“El revelar de las ollas tiene mucho contenido de esa historia que vienen sosteniendo generaciones y generaciones de mujeres y que viene a visibilizar la cuestión de un Estado ausente, un Estado que no reconoce el oficio de cocinar como un laburo y que no reconoce a las cocineras que están detrás de este trabajo, entonces nos tomamos la tarea de mostrar en imágenes lo que conlleva ese laburo: poder mostrarlas en ese rol, las horas que dedican para poder cocinar para muchas familias y no solo para la propia”, dice Yamila Aquino, fotógrafa de La Garganta Poderosa sobre esta muestra que pensaron junto a Nahir Sánchez y que se inaugura hoy y se puede ver en el Museo Casa de Ricardo Rojas (Charcas 2837). Las fotos de Yamila Aquino, Rodrigo Caballero y Paloma Cerna estarán colgadas hasta el 5 de abril.
A partir de la fotografía, lxs integrantes del movimiento se enfocan en aspectos no siempre mostrados de las villas, con la sensibilidad de ser parte de los barrios y de una agrupación que busca promover un debate que nos implica a todxs: mostrar el último eslabón de la pobreza estructural. La exhibición opera como un recordatorio que permite revelar lo que se pretende ocultar, pero está presente: la triple jornada laboral de las mujeres y disidencias, el trabajo comunitario y la importancia de su labor en las barriadas populares. Con su lucha continua, colectiva y territorial, el movimiento invita a cuestionar el accionar en la sociedad y multiplicar los reclamos que se vienen sosteniendo desde los comedores y las villas de toda América Latina.
“Es una muestra colectiva, de la que participaron otros compañeros y compañeras de otros barrios. Para mí es muy importante participar por la importancia que tiene poder visibilizar esta lucha y este reclamo que tiene mucho tiempo. La idea surgió el año pasado para mostrar el laburo de las cocineras en todo el país, se nos ocurrió cuando se presentó la ley de reconocimiento salarial”, dice Paloma Cerna, también fotógrafa de la muestra. Paloma agrega que si bien algunas de ellas reciben un Potenciar Trabajo, ahora ni siquiera está ligado al Salario Mínimo Vital y Móvil: “no tienen vacaciones pagas, ni obra social, ni aguinaldo y hacen un trabajo que debería ser garantizado por el Estado. La idea es también poder hacer visible la triple jornada porque las vecinas trabajan por fuera del comedor y del barrio, que muchas veces es precarizado, y después en sus casas no solo con sus familias sino con los problemas y necesidades de los vecinos del barrio que se acercan a sus casas en busca de ayuda”.
Una urgencia social que va en aumento
“Lamentablemente estamos muy lejos de que sea reconocido porque ahora estamos reclamando que bajen bolsones de comida para poder garantizar los alimentos, esperemos que haya alguna respuesta por parte del gobierno. Por eso nos parecía importante seguir mostrando esto, porque ahora la lucha no es sólo por el reconocimiento salarial sino para que el gobierno vuelva a bajar la mercadería que nos deben. En los barrios la crisis está siendo muy dura y es muy difícil sostener los comedores sin el Estado. Mi granito de arena, desde la fotografía, es poder retratar a las vecinas, para mí una forma de militancia para poder ayudar el laburo que hacen", explica Paloma.
La Poderosa presentó el año pasado un proyecto de ley para la creación del Programa Nacional de Trabajadoras y Trabajadores de Comedores Comunitarios. La idea consiste en reconocer y otorgar un Salario Mínimo, Vital y Móvil a quienes desempeñen un rol como trabajadora o trabajador en comedores y merenderos populares y que puedan acceder a aguinaldo, vacaciones pagas, licencias por maternidad, paternidad o enfermedades, obra social y aportes jubilatorios. En un contexto donde el 60 por ciento de la ciudadanía está en situación de pobreza, las cocineras alimentan a más de 10 millones de personas en 44 mil comedores y merenderos de todo el país: su trabajo es indispensable para garantizar el acceso a la alimentación de grupos que tienen todos sus derechos vulnerados.
Sólo en diciembre, la harina y el arroz subieron un 52 por ciento; el aceite, un 56 por ciento, y la leche, un 34 por ciento. La carne aumentó el 40 por ciento y los pañales, un 45,8 por ciento. Con estos aumentos y con la falta de entrega de insumos desde el Ministerio de Capital Humano que dirige Sandra Pettovello, la calidad de los alimentos bajó considerablemente: si el año pasado podían cocinar polenta con estofado o pollo, este año apenas pueden garantizar (y con la solidaridad de los barrios), arroz y fideos.
En enero, en la Ciudad de Buenos Aires y el Área Metropolitana, las tarifas del transporte público subieron un 250 por ciento y el Gobierno de Milei prevé medidas que elevarán los precios del gas, la luz y el agua. Según estimaciones privadas, para 2024 el Producto Bruto Interno se retraerá un 2,8 por ciento. Lo que se conoce como estanflación (estancamiento más inflación) podría llevar a que la tasa de desocupación pase del 5,7 al 7,5 por ciento y los precios de los alquileres están por las nubes desde que se desreguló el mercado inmobiliario.
En palabras de Yamila: “Usamos a la fotografía como una herramienta que visibiliza a unas guerreras en un rol de cocineras que vienen batallando el hambre en el país, sin un salario y un reconocimiento y eso habla de la humanidad y solidaridad que se genera en nuestro sector”.