El viento que arrasa 8 puntos
Argentina/Uruguay, 2023
Dirección: Paula Hernández
Guion: Leonel D’agostino y Paula Hernández, basado en la novela homónima de Selva Almada.
Duración: 95 minutos
Intérpretes: Alfredo Castro, Sergi López, Almudena González, Joaquín Acebo.
Estreno: Disponible en salas.
La mayoría de las películas basadas en obras literarias reconocidas poseen una característica en común: las precede su fama. Es decir, la de los libros que las inspiraron. A ese grupo pertenece El viento que arrasa, séptimo largometraje de la cineasta argentina Paula Hernández, que adapta a la pantalla grande la primera novela de la escritora Selva Almada, también argentina. Publicado en 2012 bajo el mismo título de la película, aquel trabajo ubicó a Almada como una de las autoras más destacadas de la escena literaria local contemporánea, confirmando la calidad que había mostrado en sus libros de cuentos previos y que poco despúes refrendaría en su segunda novela, Ladrilleros (2013).
Esa encarnación previa sin duda alimentará la curiosidad de los amantes del popular libro, quienes querrán ver de qué forma la directora se las ingenió para traducir al cine el poderoso y personal universo literario que Almada articuló en su novela. Y aunque esa clase de expectativa resulta tan inevitable como válida (porque para los lectores siempre es interesante ver plasmado en imágenes aquello que hasta ahora solo existía en el plano de sus fantasías), también se hace necesario realizar una observación. La película es lo suficientemente potente y posee tantas virtudes propias como para que su vínculo con el libro acabe por resultar una cuestión que, al menos a la hora de encarar un análisis estrictamente cinematográfico, pertenece al territorio de lo anecdótico.
Por supuesto, libro y película comparten sus personajes centrales y el arco dramático que los vincula. Un pastor evangélico y su hija adolescente recorren el país llevados por su labor misionera. A partir de un desperfecto en el auto en medio del campo, recurren a un mecánico, quien trabaja en su taller al costado de un camino rural junto a su hijo, un joven con algunos rasgos que lo vuelven particular. Un encuentro forzoso, pero que para los personajes finalmente no resultará fortuito. A partir de una serie de decisiones que tienen que ver sobre todo con la elección del elenco, el relato de la película se libera de la especificidad territorial que tenía en el libro. Acá el campo puede ser cualquier campo. Incluso la acción podría no transcurrir en la Argentina y hasta tratarse de un lugar completamente imaginario. Un detalle que termina por anclar al relato en un nivel de ficción absoluta, donde "ningún lugar" puede ser en realidad "cualquier lugar".
La fotografía de El viento que arrasa por momentos resulta engañosa, haciendo pasar por propia una rusticidad que en realidad pertenece a los escenarios que retrata. En esa capacidad (tan camaleónica como generosa) de apropiarse de la naturaleza de los espacios en los que se desarrolla reside su mérito. Bien lejos de ese aparente carácter tosco, el trabajo del director de fotografía Iván Gierasinchuk resulta virtuoso no solo por su capacidad expresiva de destacar la identidad de cada lugar por el que el relato transita, si no también por el rigor casi matemático de sus encuadres, capaces de registrar con idéntica precisión y delicadeza las distintas capas que se superponen dentro de cada plano.
La película construye una atmósfera con un halo espiritual que no necesita de ademanes ampulosos para poner en escena situaciones de elocuente trascendencia. Son pequeñas epifanías las que iluminan la realidad de estos personajes simples, cuya sabiduría no proviene de la ilustración sino de un conocimiento casi intuitivo del bien y del mal. Hernández consigue que en El viento que arrasa lo trascendente encaje dentro de lo cotidiano, a través de personajes para quienes el mundo es un misterio tan real como metafórico. Un logro que se potencia en la elogiable tarea de todo el elenco, en el que se destacan el chileno Alfredo Castro y el español Sergi López, realizando otra labor impresionante.