La forzada foto de Javier Milei y Victoria Villarruel a los abrazos en la Casa Rosada, el supuesto desayuno con charlas amistosas y galletitas de agua en el despacho presidencial, y las tibias desmentidas respecto a sus peleas cotidianas, no fueron suficientes para disimular las disputas de poder que percuten al Gobierno y que superan la línea de flotación del Presidente y la vice. Las explosivas declaraciones televisivas de Villarruel, en las que marcó y remarcó sus diferencias con el mandatario, expusieron también el frente abierto que tiene con Patricia Bullrich. Enfrentadas desde el comienzo de la gestión, la vicepresidenta lanzó el jueves su primera granada pública contra la ministra, al rechazar la intervención de las Fuerzas Armadas en cuestiones de seguridad interna. Recibido el impacto, Bullrich redobló la apuesta: pidió "superar los miedos" respecto a los militares y advirtió que está preparada para dar el "debate". Como telón de fondo, el entorno de la extitular del PRO sospecha que Mauricio Macri está detrás de las maniobras de la vicepresidenta. Enfocado en el programa económico, Milei --por el momento-- prefiere no responder ni ser el "jamoncito" del medio de ninguna interna.
"No somos una manada que vamos todos juntos siempre opinando igual", lanzó el vocero presidencial, Manuel Adorni, en su habitual conferencia de prensa. Fue la vuelta semántica que encontró para hacer equilibrio entre los cuestionamientos que Villarruel lanzó sobre aspectos clave de la gestión libertaria --el rol de las Fuerzas Armadas, los postulantes para la Corte Suprema o los sueldos de los funcionarios públicos, por ejemplo--; y la bajada de línea oficial que indica que "no hay peleas ni internas" en el Gobierno. "Tiene opiniones que muchas veces pueden no coincidir", agregó para bajarle el tono a las críticas. Incluso valoró como positivo el nuevo apodo que la vice le puso al Presidente: "¿No es cariñoso que te digan 'jamoncito'?", preguntó con sorna. Como se sabe, la vocería no es una tarea sencilla y menos cuando se intenta tapar con dos manos los múltiples conflictos que están a la vista de todos.
En el capítulo internas, esta semana tomó impulso una pelea que viene escalando desde noviembre del año pasado: la silenciosa disputa entre Villarruel y Bullrich. La ministra de Seguridad expuso ayer su enojo, luego que la vicepresidenta se haya manifestado “en contra” de la intervención de las Fuerzas Armadas en los operativos contra el narcotráfico; una medida que anunció con bombos y platillos junto al ministro de Defensa, Luis Petri. “Está claro que es un momento de la historia que todos conocemos y que los militares le tienen miedo, pero hay que superar los miedos que hemos tenido en la Argentina como estamos superando los miedos en todos los campos”, sentenció en clara alusión a la titular del Senado.
La postura de Villarruel –y de gran parte de la familia militar- había sido clara desde la campaña electoral. “La función de las Fuerzas Armadas no es combatir a civiles” y “el narco es un civil”, argumentó. “Creo que había quedado claro con el tema de los 70', cuando se combatió al terrorismo. ¿Dónde están los que lo combatieron? Presos”, concluyó, sin más explicaciones.
En el entorno de Bullrich son lapidarios con Villarruel. Consideran que aún "no superó la dictadura" y que su mirada esconde "un dejo de venganza". En palabras de la ministra, la vicepresidenta quedó "paralizada" en la década del 70'. Además, le respondió directamente, al resaltar que los genocidas están presos por los "métodos" que utilizaron durante la represión y no por "combatir a terrorismo". Esa afirmación, en particular, generó la furia de las organizaciones pro-represores.
Las diferencias entre una y otra, no obstante, no se ciñen solo a la última dictadura, sino también a la gestión. Los laderos de Bullrich ponen en duda que Villarruel esté capacitada en Defensa y Seguridad. "Está rodeada de generales viejos y tiene una visión muy antigua sobre cómo se resuelven los problemas de seguridad", le endilgan. No es una crítica inocente ni constructiva. Milei, antes de ganar las elecciones, le había prometido a la vicepresidenta hacerse cargo de esos ministerios. No haberlo cumplido fue el primer gran encontronazo que tuvieron. "Obviamente, no me agradó", admitió Villarruel. "Me hubiera gustado porque había trabajado varios meses. Poder darle mi impronta, son temas que manejo, estudié, me preparé", dijo decepcionada luego de cuestionar la propuesta de modificar la Ley de Seguridad interior para poner a los militares a combatir el narcotráfico en Rosario.
Una brujería de Mauricio
"Yo no creo en los brujos, pero que los hay, los hay", murmuran dirigentes que responden a Bullrich. Entienden que el momento que Villarruel eligió para dar su primera entrevista como vice no es una casualidad y apuntan contra Macri. "Es cierto que ella es independiente a todos, pero esto parece una jugada de Mauricio", sospechan. A la vicepresidenta y al exfundador de Cambiemos los unen varios puntos de divergencia con Milei: el armado del Gabinete, el ascenso de Bullrich, la postura intransigente con la oposición --insultos de por medio-- y la reciente postulación del juez federal Ariel Lijo a la Corte Suprema.
Los "ninguneos" también los acerca y enfurece. Ninguno de los dos fue consultado sobre las propuestas del Ejecutivo para cubrir las vacantes en el máximo tribunal. "Me enteré por los medios", se quejó Villarruel y cuestionó el accionar de Lijo en la causa por el asesinato al exsecretario general de la CGT José Ignacio Rucci. La iniciativa tampoco cayó bien en el líder del PRO. Incluso la entendió como una provocación, porque el magistrado nunca cerró la causa que lo involucra a él y su familia por la deuda del Correo Argentino.
Entre las suspicacias por el timming de Villarruel y el empuje de Macri figuran, además, las elecciones en el PRO. Allegados a Bullrich, aseguran que el rencor del expresidente por haber tenido que ceder en el cierre de listas aún continúa. El bullrichismo jugó fuerte: para negociar, amenazó con presentar una lista propia. La jugada le salió porque se terminó quedando con la presidencia de la Asamblea partidaria y porque ganó lugares para su tropa. "Todo eso no fue gratis", especulan.
No quiere ser sandwich
Aunque Milei lo niegue, las internas en la alianza de Gobierno florecen. Lo que atina a decir el Presidente es que no le preocupan esas "diferencias". Su verdadera preocupación es que el programa económico no quede embarrado en problemas de "la política". Por eso, prefiere no meterse. Su decisión es bajarle el tono a las críticas de Villarruel, no responderle, y muchos menos enlodarse en las pulseadas del PRO. El libertario no quiere ser, de ninguna manera, --como lo dice Villarruel-- un "pobre jamoncito" del medio.