Roberto Perdía fue el primer integrante de la conducción de Montoneros que, años después de la vorágine de los 70, decidió dejar su testimonio por escrito. Lo hizo en 1997 con La otra historia. Testimonio de un jefe montonero, libro al que seguría, en 2013, Montoneros, el peronismo combatiente en primera persona.
Al momento de publicar su primer libro, sí había textos de integrantes del PRT-ERP, como Julio Santucho (Los últimos guevaristas, 1988) y Luis Mattini (Hombres y mujeres del PRT-ERP, 1995). Perdía dedicó los años posteriores al indulto de 1989 (del cual se benefició junto con Fernando Vaca Narvaja, lo que derivó en el saludo personal de ambos a Carlos Menem, que les adelantó que indultaría a Mario Firmenich a la par de los comandantes de la dictadura) para sentar posición.
La otra historia apareció en un momento de revisión de los 70, pasadas dos décadas del golpe militar. Se había creado H.I.J.O.S., Adolfo Scilingo había confirmado la existencia de los vuelos de la muerte, una multitud marchaba de forma masiva al cumpirse veinte años del asalto al poder de las Fuerzas Armadas y la militancia prestaba su voz en "Cazadores de utopías", la película documental de David Blaustein.
La voz en primera persona de Perdía narró la experiencia personal que iba del golpe de 1955 a la democracia de los años 80 y los indultos. A lo largo de más de 400 páginas, Perdía contó la génesis de Montoneros y su acercamiento tras un paso por las Fuerzas Armadas Peronistas. El suyo fue el primer gran testimonio de uno de los protagonistas de los 70, que para 1972 ya estaba en la mesa chica de Montoneros.
En la introducción recordó que habían pasado "más de 25 años desde la fundación de Montoneros", lapso más que propicio para un balance que, para entonces, había hecho Alejandro Agustín Lanusse en sus Confesiones de un general, en 1994; y ahondó en el contexto de la proscripción que, sumado al auge de la Revolución Cubana, llevó a la opción de la lucha armada.
Abordó así cuestiones como la lucha por el regreso de Juan Domingo Perón, la fusión de Montoneros con las Fuerzas Armadas Revolucionarias, el asesinato de José Ignacio Rucci, el pase a la clandestinidad y la Contraofensiva. Mientras Vaca Narvaja y Firmenich mantenían silencio tras los indultos, Perdía elegía salir a la palestra y dar debate. También se refirió a las autocríticas de la conducción en los primeros años de la democracia restaurada.
Tan amplia era la idea de debate que tenía Perdía en 1997 que, en tiempos antediluvianos respecto de las redes sociales, se propuso traspasar los límites de la lectura del libro e invitó a sus eventuales lectores a contactarse con la editorial para un intercambio. "Si usted ha llegado hasta aquí y quiere seguir el diálogo, estoy a su disposición", anotó, para una invitación que se sostuvo por los siguientes 27 años.
Autocrítica en 2013
En 2013, Perdía concedió una entrevista a Martín Granovsky, publicada en PáginaI12 en ocasión de la salida de Montoneros, el peronismo combatiente en primera persona. Criticó las acciones de Montoneros después de recuperada la democracia en 1973. "Desde el punto de vista formal, porque había un gobierno constitucional. Desde el punto de vista político, porque significaba profundizar la separación que había entre el pueblo y la estructura de Montoneros". Y estimó que "con el pase a la clandestinidad posiblemente hayamos salvado vidas".
Sobre la relación con Perón expresó que "no es que empezamos a actuar por fuera de Perón. Nosotros teníamos lo que hoy se llamaría una agenda propia. Objetivos propios. Procurábamos que hasta donde se pudiera esos objetivos no confrontaran con Perón. Durante mucho tiempo esos objetivos encontraron una síntesis con los de Perón. Después no".
En otro pasaje de la entrevista se refirió a su paso por la gestión de Carlos Menem. "Trabajé en la Subsecretaría de Derechos Humanos, que dependía del Ministerio del Interior. En el libro planteo que los que veníamos del ámbito residual de los Montoneros nos equivocamos. Nos equivocamos sobre la naturaleza de esa democracia. Le dimos mayor valor que el que realmente tenía. Con el paso del tiempo se fue comprobando una degradación de esa democracia que, de alguna manera, estaba en sus inicios. No comprendimos el valor que el propio imperialismo les asignaba a las democracias".
Tampoco eludió la cuestión de la muerte de Francisco Paco Urondo. El poeta cayó en Mendoza, y había pedido a la conducción montonera no ser enviado a la provincia cuyana. "Dentro de los compañeros que venían del ámbito intelectual, Paco decía: 'Yo quiero participar conduciendo una estructura orgánica'. Lo charlé con él directamente. 'Quiero ver cómo es la experiencia y quiero hacerla', me decía. También se plantea la pregunta de por qué fue a Mendoza. Se dice que Paco habría dicho: 'A cualquier lugar menos a Mendoza'. Yo hablé con Paco y no recuerdo un planteo suyo".
También, desalentó la tesis de una decisión política de Montoneros de asesinar a José Ignacio Rucci (en rigor, el crimen fue en medio del proceso de fusión de FAR y Montoneros, sin cadena de mandos definida), admitió que "se ahondaron las diferencias con Perón y con el aparato sindical. Teníamos muchos problemas con Rucci, pero no llegaban a ese nivel" y que "estábamos entre la ambigüedad de sentir que era un hecho positivo para muchos y creer que no haría más que complicar una situación que venía compleja". Perdía subrayó, respecto del asesinato del secretario general de la CGT, que "no puedo afirmar o negar que no haya habido participación de militantes montoneros u otros. Lo que sí puedo afirmar es que ningún organismo de conducción lo decidió".
Sus palabras quedan como testimonio de los convulsionados años 70 en la Argentina.