El viernes 22 de marzo, cuando salga a tocar a las 19, el grupo argentino de música electrónica Klauss hará historia en el Museo Nacional de Bellas Artes. El laboratorio sonoro liderado por Ernesto Romeo prepara una performance inspirada en 12 pinturas de la colección permanente de la institución. “Me alegró la invitación que me hizo el museo”, dice el tecladista y compositor. “Primero, porque desde chico soy amante de las artes plásticas y en especial de la pintura. Mi madre era pintora. Y luego, porque el Museo está arraigado en mi vida. Fue mi único acceso a cierto tipo de obras hasta que pude salir de Sudamérica a mis 37 años”.
“Contrastes y equivalencias en un puente fugaz” es el título de la pieza sonora que tiene como punto de partida el impresionismo. “Cuando me hicieron la propuesta, se me ocurrió que el recorrido podía ser una composición musical que acompañara cierto desarrollo que hay en las artes plásticas”, explica Romeo. “Desde el impresionismo hasta los años '80 del siglo XX, donde existe un interés expresivo por el color. De alguna manera, la emancipación del color y del ruido en la música la toma de la forma. No sólo como una entidad simbólica sino también emocional. Me pareció un vínculo que se puede trasladar de la música a la pintura y viceversa. Que se llame impresionista el movimiento musical que aúna a Debussy y Ravel, y que tenga una analogía casi literal con los cuadros de Monet, me pareció adecuado”.
Como adelanta Marianella Baladan en el texto curatorial del evento organizado por la Asociación Amigos del Bellas Artes, “Klauss incorpora en su devenir las relaciones sonoras y formales que vinculan a la pintura con la musicalidad moderna y la electroacústica”. Romeo agrega: “La electrónica tiene una forma compositiva con muchos puntos en común con el arte abstracto. Las primeras dos piezas que vamos a trabajar tienen que ver con el impresionismo y el post impresionismo. Después vienen otras piezas relacionadas con el arte abstracto y geométrico, en donde el color, la forma y el ritmo están muy vinculados a aspectos cruciales de la música electrónica y de la electroacústica, pero también a cierto tipo de electrónica más vinculada al rock e incluso a música como la de Kraftwerk”.
Conformada por tres partes, la performance tiene como materia prima obras de autores de la trascendencia de Paul Klee, Joaquín Torres García, Alejandro Xul Solar, Jackson Pollock, Manuel Álvarez, José Antonio Fernández Muro, Alberto Greco, Ernesto Deira, Manuel Espinosa y Anselmo Piccoli. “En la sección que arrancamos con Pollock haremos una relación entre el ruidismo, el manchismo y los granos. Y cómo se estructura esto hacia una nueva figuración, a partir de la década del '60”, describe el también productor, gestor cultural y docente. “Vamos a hacer un vínculo del primer cuadro de Monet con la primera obra de música concreta, de Pierre Schaeffer, que es de 1949. También trabajaremos con sampleos que hizo Isao Tomita de obras de Debussy y de Ravel, con armonizaciones nuestras hechas con sintetizadores”.
Amén de la representación de la dialéctica que se fue estableciendo entre artes visuales y música electrónica, hay una pregunta que secunda a la propuesta: “Si las obras de arte fueran piezas musicales, ¿cómo sonarían?”. Es por eso que la actividad contará asimismo con la artista digital Maga Suescun, quien producirá “un diseño progresivo de imagen en movimiento a partir de las obras pictóricas de la colección que serán intervenidas, procesadas y afectadas por efectos digitales audioreactivos”. “Es una obra electroacústica y audiovisual que incorpora grabaciones de sonidos reales, recursos de la música concreta e instrumentos acústicos procesados. Además de sintetizadores modulares”, ahonda el músico. “Lo de Maga tendrá cosas reactivas a las señales de audio que tocaremos, que acompaña a este desarrollo de lo musical y lo audiovisual”.
Con el paso de los años, se fortaleció el diálogo entre la música electrónica y el museo como espacio de mediación de los sentidos y del lenguaje. Por eso es cada vez más frecuente ver a figuras tanto del perfil más experimental del género como de la pista de baile colmando residencias y retrospectivas no sólo en la Argentina sino también en el resto del mundo. Desde Pablo Reche y Jorge Haro en el porteño Museo Casa de Yrurtia hasta Jeff Mills en el parisino Louvre, pasando por Ryuichi Sakamoto en el chino M Woods. “Esta será la primera vez que haya música electrónica dentro del Museo Nacional de Bellas Artes. No conozco otro registro anterior”, afirma Romeo, coorganizador en el marplatense Museo MAR del festival Pleamar. “Eso me llena de alegría porque demuestra cómo los prejuicios se van rompiendo”.