La música, de distintas formas y en distintos lugares. Sobre esa idea, acaso un reclamo de estos tiempos de veloces extravíos y lentas reconfiguraciones, la pianista Fernanda Morello juega con la ceremonia del concierto, en busca de otras formas, diálogos diversos y la apertura hacia nuevos públicos.
Como este espectáculo teatral con un concierto adentro: Mi querido señor Mozart, que la pianista estrenará el lunes 25 de marzo y todos los lunes de abril a las 20, en el teatro Picadero (Enrique Santos Discépolo 1857). Una “fantasía escénica” o “teatralización musical”, con músicos en escena, la participación del actor Marcos Montes y la dirección escénica de José Militano.
Antes, este miércoles a las 17.30, se abocará a un concierto formal en un escenario tradicional como el Salón Dorado del Teatro Colón. Con el Trío Victoria -junto a la violinista Ana Cristina Tartza y la violonchelista Romina Granata- propondrá un repertorio con obras de Franz Joseph Haydn, la compositora francesa Mel Bonis y la británico-estadounidense Rebecca Clarke.
“Definir Mi querido señor Mozart con los parámetros corrientes nos cuesta. En un momento en el que el mundo es tan visual y ante el famoso dilema de la captación de nuevos público, esta es una alternativa válida”, sostiene Morello al comenzar la charla con Página/12.
“Conjuga cosas conocidas, música y teatro, pero de una forma nueva. El criterio discursivo que adoptamos es muy cercano al de la ópera, un lenguaje intrínsecamente mozartiano. Salvo por el pequeño detalle de que en un concierto para piano y orquesta no se canta, este espectáculo podría ser una especie de ópera, cuyos personajes son un actor y un piano. Una ópera donde las partes cantadas son instrumentales. Por ahí los instrumentistas no tenemos una dimensión acabada del juego en escena, aunque sabemos que un concierto es un hecho muy teatral”, continua la pianista, encargada además de la dirección musical de la puesta.
La historia tiene que ver con el resultado musical de un episodio de la vida de Mozart: el Concierto para piano y orquesta en Sol mayor K453, el segundo de los dos que compuso para su alumna y amiga Bárbara Ployer. Del concierto, un verdadero prodigio de equilibrio entre solista y grupo instrumental, se sabe que la misma Babette (así la llamaban a Bárbara) lo estrenó en junio de 1784 en la residencia familiar de Döbling, ante la presencia del célebre operista Giovanni Paisiello. No mucho más.
“La correspondencia de Mozart que se conserva es muy rica, pero no existen cartas directas entre él y Bárbara. Eso nos abrió un universo para la conjetura, la imaginación y sobre eso trabajamos. Sobre esta música articulamos una historia entre ellos. Cada cosa que sucede en la ficción sale de las pistas que nos da la música. Sobre eso, José (Militano) hizo un exhaustivo estudio de la sensibilidad mozartiana, en la que también el juego y la broma ocupan un lugar importante”, comenta Morello.
Un ensamble de cuerdas y vientos configuran una reducción de la orquesta. Los músicos son parte de la puesta, que cuenta además con vestuarios y un diseño de iluminación de Ana Roy. “Cuando con Militano y Montes hicimos De pronto la noche –con músicas de Ravel, Sibelius, Grieg– nuestra primera experiencia en este tipo de espectáculos, contamos con puesta en escena y puesta de luces. Para esta segunda producción pensamos en algo más ambicioso en este sentido y una dramaturgia más compleja, si se quiere. Hay más texto y el concierto suena tal cual es durante la obra: cada uno de los tres movimientos articula un acto de la dramaturgia. La música que compuso Mozart es la base de la estructura de lo que al final es una especia de comedia romántica”, describe la pianista.
Morello recuerda que tocó por primera vez el “Concierto K 453” de Mozart en 2001, en un proyecto que hizo el Colón sobre música antigua. “Lo hicimos con un fortepiano, réplica de Stein de 1777 y fue una experiencia hermosa”, evoca. “Trabajar con instrumentos antiguos fue un recorrido poco tradicional para mí, que me permitió pensar el sonido desde otro lugar. Tocar un instrumento como el fortepiano –un antecedente del piano moderno–, con un sonido más tenue que el piano, me introdujo en otra dimensión discursiva, que exige un planteo distinto. Todo suena de otra manera, en principio con otro volumen, la relación la orquesta cambia. Tuve muy en cuenta aquella experiencia para esta ocasión. En este concierto de Mozart, el balance entre el solista y el grupo instrumental es muy delicado. Por eso pedimos una versión de la parte orquestal a un joven y talentoso compositor, Piero Iurato, que siguió muy de cerca el trabajo”.
–Este Mozart te plantea un plan expresivo distinto al que abordás con el Trío Victoria…
–Claro, el trío es un encuentro de solistas, pero además es otro plan. Nos conocemos desde hace tiempo, pero la idea de tocar juntas se consolidó en 2021, cuando empezamos un proyecto de “salvataje pandémico”, en el que combinamos la parte de conciertos y la docencia, buscamos obras relevantes de compositoras poco frecuentadas, pero que convivieran con el repertorio corriente. Sin pararnos en una perspectiva de género, queríamos darle la importancia que merece. Comenzamos a generar materiales virtuales y cuando nos quisimos dar cuenta, ya teníamos un gran trabajo hecho, que continuamos en giras de conciertos y clases. Y ahora tocamos en el Salón Dorado del Colón, con un repertorio muy atractivo que incluirá el maravilloso Trío de Rebecca Clarck, una obra que creo nunca se ejecutó en Buenos Aires.