La suba de precios en septiembre fue del 1,9 por respecto a agosto, según el Indec. De esa manera, la inflación anual acumulada para los primeros ocho meses alcanza el 17,5 por ciento, medio punto porcentual arriba de la cota superior de las metas proyectadas por el Banco Central para todo el año. El titular de la autoridad monetaria, Federico Sturzenegger, intentó disimular su responsabilidad en el yerro apelando a un anglicismo con ínfulas de saber científico: “un gap de credibilidad”. 

La política de estabilización de precios en el discurso oficial se basa en la teoría monetarista “moderna”, que combina la suba de tasas de interés con anuncio de metas para “anclar expectativas”. El impacto de la suba de tasas de interés, como la reciente suba de 1,25 puntos porcentuales en el rendimiento anual de los pases con los bancos, es ambiguo. Si bien puede frenar algo la demanda y, más relevante, contribuir a la estabilidad cambiaria nominal, por otro lado presiona sobre los costos financieros de las empresas y de los trabajadores en su rol social de consumidores endeudados que buscarán aumentos salariales que permitan cumplir con sus deudas. 

El anuncio de metas de inflación para alinear expectativas es una técnica de estabilización más propia del mentalismo que de la ciencia económica. Las habilidades de Sturzenegger como mentalista vienen mejorando, ya que mientras el primer año la inflación real supero en 15 puntos porcentuales a su meta espiritual, la perspectiva para este año es de entre 4 y 8 puntos de diferencia entre realidad e ilusión. “Puede fallar” señalaba el célebre mentalista Tu-Sam, y su discípulo del Central no se desanima ante los reiterados fallos, ya que sostuvo el pronóstico de una meta de casi imposible cumplimiento para el próximo año, donde la suba de los precios no podría superar el 12 por ciento anual.

Más allá del discurso esotérico, la política real de estabilización de precios del gobierno se basa en la combinación de dólar barato sostenido en endeudamiento y bicicleta, apertura importadora para presionar a los formadores de precios y límites a las paritarias. En este último asunto, las Metas de Inflación suelen convertirse en metas de paritarias. El sostenimiento de una meta máxima del 12 por ciento para 2018 en un contexto de inflación del 25 por ciento, muestra que la política de limitación salarial continuará en el próximo año. El grado en que se logre dependerá de la capacidad de los trabajadores organizados de defender sus ingresos en un año donde el fantasma de una reforma laboral a la brasileña amenaza avanzar sobre históricos derechos laborales.

El resultado de la política de estabilización oficial ha tenido relativo éxito en 2017 donde se pudo bajar en casi 15 puntos porcentuales la inflación, tras el pico del 40% de 2016 generado en el marco del “sinceramiento macrista”. La continuidad de dicha política en 2018 permitiría continuar reduciendo la tasa a la que aumentan los precios. La pregunta del millón es hasta donde puede llevarse esa política no sólo por el acceso al financiamiento externo, sino también por las reacciones internas frente al daño que genera en la estructura productiva y laboral.

@AndresAsiain