El cachetazo a Borges

–Borges era mi compañero de banco en el colegio. Yo le encajé un cachetazo y me echaron del colegio... cuando lo vea... él está ciego, ahora... pero le tengo que decir: si en vez de echarme a mí solo del colegio te echaban a vos también, te hubieras ganado el Nobel. 

¿Qué edad tenían?

  –Doce años. O trece, era primer año.

¿De qué colegio?

  –Colegio Manuel Belgrano en la calle Santa Fe entre Anchorena y Larrea.

¿Y qué pasó?

  –él era un enclenque, un anteojo, no hacía más que estudiar. Y yo jodía todo el tiempo, tenía hondas, no paraba. Eran pupitres dobles y el que estaba al lado no podía estudiar. Un día me hizo enojar, me levanté, le hice ¡prac! y me mandaron a la dirección. Cuando me echaron no le dije a nadie por dos años. Mi padre era un hombre de lo más severo y no admitía réplica, me hubiera echado de casa para que trabaje de albañil. No fui más al colegio y me lo pasé en la calle. Conocí Puente Alsina, me metí en los quilombos, me conocí todo lo que no conoció Borges. Borges nunca escribió lo que sintió sino lo que imaginó. Nunca fue a un quilombo y conoció a una mujer como a los cincuenta años. A los quince yo me conocía todos los quilombos, los bares, jugaba al billar... lo que es una vida, carajo. Cuando Borges escribe sobre Buenos Aires me da risa. Estará muy bien escrito, pero no es. El no vio esas cosas nunca. No sé cuál es tu opinión sobre Borges, pero no es el mejor escritor argentino.

Es un gran escritor internacional.

  –De eso no cabe duda. Pero él nunca sintió lo que escribía.

Ernesto en Venezuela

“Mi hijo fue arrestado y maltratado en Colombia, en su segundo viaje. Logra salir del país como peón en un vuelo que llevaba caballos a Caracas, viajando en un hueco entre los animales y la carga, sentado en el piso con un peón. Yo le mandé un poco de plata y una carta de mi hermano Marcelo para un millonario venezolano que él conocía, una carta de presentación. El problema fue entregar la carta, porque Ernesto andaba hecho un reo de lo último, el pantalón roto, en alpargatas con agujeros… ropa de presos. ¡Un desastre! Me contó que no pasaba de los mucamos y los mayordomos, que andaban de librea en esa época. Me acuerdo una frase de Ernesto, que los sirvientes le tenían una desconfianza total pero cuando finalmente pudo encontrar al millonario, le abrió la puerta y lo hizo pasar como a un igual. ‘Nos atendió como camaradas’, me dijo el pobre Ernesto...”.

Historia de Celia

“Yo la conocí a Celia de la Serna cuando ella tenía 17 años e iba a entrar de monja, y yo ya era socialista y muy lector de Marx. Yo era muy amigo de un hermano de ella, Arturo, que también era amigo de los Echagüe, éramos un grupo muy unido. Pero cuando Arturo se dio cuenta de que la estaba afilando a Celia me empezó a tratar mal. La cosa es que Celia tenía una tía que estaba debilcita, con mucha fiebre. Yo mandé venir a mi médico, un argentino que vivía en México para que la atienda y se da cuenta que Celia también está enferma y la manda quedarse con la tía, no moverse. Piense que en esa época todavía no había antibióticos. Celia se recupera a los veinte días y se da cuenta de la bronca que me tiene la familia. Arturo le dice que yo me quiero casar con ella por la plata que tenía. Yo no era pobre, no vivía nada mal, pero nosotros no teníamos el dinero que tenía ella. Entonces decidí darle una paliza a Arturo”.

“Le dije a Celia que me iba a batir con el hermano y ella se desesperó. ‘No podés, si vos lo matás a mi hermano, yo no te puedo ver más. Y si él te mata, no puedo verlo a él más’. Yo era buen tirador, medio que campeón de tiro, y le dije ‘le voy a volar los sesos a tu hermano’. Ella lloraba”.

“La cosa es que Arturo de la Serna anduvo escapándome como por 15 días, por nervios de que le de un trabucazo. Yo me compré un bastón de guindo, bien duro, de los que no se parten, por si me lo cruzaba. ¡Le iba a romper el lomo a bastonazos!”

“Al final, Celia me dice que no vuelve más a su casa, que se queda con la tía. Yo le dije que nos casemos, pero el problema era que ella era menor de edad. Fui a un juez, los De la Serna intentaron pararnos, pero cuando se dieron cuenta de que no nos podían parar aflojaron. Eso sí, nombraron administrador de todo lo que tenía Celia a Arturo... que juró que no podíamos tocar un centavo sin consularlo a él”.

“Al final compré una tierra en Misiones para hacer un yerbal. Nos casamos y el viaje de bodas fue al campito ese. Yo hice el yerbal en persona, trabajando. No se crea el infundio de la familia de Celia que ella lo pagó. El campito ese nos dio de comer por muchos años, cuando vivíamos en Alta Gracia y después”.

“Y Celia se hizo más socialista que nadie. Era muy explosiva y Ernesto heredó mucho de ella. ¡Había que verla discutir! Tuvimos malos momentos... peleas... pero esas no son cosas para andar publicando”.

“El otro día, para mi cumpleaños, el embajador soviético me mandó una carta muy linda diciendo que me felicitaba por ser el que había puesto al Che en el camino del socialismo. Le contesté agradeciendo y corrigiendo que quienes lo habían puesto en el camino del socialismo eran Marx, Engels, Lenin y su mamá”.