Nombrar a Javier Corbalán es hacer referencia directa a uno de los más importantes reporteros gráficos de Salta. Con sus 42 años y una carrera que va superando los 20, es un faro ineludible a la hora de encontrar imágenes que narren pasiones, amores y dolores de la región.
Sin embargo, quienes han intercambiado con Javier coinciden al unísono en que, más allá de su obra, es un profesional sensible y generoso, algo poco frecuente en un ámbito plagado de egos y reticencias a compartir los conocimientos.
La conversación con el fotoperiodista salteño resulta fluida pero sobre todo pausada. Corbalán se toma cada segundo para pensar la idea, retrotraerse a los momentos vividos y describir minuciosamente cada instante que su mente recrea.
“Pasé los primeros años de mi vida en el barrio Tres Cerritos, pero al tiempo nos cambiamos de casa y nos fuimos al barrio Constitución. Allí tuve una infancia muy linda, muy de barrio, de estar con los amigos jugando a la pelota”, vuelve sobre sus pasos y rememora el fotógrafo.
“Estuve ahí hasta la adolescencia. Recuerdo a los amigos y aquellos momentos donde uno empieza a aprender muchas cosas. Hubiera querido valorar más las tardes que nos quedábamos en la esquina de mi casa, por donde cruza la ruta 34. Era una cuestión de pasar el tiempo y compartir”.
La foto y la cámara
En aquella esquina del barrio Constitución, el pequeño Javier comenzará a vivenciar experiencias muy fuertes que resultaron una fragua en su vida, “si hay algo que me marcó mucho fueron los accidentes de tránsito que hubo en esos momentos, en esa zona, en esa esquina”, comenta en relación a una de las intersecciones ubicadas entre el barrio Autódromo y Constitución.
“Empecé a ver accidentes muy duros, muy complicados. En ese entonces no había semáforos y había un sector que no estaba asfaltado. De hecho, mi viejo hacía de Policía de Tránsito de oficio, porque no había nadie, eran muy frecuentes los accidentes”, acentúa haciendo énfasis puntual en un siniestro fatal que lo marcará por el resto de sus días.
“Con el tiempo sentí que aquello que veía me acompañó para fortalecerme en situaciones difíciles, era muy chico y veía cosas para las que no estaba preparado. Hoy creo que fue como una preparación para llegar a ser fotoperiodista y poder masticar la realidad de una manera un poco más normal que el resto”.
Como un flashback, los primeros recuerdos que Corbalán asocia a una cámara de fotos, los encuentra a muy temprana edad. “Mi papá tenía una Kodak, una cámara familiar. Y resulta que una de las primeras fotos de la cual yo tengo registro, y que me marcó para toda la vida, era cuando tenía cinco años. Era muy chico y nos encontrábamos en Puerto Montt, Chile. Para mi resultaba un evento muy espectacular entrar a una isla, y lo único que atiné a hacer en ese momento fue una foto de mis juguetes arriba del torpedo de la camioneta en que viajábamos mientras cruzábamos. Pongo el juguete ahí, y hago la foto”.
Aquel hecho intuitivo del pequeño Javier, con el tiempo se transformó en un mensaje, una señal, a la cual nunca escapó, sino que por el contrario, atesora y cree en ella. “Al tiempo me encuentro con esa foto y la sentí como parte de mensajes que me iba dejando la vida”.
La fotografía como forma de vida
“El destino me fue llevando poco a poco al fotoperiodismo”, comenta reflexivo. “En un momento estaba viviendo y trabajando en General Güemes, hacía cámara en un noticiero y ya había estudiado una especie de diplomado en cine. Ahí aprendí las cuestiones técnicas y el lenguaje: qué expresa cada plano y muchos detalles más”.
Si bien el séptimo arte parecía el lugar indicado para desplegar sus conocimientos y curiosidades detrás del lente, la coyuntura del cono sur intervino. “Dentro de este diplomado me encuentro con la fotografía de manera técnica, y hacer cine en Argentina no es fácil, y para un tipo como yo que no contaba con los medios, resultaba muy complicado, se necesitaban otros recursos”.
“Un día en Güemes un compañero de trabajo, que era corresponsal del diario El Tribuno, me pide que haga una foto sobre un accidente. Al otro día veo mi foto en el diario y digo, ‘qué bueno, esto lo hice yo”, y empecé a ver como titulaban, la foto que habían elegido, empecé a leer el artículo y me quedé impactado. Tiempo después empecé a averiguar sobre el fotoperiodismo, hice talleres con grandes fotógrafos y eso fue lo que me disparó y empecé con la fotografía”.
El tiempo transcurría y Javier comenzaba un crecimiento exponencial tras el lente. “Llegó un momento en que sentí que sabía mucho de fotografía, aunque uno nunca sabe mucho de algo, pero sí tuve la confianza de poder avanzar, de saber que podía mostrar un punto de vista”.
Con el tiempo y el crecimiento técnico, ya había dejado Güemes y decidió probar suerte en el diario en el que había dado inicio a su curiosidad fotográfica. “Me voy a Salta, presento un currículum y entro a trabajar en El Tribuno, donde me aceptan. En esos momentos me sentía un privilegiado, sentía que tenía una llave imaginaria que me permitía entrar en la vida de las personas a través de mi cámara fotográfica. Así comencé”.
Toda foto es política
Si existe una constante en la obra de Corbalán, es que su cámara retrata los sentires no amplificados del pueblo. “Me gusta visibilizar a las personas que no son visibilizadas. Hoy, por ejemplo, subí una imagen de una mujer que no tenía plata para comprarse un repelente en el medio de la propagación del dengue. En el tiempo de crisis que estamos viviendo, ser pobre es una sentencia de muerte. Entonces, ¿cómo no voy a visibilizar estas situaciones?", se pregunta el fotoperiodista.
Al mismo tiempo, “eso es una motivación en mi trabajo porque yo necesito que alguien se dé cuenta que es lo que está pasando. También hago imágenes de aves, de gaviotas, pero me importa principalmente mostrar las historias que normalmente no salen en los diarios. Eso me motiva porque creo que se tiene que entender que, por ejemplo, Carmen tuvo que utilizar un cartón para ahuyentar al dengue, y al mismo tiempo es motivador que la gente me permita contar esas historias”.
Sin embargo, aquella denuncia cruda de la realidad no siempre es bienvenida. “Muchas veces he recibido agravios diciendo ‘esto es un movimiento político', una vez me llegaron a decir que yo era ‘activista político’ y puede ser, porque toda foto es política. Estoy mostrando lo que está pasando en el barrio, visibilizo esa situación porque me parece fundamental que haya más sensibilidad en este mundo. Lloramos por los niños de Gaza pero no lloramos cuando se nos muere un nene en Santa Victoria Este. Entonces antes de mostrar nuestro jardín, veamos el fondo de nuestras casas, porque en el fondo de nuestras casas pasan cosas”.
Javier Corbalán retrata con crudeza y sensibilidad el padecer del pueblo, pero también es un hacedor de grandes retratos individuales, así como también de manifestaciones populares, las cuales son una constante en su obra.
Una de ellas es la devoción por el Señor y la Virgen del Milagro, aquella que busca retratar no en su carga religiosa institucional, sino en la manifestación y devoción popular que de aquello deriva. “El Milagro es muy fuerte, no solo para los salteños, sino que es una manifestación muy grande de las personas, poder creer en El Milagro. Entiendo que en cada foto que hago, sean felices o sean tristes, hay algo de milagro. Porque desde un bombero que está rodeado de fuego totalmente solo tratando de apagar un incendio, hasta el primer bebé salteño que está naciendo el primero de enero a la hora cero, entiendo que más allá de la cuestión religiosa, cada una de esas historias es un milagro, el milagro de la vida y de la muerte”.
El correr de los años y la experiencia ganada codo a codo en cada barrio, en cada manifestación, en cada experiencia retratada, decantó en que Corbalán sea un fotoperiodista no solo reconocido por el público, sino que también sea multipremiado. Claro que esto último, también fue parte de un camino por asumir y transitar.
“Un punto clave en mi vida fue cuando recibí un premio nacional de ADEPA (Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas), sobre la inundación en Las Lajitas, y fue clave porque jamás pensé estar ahí, creía que a los de Salta no los elegían, uno siempre tiene ese un prejuicio. Hasta que un año me animé y empecé a participar. Salieron esas imágenes y para mí fue un antes y un después”.
Corbalán sigue sumando experiencia y creciendo en su visibilidad local y nacional. “Hacé 10 años vengo participando en las muestras de ARGRA, me han seleccionado y para mi es increíble tener una foto mía al lado de grandes fotógrafos de la Argentina”, resalta con sorpresa y orgullo.
Hoy los sueños se siguen ensanchando. Trabaja en proyectos nacionales pero también supera fronteras codeándose con las más prestigiosas agencias internacionales tales como Associated Press y Reuters.
Sin embargo, Corbalán no pierde su anclaje local y sueña con proyectos en su pago chico. “Tengo varios proyectos. Uno es que me otorgaron desde la provincia de Salta un Fondo Ciudadano por un proyecto sobre cuentos para niños con una perspectiva ecologista, utilizando las redes a favor de la unidad entre padres e hijos, madres e hijas. Después tengo como proyecto hacer un libro de fotoperiodismo salteño, en el cual poder dejar un punto de vista sobre lo que falta, sobre lo que fue y lo que puede llegar a ser, una cuestión más personal alejada un poco de los medios, mucho más íntima”.
Parado en su gran presente y prometedor futuro, Javier no saca los pies del barro. “También estoy activando cuestiones solidarias, pero sin cámaras, solidarias pero sin visibilizarlas, porque siento que hoy la solidaridad se vio muy afectada por personas que utilizan ese tipo de cuestiones para un beneficio propio, han llevado a que la solidaridad sea un negocio para sumar likes”, remarca con firmeza.
Sin olvidar su terruño, con raíz barrial, horizontes lejanos y señales de la vida como guía constante, Javier Corbalán se posicionó como figura ineludible para el fotoperiodismo en Salta. Cada hecho, cada manifestación, cada acontecimiento social, inclusive los que no amplifican los grandes medios, es retratada por él, y son muchos los que esperan sus imágenes para revivir o trasladarse hasta ese lugar a través de sus imágenes.
Entonces, si la fotografía, y en especial el fotoperiodismo, es un relato y retrato del tiempo presente, la obra de Javier Corbalán será un gran libro de historia para las generaciones venideras.