Sobre el mito del Che Guevara
No puedo hablar del mito, porque no existe tal mito. Esa palabra, que en sentido estricto significa “relato de tiempos fabulosos basado en hechos reales”, hoy se vulgarizó y usa comúnmente como sinónimo de “fantasía” o de “leyenda”. Su nombre (el del Che), es un símbolo por el cual se lucha no como lucha pasada sino presente. Esta lucha no ha terminado sino que recién empieza a desarrollarse.
Hoy su nombre simboliza la liberación de las clases oprimidas del yugo de las clases dominantes. Clases dominantes que han tomado la forma de imperialismo internacional, de colonialismo, de gobiernos policíaco-militares al servicio de los intereses extranjeros, con sus consecuentes aparatos de represión.
Para estas clases dominantes viene bien identificar al Che Guevara con un “mito”. Pero el Che sigue siendo el abanderado de una lucha sin cuartel en plena vigencia.
La difusión de su nombre no siempre ha obedecido a propósitos idealistas, muchas veces ha tenido una finalidad comercial, pero el hecho indiscutible es que cada día se difunde más su nombre y mientras más se lo conozca habrá mayor interés en averiguar el origen de su lucha, vale decir su ideología.
De este modo distintos fines coinciden en el mismo resultado: el interés mundial por conocer su persona y sus ideas.
Sobre las ideas políticas del Che
Vi la actividad revolucionaria de Ernesto como consecuencia directa de su formación política. Combatió contra la invasión de la CIA a Guatemala defendiendo el gobierno de Jacobo Arbenz, invasión dirigida por el coronel guatemalteco Castillo Armas -uno de los tantos militares vendidos, pelele, al servicio del imperialismo yanqui. No otra actitud podría haber tomado el Che dado su convencimiento de que la única manera de frenar al colonialismo norteamericano era combatirlo en cualquier parte donde se presentase.
Cuando Ernesto conoció en Méjico al Dr. Fidel Castro no sabíamos exactamente cuál era la posición política de aquel. Nosotros desconocíamos su trayectoria, por ignorancia nuestra, pero cuando nos enteramos del contenido de la revolución cubana puse a la disposición de sus representantes residentes en Buenos Aires mi estudio, donde funcionó uno de los primeros Comités del 26 de Julio en América Latina.
En cuanto a la actuación de Ernesto en la invasión a Cuba dirigida por el Dr. Fidel Castro, caben los mismos motivos que lo impulsaron a tomar las armas a favor de Arbenz. Pero esta vez con un conocimiento más profundo de la revolución en marcha y un entrenamiento revolucionario más adecuado. Evidentemente esta era otra etapa de maduración política.
No fue ningún error llevar a Cuba hacia un proceso de industrialización. Creo, por el contrario, que fue un gran acierto. Ese país, que en material industrial estaba prácticamente en cero, tenía como único abastecedor a Estados Unidos. El bloqueo imperialista impuesto a Cuba por esa nación y por las domesticadas naciones americanas obliga a Cuba a elegir uno de los dos caminos: o comprar artículos industriales en Europa, gastando divisas imprescindibles para un país en plena lucha por su desarrollo, o crear una industria propia.
La industrialización iniciada por el Che Guevara ha dado muy buenos frutos y su curva ascendente hace pensar que en muy pocos años llegará al autoabastecimiento.
Sobre la guerrilla en Bolivia
Ernesto salió de su país (Cuba) con la decisión inquebrantable de luchar por la liberación económica y social de Latinoamérica del yugo imperialista yanqui. En el transcurso de su actuación como ministro en Cuba, su decisión se proyecta hacia la liberación mundial de las clases oprimidas. Cumplida la etapa de consolidación de la revolución cubana, su misión era combatir fuera de la Isla.
Nadie le ordenó ni lo incitó en tal epopeya, pero desde el Dr. Fidel Castro hasta cualquier revolucionario cubano, todos estuvieron de acuerdo con su proyecto, que fue el resultado de un profundo análisis de la situación económica y social del mundo. Tal análisis evidenciaba que en Bolivia se estaban dando las condiciones básicas para el triunfo de la revolución social.
Nosotros sólo supimos de su presencia en Bolivia cuando él ya estaba actuando allí por la liberación del pueblo boliviano.
A los dictadores de las naciones americanas al servicio de los Estados Unidos les viene muy bien destacar el fracaso de la liberación boliviana. Pero no ha habido tal fracaso. A pesar de los desesperados esfuerzos de los EE.UU., que ha hecho de Bolivia un bastión de la CIA, la revolución campesina y urbana sigue implacablemente su curso, comenzado en los montes de Santa Cruz de la Sierra en el año 1967 por mi hijo Ernesto. Otra vez en los montes bolivianos recomienza la gran revolución liberadora americana. El tiempo tiene la palabra.
Todos los diarios al servicio de los intereses norteamericanos en América Latina han venido publicando el fin de la guerrilla rural. Pero este fin no existe sino en los papeles de la prensa amarilla que gasta millonadas de dólares para convencer al oprimido pueblo latinoamericano que es inútil combatir con guerra de guerrillas al poderosos y adiestrado ejército opresor yanqui.