Love Life - Lo que fuimos vive siempre - 8 puntos
(Love Life; Japón/Francia, 2023)
Dirección y guion: Koji Fukada.
Duración: 123 minutos.
Intérpretes: Fumino Kimura, Kento Nagayama, Atom Sunada, Marika Yamakawa, Akari Fukunaga.
Estreno exclusivamente en salas de cine.
No existen muchas películas cuya historia esté basada en una canción preexistente. Ese es precisamente el caso de Love Life – Lo que fuimos siempre vive, el nuevo largometraje del tokiota Koji Fukada, aunque el término preciso sería más cercano al “inspirado en”, ya que la letra del tema compuesto e interpretado por la ex Yellow Magic Orchestra Akiko Yano, un hit en Japón en el año del lanzamiento, 1991, no ofrece demasiadas líneas narrativas. Fukada toma algunos conceptos del estribillo, en particular la estrofa “Cualquiera que sea la distancia entre nosotros / nada puede impedir que te ame”, para construir un relato sobre los vínculos, la maternidad / paternidad, la pérdida y el duelo.
El director de Sayonara y A Girl Missing prologa Love Life –expresión que puede interpretarse de diversas maneras: vida amorosa, amar la vida o, simplemente, Amor Vida, a secas– con un encuentro familiar que celebra el cumpleaños de un niño y un anciano: el hijo de Taeko y su suegro. Casada con Jiro, Taeko viene de divorciarse de otro hombre y el pequeño Keita es el fruto de esa relación finiquitada.
Tradicional y rígido, el suegro no termina de admitir el casamiento de su hijo con una mujer “usada” (ese es el cruel término utilizado durante el encuentro), al tiempo que su suegra, más conciliadora, intenta calmar las aguas con expresiones de cariño, aunque no puede evitar que se le escape un “espero que pronto tengamos un nieto propio”. Durante esos primeros minutos de proyección, la película describe ciertas convenciones y prejuicios instalados en todas las sociedades, temática universal tamizada aquí por las características propias de la cultura nipona. En ese sentido, el film de Fukada echa raíces en una extensa tradición del cine japonés, el drama familiar de intramuros, que recorre las filmografías de autores clásicos y contemporáneos como Yasujiro Ozu e Hirokazu Koreeda. Las rencillas y rencores, sin embargo, quedan sepultados ante el dolor de la tragedia más inesperada, verdadero punto de partida de la historia.
Un tablero de Reversi (juego de mesa también conocido como Othello) congelado en el tiempo y cuya disposición es protegida incluso ante un eventual terremoto, la culpa que acecha la mente y el espíritu a pesar de los hechos accidentales, el comienzo de una nueva etapa vital. Es entonces cuando Park, el padre de Keita, que años atrás abandonó a esposa e hijo sin demasiadas explicaciones, regresa desde el pasado al doloroso presente. Park es un linyera que vive en parques y refugios de Tokio y, como su nombre lo indica, es de origen coreano, con todo lo que ello implica en la sociedad japonesa, prejuicios y denostaciones incluidas. Sordomudo, a partir de esa instancia trágica pide ayuda en el centro de asistencia social en el cual trabajan tanto Taeko como su esposo, generando lógicos roces personales en la pareja, al tiempo que la protagonista, encerrada en una suerte de mutismo emocional con rasgos de automatismo, comienza a acercarse nuevamente a ese hombre que la lastimó profundamente.
El viaje interior de Taeko tiene su correlato externo en una breve travesía a la vecina República de Corea, punto de partida de una secuencia catártica que funciona, a su vez, como piedra basal del comienzo del resto de sus días. El guion, del mismo Fukada, se traslada a una puesta en escena reposada que va describiendo pacientemente los cambios internos de los personajes, confiando en una estructura narrativa tradicional y prístina, pero no por ello menos compleja. No hay nada más difícil de explorar que las emociones humanas, en particular cuando en su núcleo laten pulsiones extremas e incluso contradictorias. Es el caso de Love Life, una película sin estridencias que logra transmitir con creces los gritos ahogados del dolor y los vislumbres de la comprensión y la sanación.