“¡Metete en tus asuntos! ¿Acaso sos policía?”, vitorea Ray Winstone. Está de broma. Supongo. Estamos haciendo una entrevista para promocionar la nueva serie de televisión de Netflix de Guy Ritchie, Los caballeros, y la estrella londinense se ríe de mis constantes interrogantes. Cuando le insisto un poco, se dispone a compartir sus opiniones sobre Jack Nicholson, los Oscar y cierto actor que lo insultó delante de 250 personas y sufrirá las consecuencias: “Fue grosero y se portó muy mal conmigo... pero ya le llegará su momento”, asegura. Cuando se trata de provocaciones, Winstone es el mejor.
Nacido en Londres en el seno de una familia de clase trabajadora, Ray Winstone, de 67 años, actúa desde que es un adolescente y, con la ayuda de Alan Clarke, Gary Oldman y Jonathan Glazer, revolucionó el cine británico. En las últimas dos décadas , todos los directores, desde Martin Scorsese y Steven Spielberg hasta Darren Aronofsky y Robert Zemeckis, se empeñan en trabajar con él; sin embargo, el recepcionista del Corinthia Hotel no se emociona en lo más mínimo cuando menciono su nombre. “Ray Winstone”, le digo, “la rebelde y descarada estrella de los clásicos ultraviolentos Escoria, Violento y profano y Bestia salvaje”, aclaro. “Lo siento”, responde. “Tengo 21 años. No veo películas viejas”, cierra.
Resulta que Winstone actúa en un montón de películas nuevas, entre ellas, Damsel, con Millie Bobby Brown de Stranger Things, y A Bit of Light, junto con Anna Paquin de True Blood, y, por último, la serie Los caballeros, que está siendo muy celebrada. En el nuevo spinoff derivado del largometraje producido por Ritchie en 2020, el actor interpreta a Bobby Glass, un gángster patricio del oeste de Londres que se ve obligado a hacer negocios con Eddie Horniman, quien encarna a Theo James en The White Lotus.
En la nueva serie, Glass organiza una barbacoa gourmet en pleno invierno y, cuando conoce a Eddie, le susurra: “Poné las piernas debajo de la mesa. Calentate las rodillas”. Hoy, con gafas oscuras, Winstone me ordena: “¡Sentate!”. Ve que estoy tomando té de menta y me comenta: “¡Qué bien huele! Es bueno, ¿verdad? Te ayuda a hacer la digestión”. Después de bromear con que es un poco pronto para el champán, le da un trago a su agua con gas con una mano, al sujetar su cigarrillo electrónico con la otra.
A continuación explica por qué tardó tanto en colaborar con Ritchie: “No hemos tenido la mejor relación, por decirlo de alguna manera. Hubo malentendidos cuando éramos jóvenes, pero luego maduramos”. “¿Por qué discutían?”, le pregunto. El actor trata de poner una cara seria. “¡Pará un poco! Ya dije demasiado”, responde.
Winstone expresó en otras entrevistas que disfruta de interpretar personajes que no son gángsters. Cualquiera que haya comparado y contrastado los padres disfuncionales que interpreta en Nil By Mouth, La zona oscura de Tim Roth, y el drama sobre el Alzheimer Ashes, sabe lo hábil que puede llegar a ser el intérprete en términos de su repertorio. Consigue evocar emociones desgarradoras, sentimientos agresivos y rencores profundos. Por mi parte, siempre pensé que Winstone sería perfecto para el papel del rey Lear y, parece que él está de acuerdo. Además, por si alguien quería saberlo, el actor no cambiaría ni una palabra del guion. “A decir verdad, está escrito muy bien por un hombre muy inteligente… Me gustaría volver a la época en la que no había celulares y solo concentrarme en esta familia e interpretar el papel emblemático de una forma bien cruda”, confiesa.
Sin embargo, la pregunta es la siguiente: si Winstone tuviera la oportunidad de hacer una versión cinematográfica de Lear, ¿querría que la dirigiera Guy Ritchie o Gary Oldman, el visionario londinense detrás de Nil By Mouth? A lo que el actor responde: “Con Guy, que es un gran director y logra intensificar todo”. Luego, continua: “Le daría ímpetu. Alguien como Gary se centraría mucho más en el lado realista de las cosas. Depende del camino que quieras tomar. Creo que, por mi estilo, probablemente elegiría a Gary”. Winstone se sienta erguido y dice, con firmeza: “¡Me gustaría hacerlo con Gary! Pero bueno...” Con una sonrisa pícara, agrega: “Si solo me lo ofreciera Guy, lo haría con Guy”. El actor inclina la cabeza hacia un lado, adopta un tono de voz cursi y exclama: “¡Porque, como todos saben, soy un tipo correctísimo!”.
Por otro lado, Winstone tuvo una pelea con Jack Nicholson en el rodaje de la película de Scorsese ganadora del ÓscarLos Infiltrados (2006). Incluso, durante una sesión de preguntas y respuestas de los premios BAFTA, en 2014, Winstone calificó a Nicholson de arrogante. A la pregunta de por qué podría haberle caído mal a Nicholson, Winstone responde: “No tengo ni idea. Siempre te mirás a vos mismo en el estudio y pensás: ‘Todo está bien. Me llevo bien con todo el mundo, hago lo que tengo que hacer y listo, me voy a casa’. Pero, de igual forma, no me preocupo. Tampoco me sorprendo. Es así, hay desencuentros en el set de rodaje. No es la primera persona con la que choco y tampoco será la última”. De hecho, asegura que le encantaría hacer otra película con la leyenda de Hollywood y afirma: “Obvio que quiero trabajar de nuevo con él. Es un actor brillante”.
De cualquier modo, si se profundiza un poco más, se comprende la razón por la que Winstone estaba dispuesto a hacer público el comportamiento de Nicholson. “No me gusta la arrogancia”, explica. “No hay necesidad de andar con esa actitud pretenciosa. Todos acabamos en el mismo agujero. Pero hay personas que son adulonas y bromean con todo el mundo menos con vos, y pensás: ‘¿Esto es en serio?’. Hay diferentes maneras de lidiar con esa situación. O les das tu opinión y les dices que se callen, o les das un puñetazo en la boca”.
¡Caramba! De inmediato, el actor indica que hay una tercera manera de resolverlo y hace la mímica de como quien se limpia las manos, en un estado de calma zen, y explica que, sobre todo hoy en día, es capaz de regular sus emociones. Entonces, ¿aprendió a perdonar y olvidar? No precisamente. “Trabajé con un tipo que es bastante conocido”, dice Winstone, y continua: “No lo volví a ver desde aquella vez, pero estoy deseando encontrármelo. Él sabe quién es. Y recibirá un buen tirón de mi parte porque fue grosero y se portó muy mal conmigo”. Le pregunto qué es un tirón. “Lo llevaría a otro lugar porque no haría eso delante de un equipo de 250 personas. En ese entonces, solo lo miré. Pero ya le llegará su momento, y tendrá que enfrentarme”, responde. “¿Es inglés o estadounidense?”, le digo. Winstone contesta sin vacilar en tono de humor: “No importa. Es inglés”.
Winstone repite que no le gustan los conflictos, pero admite que le divierte poner a prueba los límites. Asimismo, describe cómo “molestaba” al director Ian Rickson cuando trabajaron juntos en la obra de 1995 Pale Horse en el teatro británico Royal Court. Es un lugar muy pequeño y, según él, “estás muy cerca de la gente, los ves por todas partes”. Cuenta que, en una escena, tenía que estar tendido en una cama y revela que, en varias ocasiones, estiraba el brazo para que cayera en el regazo de alguien del público. En el medio del relato, el actor suelta una risita. Acto seguido, recuerda que el director de la obra le insistía en que no lo hiciera. Además, dice que, mientras hacía una llamada telefónica durante una de las escenas, hacía contacto visual con los espectadores. “Te cruzás la mirada de alguien. Entonces es como si estuvieras hablando con esa persona por teléfono. Rickson me decía: ‘¡No hagas eso, Ray! Incomodás al público’”, expresa.
Winstone sabía exactamente lo que hacía. “Rompía las reglas para combatir esa percepción de que estás siendo observado”, argumenta. Luego, chasquea los dedos e imita la sensación de escalofríos y continúa: “Me encantaba ese momento de asombro. Podía sentir cómo atravesaba al público”. ¿Qué quería decirles a estas personas? Se inclina hacia adelante y, aun con lentes oscuros, sus ojos brillan. “¡Despertá! Estoy aquí”, profiere, y chasquea los dedos de nuevo.
Por cierto, el agua con gas está haciendo estragos en el interior del actor. En medio de sus respuestas donde cuenta lo encantador que ha sido trabajar con Rickson y el resto del equipo, Winstone lanza un tremendo eructo. “Disculpá”, se ríe entre dientes, “¡Estoy eructando!”.
Nunca fue un hombre de ceremonias y afirma que no le intimidan la riqueza ni el prestigio. Efectivamente, declara: “Tener buen gusto no es una cuestión de dinero. Sos sofisticado o no lo sos. Alguien de un barrio humilde de Londres puede ponerse una bolsa de plástico y lucir espectacular, mientras que otra persona puede ponerse un traje de tres piezas, hecho en Savile Row, y verse horrible”.
Reírse un poco es lo que le permite sobrellevar los días al actor. Más aún, piensa que, hoy en día, lo que hace falta es diversión, y, en la misma línea, se refiere a las ceremonias de algunos premios como los BAFTA y los Oscar. “Solía ir a los BAFTA. Me gustaba estar sentado en la mesa con mis compañeros mientras entregaban los premios. Tomás algo, te sube el ánimo. Pero ahora los BAFTA se convirtieron en algo parecido a los Oscar, dónde solo te sentás ahí por tres horas y media”, sostiene. Y agrega: “¿En serio querés hacer eso? ¿Ver cómo otra persona recibe un premio? ¡A la mierda! Es como poner un hierro hirviendo en tus ojos”. Acto seguido, le da una pitada a su vaper y concluye: “Me estoy poniendo viejo y gruñón, supongo. Pero es que no quiero sentarme ahí durante cuatro horas, vestido elegante, con la edad que tengo, aguantándome las ganas de ir al baño. ¿De verdad?”. Aun así, se alegraría si lo nominaran. Sobre todo a un Oscar.
Cambia de postura y me mira directamente. “Escúchame, no voy a ganar un Óscar y no pasa nada. Querida, ¡está bien! No tengo ningún problema. No perderé el sueño por eso. Solo digo que no lo rechazaría”, asegura.
Por otra parte, se alegra de la popularidad de Zona de interés, la extraordinaria película sobre el Holocausto de Jonathan Glazer, y menciona que está loco por verla. De momento no lo hizo porque estuvo trabajando, y lo último que quiere en esos periodos es ver una película. “Debo ir a verla porque Johnny es uno de los hombres más ingeniosos que conozco”, afirma.
Winstone tampoco duda en elogiar a las mujeres. De hecho, se refiere a su coprotagonista de Nil By Mouth, Kathy Burke, y señala: “Actué en una obra que ella escribió, Sr. Thomas. Solía regañarme a veces pero la quiero muchísimo. Es una de las mejores personas con las que he trabajado. Es una chica increíble. Una mujer increíble, mejor dicho. Es divertida, pero también tiene otros rasgos particulares”. No está seguro sobre si volverán a colaborar. “No sé si le gustaría trabajar de nuevo con la misma gente”, indica. Luego, adopta un tono de voz parecido al que usan en La dimensión desconocida y dice: “¿Quién sabe lo que pasa por la cabeza de Kathy?”.
Pero, ¿quién sabe lo que pasa por la cabeza de Ray Winstone? En relación con su vida personal, él y su esposa, Elaine, tienen tres hijas, incluida Jaime, una estrella por mérito propio, y una nieta. Mientras ocurría la pandemia de covid-19, el actor pasó mucho tiempo solo en Sicilia, en la segunda casa de la familia. Durante su estadía allí, comenzó a escribir un guion sobre Repton, el club de boxeo en el que entrenaba cuando era un adolescente. “¿Cómo sabías eso?”, pregunta y suelta una risa nerviosa. “Sí, es un proyecto que tengo dando vueltas por ahí”, responde.
Por primera vez en la entrevista, casi suspira. A continuación, cuenta: “Todavía no se lo mostré a nadie. Primero se lo voy a mostrar a mi amigo, que es un escritor que boxeó para Fitzroy Lodge y un tipo muy listo. Quiero que me dé su opinión”. Acto seguido, le pregunto cómo se llama ese hombre. Estoy casi segura de que es Johnny Harris, con quien Winstone trabajó en el sombrío drama sobre boxeo y adicción El último asalto. “¡No te voy a decir!”, exclama.
Winstone, siempre avispado, quiere traspasar los límites del arte y la vida y ser realista, pero no tiene prisa por desnudar su alma. Como dice él, antes de estrecharme la mano en señal de un cálido saludo, “Hay que mantener un poco de misterio, ¿no?”.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.