El 25 de marzo de 1977, horas después de que Rodolfo Walsh fuera asesinado por una ráfaga de ametralladoras en el barrio de San Cristóbal, mientras empuñaba apenas un revólver de corto alcance, todos sus documentos y textos fueron saqueados por el grupo de tareas que lo asesinó. La dictadura, además de haber matado a Walsh, había secuestrado su obra.
Sin embargo, hay un cuento que (sobre)vive.
La trama se concentra en este argumento: un hombre a caballo, un día de bajada del Río de la Plata decide atravesarlo hacia la otra orilla. Durante su camino hacia Colonia, Uruguay, justo en el momento en que cabalga en medio del cauce, el río comienza a crecer nuevamente. El protagonista se ve enfrentado a la decisión de regresar rápidamente galopando o intentar alcanzar la otra orilla. No hay otra alternativa...
Ese es el leitmotiv principal del último relato de Rodolfo Walsh, "Juan se iba por el río". Se trata de un intento de cuento o quizás de una narrativa más extensa (Walsh nunca finalizó la novela que le había encargado el editor Jorge Álvarez y siempre prefirió formas más breves) que, hasta el día de hoy, permanece desaparecida.
El cuento, como un artificio de la ciencia ficción más distópica, fue recuperado por la memoria, ya en democracia, por las dos únicas personas que lo habían leído: Martín Gras, detenido y sobreviviente de la ESMA, a donde llegaron en horrorosa simetría los papeles de Walsh y su cadáver; y la compañera de Rodolfo, Lilia Ferreyra.
Como en La Jetée el corto de culto de Chris Marker en que el protagonista recuerda para que el futuro no repita atrocidades nucleares, ambos pudieron reconstruir en un un viaje emocional, cargado de dolor, dicha o valentía, lo más siniestro del pasado. Recordar lo mismo por lo que luchaba Walsh: un presente justo y libre.
¿Un western político de Walsh?
Es impresionante la manera en que la narración se reduce, como diría el poeta e.e. cummings, al "brote del brote". A la única decisión crucial que un hombre debe tomar en su vida: llegar a salvo a la otra orilla.
El drama casi se puede imaginar al leer lo poco que se sabe del cuento:
El paisano avanza por un río que alguna vez fue un camino fluvial de vida y comercio y ahora es un desierto de lodo y piedras. Pero al tiempo su caballo comienza a hundirse en un lecho menos reseco. El aire es denso, pesado, con nubes de mosquitos como parte de la respiración. Afloran caracoles terrestres, el barro se adhiere a las patas del animal y la montura empieza a aflojarse por el tironeo del suelo fangoso. El agua, que era sequía, se convierte en cauce renacido. Y en poco tiempo será más indomable que su caballo. El destino fluye, como un río, incierto.
¿Escribió acaso Walsh un western, al estilo de Aballay de De Benedetto, similar a la película Un Oso Rojo con su enfoque del "far west" transformado en el cercano Oeste de la provincia de Buenos Aires, o como el clásico argentino "Nobleza gaucha"? Quizás sea hora de que algún guionista se apropie de este cuento que alberga tantas posibilidades.
Un gaucho, que luchó en guerras civiles, (unitarios y federales aquí, guerra de secesión allí), tiene todos los elementos del western: un protagonista solitario que se enfrenta en duelo a muerte con el desierto. Atravesar la aridez antes de que se transforme en inundación. Cruzar esa frontera antes de que llegue "la hora señalada".
La carta abierta y Juan se iba por el río, puntos en común
Escrito en paralelo a la Carta abierta de un escritor a la Junta Militar, hay conceptos e ideas que comparten. En el cuento, el trilema: quedarse y morir en el cauce del río (el suicidio), retroceder hacia la Argentina o avanzar hacia la credida y acaso, sobrevivir. Mientras tanto, en La Carta también encontramos una estructura tripartita influenciada por las catalinarias de Cicerón, como explica Daniel Link en el extraordinario prólogo de Historia de una investigación. Operación masacre de Rodolfo Walsh: una revolución del periodismo (y del amor).
Lo que ustedes llaman aciertos son errores,
lo que reconocen como errores son crímenes
y lo que omiten son calamidades
O en el final:
Sin esperanza de ser escuchado
con la certeza de ser perseguido
pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio
Según las palabras de Link, la habilidad de Walsh para fusionar lo coloquial con la alta cultura, a través de una oralidad tan cuidadosamente elaborada, es lo que lo hace un escritor único. Cruzar hacia Uruguay no es un detalle menor: en La Carta… denunciaba que allí afloraron los primeros cadáveres de la dictadura (“en las costas uruguayas, pequeña parte quizás del cargamento de torturados hasta la muerte en la Escuela de Mecánica de la Armada, fondeados en el Río de la Plata”).
La música de la supervivencia: avanzar o retroceder
¿Qué música tendría el cuento desaparecido de Walsh? Algo decisivo, como una determinación sin arrepentimiento: una dirección única. Punk, audaz, intrépido. Música de Ennio Morricone, con sus guitarras Telecaster punzantes y la característica arpa de boca, popular e inquietante.
O “Electioneering” de Radiohead. Con su comienzo árido, de pandereta y silencio y las guitarras de Johnny Greenwood que cortan la percusión como relincho. Una canción que habla de la picana eléctrica, las condiciones de los préstamos del FMI y que le fue inspirada al grupo por las lecturas de Noam Chomsky.
En el relato de la canción, se pueden observar imágenes que reflejan la lucha interna entre avanzar o retroceder.
Me detendré
(no) me detendré ante nada
Cuando yo voy hacia adelante tú vas hacia atrás
Y en algún lugar nos encontraremos
Son sólo negocios, picana y FMI.
De todos los libros y ensayos sobre Walsh, como las charlas entre partidas de ajedrez en Literatura Argentina y realidad política de David Viñas, las reflexiones de Ricardo Piglia sobre el cuento walshiano como producto del policial y la militancia, y las observaciones de María Moreno en Oración, es El nacimiento de la literatura argentina de Carlos Gamerro el que destaca por su emotividad.
Gamerro imagina a Rodolfo Walsh sentado en un banquito de la costanera, sosteniendo el ejemplar de "Juan se iba por el río" en una mano y las diez copias de La carta en la otra. Logra atravesar el río, pero en cambio es la patota de la Marina la que es arrastrada por las aguas. Walsh sobrevive y, en palabras de Gamerro, "nos salva a todos de tener que recordar su muerte con esta sensación de pérdida irreparable".
Hoy, a 47 años de su asesinato, aunque su omisión sea una calamidad como parte de los 30.000 desaparecidos, podemos seguir leyéndo a Rodolfo Walsh. Siempre de este lado de la orilla.