I
Yo cantaré a los humildes
Los de lengua trabada
y ojos ciegos
aquellos a los que el amor hirió
sin derrumbar.
Cantaré el gesto
de los que piden y no logran
la resignación de los santos
la sonrisa velada e inútil
de los hombres que se conforman
Yo cantaré a los humildes
Al hombre sin amigos
Al amante sin esperanza
de retorno
Cantaré el grito
de escucha universal
y de misterio nunca develado
Seré el camino
la boca abierta
los brazos en cruz
la forma
Hacia mí
vendrán los hombres desconocidos
II
Lo que quedó de mí
más allá de mí misma
no lo sé
Ni lo digas a los niños
porque en lo que quedó
la palabra de amor
está partida
imperceptible sombra
de flor en el frágil ramo.
Ni lo digas a los hombres.
Era el río
y antes del río había arena.
Era playa
Y después de la playa estaba el mar.
Era amigo
¡ah! Y si hubiera existido
quién sabe resultaba eterno.
Nada quedó de mí
más allá de mí misma.
Tenue voluntad de poesía
e incluso eso
Imperceptible sombra
de flor en el frágil ramo.
XI
Amado, cuando mueras
mil estrellas color sangre
vendrán a cubrirte el pecho.
Una de ellas quedará
Entre los dedos perdida.
A otra vas a contarle
del libro que no hiciste
el rezo que no aprendiste
y las ganas que tuviste
de ver a un amigo llorar
llorar por tu culpa.
Y todos van a notar
el agua clara en tus ojos
y la sombra en tus cabellos
y la pena que va a crecer
en tu corazón de luto.
Pena de aquellos que quedaron
consumidos en la incertidumbre
o pena de esa amante
que no supo decir nunca
lo que soñaste oír.
Los hombres van a llorar
en el momento de tu muerte.
Porque dirás a las estrellas
todas las cosas calladas
que sólo a mí me revelaste.
Versiones de salvador biedma