“¿Cómo se sigue? Es la pregunta que me hice y todavía no me pude responder.” Hace más de treinta años Jaime Hoyos Torres llegó de Tarija. De su Bolivia natal directo a Pereyra, en las inmediaciones de La Plata.
Es uno de los miles de agricultores familiares que integran el cordón frutihortícola platense y al que las últimas lluvias lo "dejaron sin nada”. En un escenario de abandono por parte del Gobierno nacional, este viernes se movilizará junto a otros productores a la vera de la Ruta Nacional N°2 para visibilizar la situación del sector.
“Es un daño material, pero también psicológico, porque ves como caen las piedras y tu producción se hace añicos en diez minutos”, cuenta a Buenos Aires/12. Ríe del otro lado del teléfono. Dice que lo hace "para no llorar". “Esto te deja en shock, mirás para todos lados y no sabés para donde ir”, señala.
Se define como productor agroecológico, porque en sus cinco hectáreas ya no usa pesticidas. Vive con su esposa y sus tres hijos varones que le dan una mano en las labores del campo, porque no tiene empleados. “Por eso se habla de agricultura familiar”, remarca.
Su vida como agricultor, relata, es “día a día”. Su cotidianidad consiste en preparar las jaulas de acelga, zapallitos, morrones, remolachas o berenjenas, y al otro día venderlas en la puerta de la quinta. “A culata de camión”, dice, en referencia a la modalidad de que un transportista, puestero o intermediario recorre las chacras y va comprando.
Estos días, cuenta Hoyos, “la mente labura a mil por hora y a la vez se estanca”. Asegura que perdió toda su producción y que se le "destruyeron" los invernaderos. “Pasé muchas en estos treinta años, pero nunca así”, afirma.
Esa situacion, aclara, nos está únicamente vinculada al golpazo climático que recibió en las últimas horas, sino que se relaciona con un elemento que nunca vivió con la preocupación que lo embarga actualmente: la economía.
“Todo fue tan de golpe y tan rápido, que nos quedamos sin rumbo, realmente en enero y febrero ya no tuvimos rumbo”, subraya el agricultor.
“Quedamos liquidados con la inflación, porque los precios son una cosa de locos, donde tenés que decidir entre alimentar a tu familia o invertir para trabajar”, cuenta, y arriba a una de las pocas conclusiones a las que puede alcanzar: no volverá a construir los invernaderos que se llevó puestos el temporal.
Plantará “todo a campo” porque no va a contar con los recursos para comprar, por ejemplo, el rollo de nylon que en diciembre pasó de menos de cien mil pesos a 250 mil. Necesita, al menos, uno por invernadero. Contaba con más de diez. A lo que, remarca, hay que sumar las maderas y los clavos.
Habla del aumento en el combustible, que en la quinta es uno de los insumos “indispensables” para desarrolar la actividad. “Y, además, se nos disparó la luz”, agrega. “Acá no tenemos internet, por lo que nos lleva mucho gasto recargar los celulares para que estudien los chicos”, continúa repasando costos.
Además, considera Hoyos, hay “algunos insumos que viajan en avión mientras los productores lo hacen en tortuga”. Cuenta que hoy en día, al comprar fertilizantes, le sacan el precio en el momento con una calculadora en relación al valor diario del dólar.
Y apunta, también, a los precios en el supermercado. “Te hacés un gasto enorme y salís con dos o tres cosas nomás”. Asegura que no logra comprender como en una verdulería “hay cosas que valen entre un 100 y un 150 por ciento más de lo que se me paga a mí”.
Pero más allá de lo que hoy le toca atravesar sostiene que “hay que seguir”. Espera que el Ministerio de Desarrollo Agrario de la Provincia le “dé una mano”, algo que, reconoce, ya pasó en otras ocasiones.
Y este viernes, en cooperación con sus compañeros de la Federación de Trabajadores de la Economía Social (Fetraes), marchará para que también sea el Gobierno nacional el que deposite su atención ante lo que les toca padecer, un actor que hoy no aparece.
La movilización
Hoyos es uno de los productores que se encolumna en el “ala rural” de Fetraes. Allí, Néstor Villacorta es uno de los referentes del espacio. Al frente de una huerta en el Parque Pereyra Iraola afirma que representa a dieciocho organizaciones entre cooperativas y asociaciones que tienen una producción de baja escala y que involucra laboralmente a 3.600 familias.
“Algunos muchachos ya están vendiendo su camioneta o algunas herramientas para poder seguir”, cuenta Villacorta a este medio. En este marco, desde las 10 de la mañana de este viernes, anuncia que los productores reducirán carriles sobre la Ruta N°2 a la altura del cruce con la Ruta N°36 para visibilizar su padecer.
Desde el Gobierno Nacional, asegura, la ausencia es total. “Sumale que ahora cerraron el Instituto Nacional de la Agricultura Familiar, Campesina e Indígena (Inafci), donde antes podíamos presentar petitorios y había un presupuesto que nos ayudaba ante estas situaciones”, relata el dirigente en relación a uno de los últimos anuncios del presidente Javier Milei.
En coincidencia con el relato de Hoyos, Villacorta remarca que las lluvias dejaron un saldo demoledor en la zona del cordón platense, con rotura en los techos de invernáculos y pérdida de producciones que pueden significar más de seis meses de trabajo previo. Agrega que las ventas cayeron un 40 por ciento y que todo el abanico de problemas de costos que existía se agravó en profundidad con la devaluación del 118 por ciento que dispuso el ministro de Economía de la Nación, Luis “Toto” Caputo.
Al listado de costos que “no dejan de elevarse”, Hoyos agrega tres variables más que trastocaron la ecuación de los productores. Apunta a los aumentos de más del 150 por ciento de los combustibles que hace elevar el precio de cualquier insumo y de la logística en fletes, el valor de los fertilizantes “que encima de que vale en dólares muchos te lo fraccionan y te cobran mucho más”, y el hecho de que el 95 por ciento de los productores de la agricultura familiar alquila con precios que se “dispararon”.
“Vamos a presentar un petitorio ante el Ministerio de Desarrollo Agrario de la provincia, con quien sí tenemos diálogo siempre, donde explicamos que desde el relevamiento que hicimos consideramos que se debe pensar en una ayuda de hasta cinco millones de pesos a los más de 3 mil productores afectados para salir de esta situación”, apunta Villacorta.
Explica que el trabajo conjunto con el ministerio que conduce Javier Rodríguez hoy le permite “ya estar cargando en la página web la situación de los productores de la agricultura familiar afectados por las tormentas”. Dice que son más de tres mil, entre los que él representa.
La agricultura familiar
Según Miguel Gómez, el ex director del Inafci, el instituto definido como un “curro” por el presidente Milei, alrededor del 60 por ciento de la producción frutihortícola del país proviene de la agricultura familiar. Ese número llega a 70 cuando se trata estrictamente de verduras.
En lo que respecta al cordón platense, se estima que provee el 75 por ciento de las frutas y verduras que consume la provincia de Buenos Aires.
El sector agrofamiliar no llegan a la escala de pequeños productores. Para hacerlo, subraya Gómez, deben trabajar de forma colectiva, en asociaciones y cooperativas.
Este mecanismo es el que transita Villacorta, ya que en conjunto con otras cinco o seis cooperativas administran un galpón y elaboran bolsones de frutas y verduras a un precio más accesible. Participan, por ejemplo, del programa Mercado Bonaerense, mediante el cual recorren plazas de distintos municipios, lo que facilita la venta directa.
“La venta mayoritaria sea hace a intermediarios de alguno de los mercados centrales, donde el productor saca a la tranquera la mercadería y vienen y te la pagan el precio que ellos quieren según como venga la demanda, y vos no podés especular porque lo que vendés no lo podés guardar”, detalla el dirigente.
Explica que, en muchas ocasiones, el agricultor recibe “mil pesos por un kilo de lechuga que después sale tres mil o más en un supermercado”.
Producto del combo entre la fuerte suba de precios de los insumos y la caída del consumo, muchos agricultores ya no contratan un ayudante para trabajar en las quintas o para acompañarlo en la carga y descarga en los mercados centrales. “A principios de año muchos compañeros se volvieron a su país”, subraya Villacorta.
Explica que integra una multisectorial compuesta por el Movimiento de Trabajadores Desocupados, la Unión de Trabajadores de la Economía Popular y el Frente Agrario, entre otros espacios.
Durante los últimos días su preocupación se potenció por el mensaje del Gobierno nacional sobre la apertura de importaciones sobre los alimentos. “Ya lo vivimos con Menem”, asegura. “En aquellos años entraban cajones de tomate a 40 pesos y nosotros lo podíamos vender a 80”, recuerda.
Desde su experiencia, eso se debe a que los acuerdos comerciales llevan a que, por ejemplo, un productor brasilero pueda exportar a Argentina tres mil cajones de tomates “sin importarle si eso se vende o no”.
“Yo no puedo cargar en el camión más de lo que creo que voy a vender en el mercado porque lo puedo perder, es un gasto ir y venir, y no tengo ninguna venta segura”, remarca Villacorta.
Además, sostiene que en esos acuerdos los precios pueden rebajarse porque “el país que te vende los tomates quizás consigue beneficios para comprarte motores, entonces subsidia al productor de tomate y le resulta rentable”.
Con esta modalidad, resalta, se perdió durante mucho tiempo la plantación de cebolla en la región, algo que pudo recuperarse en los últimos años.
Espera que se puedan rever las últimas medidas porque, asegura, “se está asfixiando a agricultura familiar”.