“Cualquier animador en ciernes no debe perderse la retrospectiva de Mary Ellen Bute, sus innovaciones con lo abstracto, la forma y el uso impresionista del color combinados con la música son imprescindibles para las futuras generaciones de cineastas”, decía el aviso de una vieja agenda cultural antes de que pudiéramos ver la obra de Mary Ellen (parte de su obra) por YouTube.
¿Quién era esa directora de películas animadas que después de estudiar iluminación escénica en Yale y de colaborar con el músico Joseph Schillinger se convirtió en la década del treinta (su primer corto es de 1934) en una de las primeras cineastas en filmar animación abstracta y en experimentar con imágenes electrónicas?
Mary Ellen nació en Houston, Texas, estudió pintura en Filadelfia y antes de que el sustantivo abstracto perdiera algo de su significado le puso el ojo al color, a los órganos del color, a esas armonías que pintan la luz, los vestigios de las estaciones del año y las emociones. El cine de Mary Ellen hurga razones de ilación entre la imagen, la música y la literatura.
Formas abstractas creadas con pelotitas de ping pong, celofán, utensilios de cocina y fotografiadas a través de prismas, combinadas con anillos, triángulos, líneas sinuosas, pentagramas, espirales y luces flotantes, multiplican espacios como un caleidoscopio al compás de una partitura (la representación de esa partitura a veces es más literal que otras). Intersecciones territoriales en velocidad de flip book arman una coreografía de formas cinéticas, una animación morfológica con fuegos artificiales, belleza matemática y música, siempre música (Mary Ellen estudió instrumentación electrónica con Léon Theremin).
En Dada (1936) juega con las sombras y en Tarantella (1940) con la exaltación revoltosa en inspiración Kandinsky y con música de Edwin Gerschefski. Su primera película: Rhythm in Light (1934, duración: 5 minutos, de 35mm, música: “Anitra's Dance”, Peer Gynt de Edvard Grieg) se estrenó en 1935 en el Radio City Music Hall de Nueva York. No fue la única. Algunos cortometrajes musicales abstractos de su serie “Seeing Sound” (Synchromy No. 2 (1935), Dada (1936), Parabola (1937), Escape (1937), Spook Sport (1939), Tarantella (1940), Polka Graph (1947), Color Rhapsody (1948), Imagination (1948), New Sensations in Sound (1949), Pastoral (1950), Abstronic (1952) y Mood Contrasts de 1953 con música de Rimsky-Korsakov y Shostakovich) también se estrenaron en salas comerciales y fueron vistos por miles de personas porque los pasaban antes de que empezara la película así como ahora se pasan los trailers.
En 1940 se casó con el director de fotografía y cámara Ted Nemet con quien fundó la compañía Expanding Cinema. En 1956 produjo The Boy Who Saw Through, una película con Christopher Walken adolescente. Durante años trabajó en dos proyectos que no pudo completar, el primero era la adaptación de La piel de nuestros dientes de Thornton Wilder y el segundo, una película sobre Walt Whitman.
James Joyce tuvo mejor suerte porque después de un proyecto que duró casi tres años Mary Ellen estrenó Passages from James Joyce’s Finnegans Wake (1966), su único largometraje (1h 32 min), con música de Elliot Kaplan y protagonizada por Peter Haskell, Jane Reilly, Page Johnson y Paddy Croft y nombrada como “el mejor debut del año” en el Festival de Cine de Cannes. Una joya desconcertante para quienes la vieron completa (algunas escenas están en YouTube). La cineasta pionera que dibujaba en la luz y despertaba la ilusión del espacio tridimensional con colores arremolinados fue homenajeada en el Museo de Arte Moderno de New York en abril de 1983. Murió unos meses después, en octubre.