El filósofo danés Søren Kierkegaard decía que el problema de la vida es que se la vive hacia adelante pero se la entiende hacia atrás. La sociedad argentina parece estar sumergida en esta singularidad. Busca explorar los resultados de aplicar políticas de desregulación, fomento del individualismo y rechazo de la capacidad de planificación del Estado y terminará encontrando consecuencias desgarradoras.

Caída de la demanda agregada, derrumbe del mercado interno, cierre de la pequeña y mediana empresa, incremento del desempleo, aumentos en la desigualdad de los ingresos son algunos de los datos que aparecen al final del camino. Se pueden visualizar más secuelas recordando otros tiempos.

La crisis económica de 2001 fue tan pronunciada y traumática que llegaron a computarse datos impactantes para el ego de un país productor de alimentos. La vulnerabilidad extrema que atravesó la sociedad argentina terminó provocando el subconsumo de bienes básicos como la polenta. Una consecuencia más de aplicar sin reparos las consignas que promueve el libremercado.

Dolor y euforia

Los problemas que enfrenta la economía argentina (y principalmente los sectores de ingresos fijos) son preocupantes pero no alteran el clima de euforia del mercado y de los inversores. Lo potencian. Se desploma el consumo y la producción de las industrias y empieza a acelerar la desocupación, al mismo tiempo que las acciones anotan precios récord, los bonos soberanos en moneda extranjera rebotan fuerte y sigue la apreciación real de los tipos de cambios.

Este último punto es uno de los que enciende anhelos de la city porteña. La inflación acumula más del 70 por ciento desde que asumió Milei, pero la cotización del MEP y del contado con liquidación se mantienen cerca de 1000 pesos, o sea en las mismas cifras que tenían cuando empezó el Gobierno. La situación lleva a la pregunta del momento en el mundo de los inversores: ¿Llegó la hora de la unificación del dólar?

Las especulaciones sobre el final de los controles cambiarios ocupan el primer puesto en los informes financieros. Desde la consultora 1816, por ejemplo, difundieron un documento llamado “¿Unifican Pronto?”. En el estudio plantean que “con brecha tan baja, la principal pregunta que se hace el mercado es cuándo se animará el Gobierno a unificar (o qué espera para hacerlo)”. El argumento a favor de hacerlo ahora es que todos los agregados monetarios se ubican en niveles bajísimos.

Sin embargo, la perspectiva de la consultora es que la unificación no ocurrirá en el segundo trimestre y se estiraría para más adelante. La excepción sería que el equipo económico consiga financiamiento externo. Es decir, en el ida y vuelta en el que Caputo busca 15 mil millones de dólares del Fondo Monetario.

El documento plantea dos argumentos sobre el problema de unificar. Las reservas siguen siendo muy bajas y los precios de los activos financieros muestran que en el mercado monetario y cambiario los equilibrios son artificiales. El dato más sencillo para observarlo es que algunos bonos corporativos emitidos en moneda extranjera (o sea, deuda en dólares de empresas argentinas) tienen tasas de retorno casi idénticas a las de un bono del Tesoro norteamericano.

Las promesas de liberación de los controles cambiarios, la idea de lanzar una competencia de monedas e incluso el rumor de una neoconvertibiildad funcionaron hasta el momento para inflar el precio de los activos bursátiles y tener una temporada de verano a puro carry trade. Sin embargo, no son pocos los que se animan a plantear que este optimismo se sostiene en un espejismo. Dicho de otra forma: el mercado financiero no está exento de correr las mismas desgracias que la economía real.