Existe en Argentina una literatura del futurismo, del presagio, una serie de ficciones que predicen hechos del futuro, que adivina los cauces por donde navegará el porvenir. En 1942, el escritor antisemita Hugo Wast escribió “666” una novela que imaginaba a una mujer presidenta derrocada por un golpe militar en la década del setenta del siglo XX. Mientras la presidenta huía en subte, la dictadura organizaba una cruenta represión contra la clase obrera para salvar la vida occidental y cristiana.
En “El exámen” (1950), Julio Cortázar anticipó la muerte, los funerales de Eva Perón y el dolor popular en un momento en que Evita rebosaba salud y vitalidad. Manuel Puig escribió en “Pubis angelical” (1979) que, tras la muerte de Perón al peronismo le sobrevendría una gran derrota y después surgiría un movimiento que de peronista solo tendría el nombre. En “Los pichiciegos” (1982), Enrique Fogwill no solamente profetizó el resultado de la guerra de Malvinas antes de que ésta acabara -lo cual era bastante previsible-, sino también el consiguiente triunfo de la economía y la cultura neoliberal a escala global.
Con “La reina del Paraguay” (Editorial Ojo de Loca), Nicolás Colfer se inscribe en esta prestigiosa tradición de novelas políticas premonitorias. Y lo hace mixturando esos subgéneros con el género que ya le pertenece por derecho propio: el erótico. La flamante e hilarante ficción de Colfer es protagonizada por un grupo de maricas fumonas -la tía Lulú, la Papu, el Daddy, entre otras- que, en una isla del Delta del Tigre, organizan un grupo de lectura y se entretienen repartiendo premios y coronando a sus integrantes pero que, más pronto que tarde, deben enfrentarse a un peligro político mayor.
En efecto, si los territorios vaporosos del Delta argentino devinieron topoi tradicional de las locas para organizar fiestas orgiásticas y resistir contra la última dictadura militar, ahora se metamorfosean en espacio de complot queer para expulsar a las locas malas que habitan la Casa Rosada y presiden de manera desquiciada los destinos de la Nación.
El primer golpe revolucionario de las locas buenas es exitoso y, como aconteciera en el capítulo más siniestro de “Black Mirror”, la Papu infiltrada en el gobierno logra viralizar un video íntimo del presidente, en una situación sexual sodomítica e incestuosa. Si bien este hecho provoca la renuncia inmediata del mandatario que afirmaba tener línea directa con el cielo utilizando como médium a su mascota muerta, ahora la amenaza máxima recae en la vicepresidenta que asume la primera magistratura: la nueva Dama de Hierro, la aliada de los milicos, la Bichacruel.
La esperanza redentora está puesta en la tía Lulú, quien, por equivocación terminó secuestrada por una tribu de chongos hermosos tupíes y guaraníes que la explotan sexualmente, la veneran y la coronan Reina del Paraguay. Su figura es emblema para la guerra final de los putos contra la catástrofe nacional que representa Bichacruel y constituye también justicia poética benjaminiana a la infame guerra emprendida contra el país hermano en el siglo XIX.
Con mucho del desenfado y el erotismo de Oscar Hermes Villordo, con un realismo mágico marica llevado al paroxismo, con reminiscencias de “La guerra de las mariconas” de Copi (1982) y del clásico ”Maricas y sus amigas entre revoluciones” (1977) de Larry Mitchell y Ned Asta, Colfer escribió una fábula política y subversiva de inédita belleza donde el nudismo, la amistad, el humor de las locas y la sexualidad resisten valientemente contra el discurso de la meritocracia y del “sálvese quien pueda”. Al reino del mercado y de la moralina ultramontana de las fuerzas del cielo, Colfer le opone “un reino fabuloso donde todo intercambio será amable y el nudismo no va a arder. Una armonía en el medio de todas las guerras, nuestra burbuja final, la isla de los putos”.
Mención aparte merecen los extraordinarios dibujos -frecuentemente calenturientos- de Máximo Fiori que contribuyen a la rebelión a la que incita esta ficción fantástica hija de nuestro tiempo.
“La reina del Paraguay”, Nicolás Colfer, Ojo de Loca, 2024.