El Demogorgon pudo haber sido derrotado por “Eleven” en el final de la primera temporada, pero la casa está lejos de estar en orden. Respetando el estilo típico de los films ochentosos de terror, el pueblito de Hawkins vuelve a ser epicentro de incidentes paranormales de alto impacto, que esta vez adquieren una dimensión aún más preocupante. Desde el viernes, Netflix realimenta el revival con los nueve episodios de la segunda temporada de Stranger Things, la serie que se asomó tímidamente a la plataforma online en julio de 2016 y se terminó convirtiendo en un fenómeno de impacto global. Los mellizos Matt y Ross Duffer querían homenajear a Stephen King, a John Carpenter, a Steven Spielberg; terminaron construyendo su propia leyenda, y hasta el mismo King –un tipo que no se distingue por ser contemplativo cuando algo no le gusta, capaz de entrarle con un hacha verbal al mismísimo Stanley Kubrick por su versión de El resplandor– aprobó el tributo. Curioso para un par de hermanos que nació... en 1984.
“Jamás pensamos que iba a generar semejante suceso. En los papeles era un proyecto pequeño, y no podíamos esperar algo así porque era eso, un proyecto pequeño, con directores que en ese momento no eran muy conocidos; nadie sabía mucho sobre los Duffer Brothers. Cuando empezó a tener tanto éxito fue un shock, no esperábamos algo así” dice –en una charla con varios medios de Latinoamérica que incluye a PáginaI12– Gaten Matarazzo, uno de los niños actores que son, en buena medida, responsables del éxito de Stranger Things. Porque la historia es un eficiente clásico de clásicos –la sombra en el bosque oscuro que entraña mucho más; los rasgos sobrenaturales; la conspiración gubernamental; la pintura de una década tan rendidora como la del ochenta–, pero también funciona en el esencial rubro de los personajes. Como ET, como Los Goonies o Cuenta conmigo, Stranger Things es, por detrás del relato de suspenso, la historia de un grupo de pibes que quizá pueden lidiar con los terrores del Upside Down porque ya están acostumbrados a lo que significa interactuar con la familia y la escuela mientras se acercan a la frontera de la preadolescencia. ¿El Demogorgon es extraño? Extraño es crecer.
Uno de los aciertos de Stranger Things fue no recargar las tintas en el nerdismo de sus protagonistas: aunque sufren burlas en la escuela, el tema principal de la serie no es el bullying, y en todo caso ese rechazo social hace que conformen un equipo sólido. El otro fue el casting realizado para encarnar a esos pibes. Matarazzo, Caleb McLaughlin, Finn Wolfhard (quien, para redoblar las asociaciones, aparece también en la exitosa remake de It), Noah Schnapps y Millie Bobby Brown son el corazón de la serie, a quienes en esta segunda temporada se suma otra revelación, la colorada Sadie Sink como Max, que introduce otra referencia a la década dorada al firmar sus records en los fichines como Mad Max. Claro que allí están una fenomenal Winona Ryder, Sean Astin (ya lejos de Samwise Gamyi y su propia participación en Los Goonies) y el sheriff que interpreta David Harbour como dañados baluartes del mundo adulto, pero no hay dudas de que los pibes son el gran hallazgo. El corte taza de Will, las bicicletas de asiento banana y la gorrita tricolor de Dustin se han convertido en contraseñas de los amantes del género.
Es poco lo que se puede decir sobre la trama de la segunda temporada sin vulnerar los sagrados principos del no-spoiler, pero baste decir que el rescate de Will Byers no significó el fin de la espesa trama que se cocina bajo la superficie del pueblito de Indiana. Más bien es un nuevo comienzo: Will sigue experimentando visiones que no son estrés postraumático sino la conexión con una suerte de Demogorgon recargado, un gigantesco monstruo de humo que repta por el Upside World a la espera de manifestarse arriba. Con esa fascinante mezcla de inocencia y determinación en bicicleta, sus amigos hacen lo que pueden para salvarlo en el proceso, y uno de ellos adoptará una mascota que hubiera sido mejor dejar donde estaba. Y en el medio, tratando de resolver su propio enigma, está Eleven, la piba que hizo pegar alaridos a multitudes en la última Comic Con de Buenos Aires, una niña de mirada intensa y poderes telekinéticos que reaparece en un lugar inesperado y trata de desenredar la historia detrás de las manipulaciones de Martin Brenner (Matthew Modine, otro clásico), el típico científico inescrupuloso necesario para esta clase de ficciones. La atribulada Joyce Byers (Ryder, con esa mirada siempre al borde del desquicio) ya no cuelga lucecitas de Navidad para comunicarse con su hijo en el otro mundo, pero eso no significa que el hogar familiar tenga algo parecido al orden: esta vez intentará desentrañar el misterio que atormenta a su hijo armando un gigantesco rompecabezas de dibujos que abarca todas las habitaciones. Bueno, qué puede esperarse de una ficción titulada Cosas Extrañas.
“Lo que sí podemos decir, sin spoilers, es que ya no se trata solamente de asustar, de eso que está escondido en el bosque, el Demogorgon”, señala el moreno McLaughlin, que da vida a Lucas Sinclair. “En esta segunda temporada nuestras expectativas son más altas con respecto a lo que puede venir, son más que simplemente preguntarse qué es lo que anda ahí fuera. Hay muchas cosas que serán diferentes”, señala, y Wolfhard complementa: “Se trata de noso- tros todavía lidiando con lo que sucedió en la temporada pasada, somos más conscientes de lo que está sucediendo y estamos tratando de llegar al fondo de lo que le sucede a nuestro amigo Will”. Claro que no es el único foco de la trama de estos episodios, ya que hay varios puntos oscuros en la situación de Max y su hermanastro Billy, la investigación de Nancy y Jonathan sobre qué sucedió con la pobre Barb y cierta doble faceta en el mismo sheriff. Sin olvidar, claro, las manipulaciones en el laboratorio de Hawkins, una de las puertas de entrada al lado oscuro.
–Stranger Things trata de cuestiones paranormales. ¿Ustedes creen en esas cosas?
Finn Wolfhard: –No sé si creo en monstruos, quizá si en alienígenas. En todo caso puedo creer en monstruos como el espíritu de una persona malvada. Quizá en el medio de la noche mi gato puede de pronto erizarse, bufar y salir corriendo, y puedo verlo como un indicio de algo paranormal.
Gaten Matarazzo: –Mi gato tiene una percepción especial. Le gusta andar corriendo de cuarto en cuarto por la noche...
Caleb McLaughlin: –Yo no he tenido pesadillas por la serie pero sí tuve un sueño parecido a una de las escenas, de sentir que estaba siendo perseguido por algo que no sabía que era, y luego iba a un corte... pero ni siquiera llegué a asustarme porque era consciente de qué hay debajo del disfraz y el maquillaje.
G. M.: –Yo no suelo asustarme con las películas de miedo, tuve algún sueño curioso también sucede que Stranger Things es para mí algo conocido. No puedo asustarme sabiendo que Mark (Steger) está debajo del disfraz del Demogorgon. En el set era gracioso llamarlo cuando estaba vestido y maquillado, “Hey, Mark!” y que se diera vuelta, “¿Qué?”. Era simplemente un tipo normal respondiendo.
–Ustedes son chicos de este siglo y no vivieron ese momento. ¿Cómo es la experiencia de retratar los 80?
F. W.: –Es buenísimo, nos divertimos mucho actuando en ese momento, y es algo que nos da libertad, y para un actor eso siempre es bueno. Interpretar a un personaje que es libre te da libertad a vos como intérprete.
G. M.: –Pero no trabajamos completamente desconectados de eso, porque nuestros padres están muy metidos en la cultura de esa época, en las películas, la música, todos los clásicos de esa época, con lo que conocemos eso. A mí me encanta Los Goonies, por ejemplo. No nos es difícil relacionarse con eso.
–¿Cómo explican que públicos tan diferentes disfruten de la serie?
G. M.: –Creo que tiene que ver con una plataforma como Netflix, que permite que se vea en lugares bien diferentes y en lenguajes diferentes, a elección del espectador. Y el factor de tener acceso a todos los episodios a la vez también influye; son cosas que hacen que se llegue a públicos de toda clase, no solo al fan de la ciencia ficción. De hecho mucha gente ni siquiera lo clasifica así, tiene muchos elementos que hacen que le interese a mucha gente de culturas muy diferentes.
F. W.: –Y el hecho de que no sea un sistema caro hace que pueda verlo gente de países que quizá de otro modo no podría acceder.
C. M. L.: –Es una forma de ver televisión sin siquiera tener un televisor ni cable. Es tan fácil como verlo en tu teléfono, en cualquier lugar del mundo, hables inglés, español o francés. Lo entendés y te conectás, y es así en cualquier lugar del mundo.
–¿Probaron a verlo doblado en otros idiomas?
F. W.: –Creo que hay un lugar donde a Dustin lo hace una mujer! (risas)
–En los años 80 Winona Ryder fue una estrella adolescente. ¿Les ha dado algún tipo de consejo?
F. W.: –Es buenísimo porque podemos relacionarnos y entendernos con ella porque también fue una actriz niña y alguien muy conocido, pero de una manera diferente. Ella conoció los ochenta... No es que nos haya dado consejos, simplemente nos ve y nos dice alguna cosa que nos sirve mucho para desarrollar la capacidad actoral.
G. M.: –Como una maestra jedi.
F. W.: –Quizá en la primera temporada actuamos más junto a ella, ahora en la segunda interactuamos con otros personajes.
–Esta es una de esas experiencias que cambia la vida. ¿Cómo han cambiado sus vidas personales? ¿Es raro el trato con sus amigos?
F. W.: –Es raro tener fans del mundo adulto...
G. M.: –Lo bueno es que se nos acerca gente a la que le interesa saber cosas sobre cómo se hace el show, más que decir “Ey, ustedes son copados, están en la tele, saquémonos una foto”
C. M.: –Y en realidad tiene sentido, porque no es un show que quizá vean chicos de nuestra edad sino adultos. Quiero decir, por supuesto que tenemos relación y reacciones de chicos y chicas de 13, 15, 16 años, pero como actores es muy bueno poder tener diálogo con gente adulta.
–Stranger Things es una serie que tiene que ver con los misterios pero también trata de la amistad. ¿Cómo construyeron esa relación en pantalla, y cuán importante es para ustedes ese mensaje sobre la amistad?
F. W.: –En el comienzo el bullying hizo que se acercaran entre ellos, y el hecho de tener que unirse para vencer al Demogorgon es algo que cimentó esa amistad, los hizo permanecer juntos.
G. M.: –Es una metáfora de cómo estar juntos puede servir para derrotar a los monstruos, cómo pueden ser muy diferentes pero hablar sobre eso, entender que la amistad es más importante, que es algo necesario para ser felices.
F. W.: –Creo que lo más importante de la serie es que teníamos matones de escuela y monstruos, y ahora en la segunda temporada esos abusadores escolares ya no nos preocupan, no son un problema para nosotros. Quiero decir: ¡Peleamos contra un Demogorgon!