Fiel a su nombre, Guerra de Cerdos es una banda de guerrilla. Un combo hardcore punk que reconoce como influencia la escena gregaria de la vieja BAHC, pero que al mismo tiempo actúa con acción foquista: ahí están todos su provocativos flyers dispuestos a horrorizar al más circunspecto liberotario, tal como les pasó en diciembre, cuando dibujaron a Milei apuntado con un arma y los fanáticos del presidente sabotearon la fecha. "Hubo mucho agite de trolls conocidos y lo suspendimos solo porque amenazaron con poner una bomba en el teatro y la gente del lugar se asustó. Nosotros, en cambio, les contestamos… y nos acusaron de bullying. Al final son todos unos mamis", desafía Tapita Meinhof, el guitarrista y cantante cofundador de la banda.
Para el show de este sábado en La Cultura del Barrio (LCDB), donde presentarán su flamente EP Como la bala que se ahoga en sangre, redoblaron la apuesta: se ve a Hebe de Bonafini pisando con un borceguí a la negacionista Victoria Villarroel mientras Javier Milei escapa con la banda presidencial del Dictador de Costa Pobre, un personaje de Alberto Olmedo que representaba al presidente de una republiqueta cipaya y bananera. Y el recital anterior había sido ilustrado con un dibujo en el cual Milei era copulado por un mastín inglés mientras la prensa se preguntaba por el destino de sus perros, hasta ahora desconocido.
La estética del grupo va de la mano con su discurso poético anclado entre el anarquismo, la izquierda y un fuerte marco teórico: antes de escribir, Tapita y su pandilla leyeron mucho, construyeron su cosmovisión y recién ahí salieron a dar su propia batalla cultural a la carga de letras y dibujos que no titubean. El ejemplo está en el arte de Cambiemos / Con la guita de tus impuestos, un EP de 2017 que en dos semanas agotó su tirada pese a que alguna disquería de Chacarita prefirió esconder los vinilos por la protesta de su clientela.
Una vez, en un festipunk en Morón, hicieron un comentario sobre la gente que había votado a Macri y alguien del público se les tiró encima en el escenario sin saber que los músicos practicaban boxeo y muay thai, por lo que fue rápidamente repelido. Recién con el tiempo supieron que se trataba de Fernando Sabag Montiel, acusado de atentar contra Cristina Fernández de Kirchner. En otra oportunidad les salió una fecha en La Rioja, pero fueron expulsados por la policía a la segunda canción. "Había más policía que público, jaja. Nos mandaron a la División de Investigaciones, un delirio. Encima los vendedores de discos estaban asustados con nuestras tapa", dice Meinhof.
"Nos consideramos una banda del llamado rock nacional, aunque el concepto me moleste, porque parece una etiqueta de la industria discográfica para los artistas conocidos, mientras que si llevas treinta personas te quedás afuera", sostiene Tapita. "Para mí, la concepción de rock nacional tiene que ver con un posicionamiento frente a la realidad, aunque no sea uniforme porque, como todo espacio cultural, es una arena en la que nos matamos por imponer sentido. Como en la calle, en un trabajo o en cualquier lado."
"La cuestión es si lo que se impone es algo que va en pos del progreso y el bienestar de los seres humanos, o si se usa para defender los delirios mesiánicos de un artista, el yoísmo exacerbado y el egocentrismo y la falta de solidaridad absoluta, o las visiones totalmente desordenadas por ciertos pensamientos toxicomaníacos que ves hoy en muchos de los referentes", agrega el cantante.
"El arte puede ser diez veces más reaccionario que una monarquía absolutista, por eso no hay que caer en esos preconceptos del artista bueno y la política mala. Personalmente entiendo a la música como un agente de cambio y hacemos todo para que eso suceda, pero no creo que sea una obligación de todo artista."
Listos para presentar su último disco en La Cultura del Barrio, Guerra de Cerdos asume una postura política sin desentenderse de que también tienen "canciones de amor, desamor y cuestiones personales". En el fondo, según Tapita, hay un propósito: "Sacarnos la angustia, la bronca y el sufrimiento a través de un objeto artístico para no trastornarnos".
"Nos encantaría vivir de la música y que el grupo se solvente, pero bueno, por el momento es un proyecto de banda casi clandestina que subsiste y a la que le va bien medianamente con esa lógica. O sea: tenemos objetivos chiquitos y concretos que cumplimos, pero no nos morimos por la guita. No es por ahí. Simplemente creemos que tenemos algo para decir y otro de los objetivos que tenemos es no ser ignorados. Aunque si nos ignoran tampoco nos importa mucho: igual vamos a seguir molestando por ahí."