“Por causas ajenas a nuestra voluntad, nos vemos obligados a declarar para el próximo 31 de octubre un paro total de actividades”, reza parte del documento que cinco de los seis gremios aeronáuticos publicaron ante el fracaso de las negociaciones paritarias. La medida de fuerza era previsible frente a la tozudez del gobierno nacional de no moverse un ápice de su escasa propuesta salarial.
Luego de cuatro semanas de infructuosas negociaciones las Asociaciones de Pilotos de Líneas Aéreas (APLA), del Personal Técnico Aeronáutico (APTA) y del Personal Aeronáutico (APA) y las Uniones de Aviadores de Líneas Aéreas (UALA) y del Personal de Seguridad Aeronáutico (UPSA) decidieron una huelga general nacional de 24 horas. La razón expresada en el documento emitido es taxativa: “El fracaso rotundo de las negociaciones paritarias”.
Ni siquiera la activa participación del viceministro de Trabajo, Horacio Pitrau, logró que la conducción de Aerolíneas Argentinas y Austral, que responden a las órdenes del ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, destrabara y resolviera la negociación salarial. Los gremialistas indicaron que ni el Ministerio ni las compañías aéreas “realizaron una propuesta superadora del porcentaje ya ofrecido, conformado por un exiguo 16 por ciento que a todas luces es insuficiente para mantener el poder adquisitivo de los salarios, degradados por la inflación acumulada interanual”.
Varios de los dirigentes sindicales, como el piloto Pablo Biró, habían anticipado este desenlace fruto de la decisión del gobierno de “empujarlos al conflicto”. Biró repitió esta sentencia una y mil veces y la ató a la decisión del gobierno de abrir los cielos a las empresas aéreas conocidas como Low Cost. En ese sentido, el jefe de los pilotos comparó, durante una entrevista radial poco antes de las elecciones legislativas, que “Dietrich será el (Ricardo) Jaime del gobierno de (Mauricio) Macri”.
El documento consensuado por los gremios sostiene que “los trabajadores tienen derecho a no permitir el deterioro de los haberes, y denuncian la inusitada actitud de las empresas, que impidió avanzar en una justa recomposición”. Por otra parte, indicaron que los gremios tuvieron “la mejor disposición a consensuar, dialogar y negociar, pero la actitud intransigente y de provocación política de las firmas y el gobierno hizo fracasar el diálogo de forma reiterada, no obstante el relato contrario de búsqueda de acuerdos que autoridades y empresas venden”.
Los sindicatos aeronáuticos reclaman un incremento que oscila entre el 24 y el 26 por ciento. El gobierno, en cambio, propuso un 16 por ciento y llegó a proponer un incremento del 4 por ciento pero no remunerativo. Así de estancadas estuvieron las negociaciones cuando el 20 de octubre pasado se pasó a un nuevo cuarto intermedio hasta después de los comicios. Los gremios eran conscientes de que ese plazo no modificaría la oferta oficial y no se equivocaron.
“Ya en la reunión del día 13 último las compañías negaron la pauta salarial que el grupo empresario informó en su momento a los medios de comunicación, lo que había planteado interrogantes sobre la buena fe y veracidad de los conceptos expresados con tanta liviandad. Operaciones y contradicciones a lo largo de la negociación implicaron al final mala fe y una clara actitud de no querer acuerdo alguno”, escribieron los gremios.
El Gobierno, a través de Dietrich, buscó de todas las formas posibles quebrar la unidad de estos cinco sindicatos. Hubo ofertas por separado e incluso presiones pero que no lograron fracturar la unidad alcanzada. De todas formas, la parálisis del tráfico aérocomercial prevista para el miércoles significará para el gobierno el escenario deseado para avanzar en liberalización de las rutas aéreas y la flexibilización laboral del sector.