“Es la primera vez en días que se puede ver el sol en París. Y está increíble”, dice Marc Collin al otro lado del Zoom, mientras contempla la calle al momento de atender a esta entrevista. Nouvelle Vague, el colectivo musical francés que creó hace 20 años, se encuentra de gira por Europa presentando su último álbum de estudio: Should I Stay or Should I Go?. Con el himno punk rock de The Clash como estandarte, el grupo volvió al ruedo, tras varios años de sequía discográfica, haciendo lo que mejor saber hacer: reinventar clásicos del post punk y sus géneros derivados en clave de lounge y bossa nova. Por más que pase el tiempo y cambien los gustos, la dinámica del laboratorio sonoro sigue siendo la misma. Sin embargo, a diferencia de sus otros discos, esta vez hubo dos ejes: alternar hits con canciones desconocidas y sacarse las ganas de recrear temas que siempre quisieron hacer.
Si bien no es una regla, la canción que da título a un disco es la que la termina de cerrar el concepto, la que dispara la idea del álbum o sencillamente la primera que nació. En este caso, “Should I Stay or Should I Go?” atravesó las tres instancias. “Siempre que hacés el primer tema, te preguntás: ‘¿Es por acá que debo seguir?’", reflexiona el también compositor de bandas de sonido, cuya revisión del clásico incluido originalmente en el álbum Combat Rock (1982) bajó varias revoluciones hasta llegar al coloquio entre reggae y ritmos latinos. “Al terminarla, pensé que podría haber hecho las demás canciones en el mismo estilo musical. Y que no necesitaba que toda una banda me acompañara para hacer el disco. Pero luego, cuando salís del estudio, entendés que todo lo que viviste fue un impulso del momento. Era básicamente una ilusión”.
Ante la consulta de si tuvo algún tipo de devolución de los integrantes sobrevivientes de The Clash sobre esta apropiación, Collin afirma que recibió un mensaje de Paul Simonon (bajista del icono punk) en el que le dio el visto bueno. Por más que parezca descabellada esta adaptación en clave tropical de la canción (tanto como lo fue el resetear a Kraftwerk al son de la cumbia o el chachachá en el celebrado disco El baile alemán, de Señor Coconut), Joe Strummer, cantante, compositor y guitarrista, después de la disolución del cuarteto profundizó en su fascinación por los estilos caribeños y latinoamericanos. Lo demostró en su proyecto The Mescaleros. “La opción era hacerlo así o puramente reggae”, confiesa el músico. Al final, terminó siendo un híbrido de ambos matices. De hecho, evoca la fórmula que usó Blondie para “The Tide Is High”.
A propósito de la banda comandada por Debbie Harry, si el proyecto cofundado en 2003 por Olivier Libaux (falleció en 2021, a los 57 años) ya había rediseñado su éxito “Heart of Glass” a través de una impronta folk europea, esta vez Nouvelle Vague volvió a revisitar el iconoclasta cancionero de los neoyorquinos para rescatar otro de sus hitos: “Rapture”. Igualmente irreconocible, así como oscuro; ralentizado de tal forma que parece uno de esos temas tenebrosos de Bauhaus. Será porque quien le inyecta semejante dramatismo es también actriz: Elodie Frégé. Se trata de una de las seis intérpretes que desfilan por Should I Stay or Should I Go?, que tiene en la cantante Alonya a una de las columnas vertebrales de esta etapa. Marc Collin la conoció en una fiesta y quedó tan fascinado que la invitó a cantar el tema que da título al disco (uno de los cinco para los que prestó su voz).
No estaba en los planes del músico y compositor galo hacer un quinto álbum. Pero ese encuentro fue inspirador, al punto de que decantó en otras 12 canciones. Antes del lanzamiento en febrero, el último single que calentó la previa fue “Shout”. Ni los propios Tears for Fears dan crédito de que una oda al pop metalúrgico (construido a punta de máquinas, programaciones y sintetizadores) tome esa identidad orgánica, adaptada a la piel del reggae. Otra de las osadías de Should I Stay or Should I Go? fue la encarnación bossa de “This Charming Man”, como regalo a The Smiths por el aniversario 40 del LP que contiene ese tema. “Recuerdo que nunca había escuchado algo así, cuando salió esa canción. Me deslumbró la voz de Morrissey y la manera de tocar la guitarra de Johnny Marr”, evoca. “Pienso que es uno los grandes legados de la música pop e intentamos mantener ese espíritu”.
“You Spin Me Round” (Dead or Alive), “She's in Parties” (Bauhaus), “Girls on Film” (Duran Duran), “Rebel Yell” (Billy Idol) y “Peope Are People” (Depeche Mode) son otras de las recreaciones de culto de Nouvelle Vague en su nuevo álbum, afín a esa intención inicial de rendirle homenaje a sus héroes de la primera era del punk y del post punk. “No deja de sorprenderme todo lo que puede suceder a partir de una idea. Nunca pensé que ocuparía tanto espacio en mi vida”, apuntala el artista. “Hicimos varias giras por Estados Unidos y la prensa no dejaba de pedirnos entrevistas. Todo eso lo hicimos con mucha ingenuidad. Nosotros sólo queríamos sacar un álbum”. Con motivo de la celebración de los 20 años de su creación, el grupo anunció el lanzamiento de una edición especial de sus primeros dos discos: Nouvelle Vague (2004) y Bande à Part (2006).
El proyecto nació como respuesta a las nuevas tendencias musicales de los años '90, cuyo almacenamiento dejó en el olvido a leyendas del calibre de The Cure. Entonces Collin y Libaux arremetieron con su relectura melancólica de la tristona “Love Will Tear Us Apart”, lo que atrajo la atención de un público joven que desconocía a Joy Division. Y hasta cautivó a uno de sus coautores: Peter Hook. El bajista de la banda mancuniana los elogió por llevarla a un terreno distinto. Otra figura que se desvivió en halagos para con Nouvelle Vague fue Martin Gore. Aunque lo suyo no se quedó sólo en palabras, sino que también le puso el pecho al cantar en 2009 el hit que compuso en 1984 para Depeche Mode, su grupo: “Master and Servant”. A la lista de invitados del tándem se sumaron Ian McCulloch, de Echo & the Bunnymen, y Terry Hall, de The Specials.
Martin Collin supone que parte del éxito de su grupo radica en su idiosincrasia francesa. Mientras que de los adjetivos que se usaron hasta ahora para definir lo que hace, el que le cierra es el de “apropiación”. “No es una versión, es una canción mía. Termino cambiándola casi por completo”, justifica quien actuó en el Teatro Opera, en 2007. El dúo apareció en el final del auge de la música lounge, pero en el apogeo del chill out (cuando los compilados Café del Mar o Bossa and… colmaban las listas de venta). Lo que potenció su popularidad. Ante la posibilidad de la vuelta del easy listening, en esta época de reciclaje musical, el europeo advierte: “No veo ninguna señal de que pueda suceder”. Y frente a la pregunta de si se sumaría en un próximo disco algo del post punk latinoamericano, se desmarca: “No estoy familiarizado. La clave de esto es hacerlo relajado”.