos”, sentencian en las cercanías de Villarruel. Así, dejan en claro que aunque lo quieran dar por finalizado, el conflicto sigue abierto y, en cualquier momento, tendrá un nuevo capítulo.