En medio de tanta violencia, una jueza quiso dar una lección. Hace un par de semanas, Paula Nuñez Gelvez, titular de un tribunal porteño, condenó a un influencer ultraderechista por hostigamiento digital. No es cualquier influencer. Manuel Jorge Gorostiaga tiene millones de seguidores, ganó un Martín Fierro Digital en 2021 y ha compartido escenario con altos funcionarios del gobierno libertario. Y es que predica sus mismos valores: es abiertamente misógino, negacionista y LGBTodiante.
Gorostiaga, quien fue presentador de varios actos de Javier Milei durante su campaña para diputado, viralizó el año pasado una publicación en la que ridiculizaba y humillaba a una mujer trans. El influencer difundió el mensaje el 31 de marzo, el Día de la Visibilidad Trans. Pero la víctima lo denunció y, finalmente, ganó.
La condena tiene un efecto práctico. Gorostiaga tiene que pagar una multa en efectivo y, además, tiene prohibido referirse a la afectada en cualquiera de sus redes. El castigo ha funcionado por ahora: luego de conocido el fallo, no pudo ni siquiera quejarse abiertamente sobre el resultado del juicio.
Es una sentencia inédita, la primera condena por discriminación en entornos digitales, resaltó Ministerio Público Fiscal de la Ciudad. Pero aunque Gorostiaga recibió su merecido, ¿la medida escarmentará a otros como él? ¿Puede la lección de un tribunal hacer contrapeso a un gobierno que legitima constantemente la violencia desde su discurso oficial? Y nosotres, que nos sabemos un blanco predilecto del morbo libertario, ¿cómo podemos organizarnos para enfrentar al odio en la era del odio?
Una sentencia histórica, con alcance limitado
El contexto es lo que hace tan relevante esta sentencia, explica María Rachid, parte de la comisión directiva de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (FALGBT). Es muy oportuno un fallo sobre discrimación digital cuando enfrentamos a un gobierno que basa su brutal estrategia comunicacional en la virulencia de las redes sociales. A un presidente que se trasnocha republicando mensajes en Twitter. “Es, sin duda, una sentencia histórica”, remarca Rachid.
Gorostiaga, a quien Patricia Bullrich calificó en 2021 como parte de un grupo de jóvenes con “una enorme vocación de transformación”, insistió durante el juicio en que él estaba ejerciendo su derecho a la libertad de expresión. Que solo estaba haciendo humor. Pero la jueza dijo que no: que la libertad de expresión no es un derecho absoluto. Y que su publicación en Twitter constituye por sí misma un acto de discriminación, en tanto cuestiona la identidad de género de una persona.
La jueza dijo mucho más: determinó que la acción del ultraderechista repercutía en la negación de los derechos de la afectada a “vivir una vida digna”. Mencionó, por ejemplo, la posibilidad de salir a la calle y no sentirse violentada. La denunciante, quien no es una figura pública, contó en el juicio que todo este año ha sentido miedo de que alguno de los seguidores de Gorostiaga la atacara, a ella o a su hijo. Por eso, incluso, estuvo un tiempo sin salir de su casa.
El mensaje de odio de Gorostiaga tenía adjunta la captura de un posteo original de la denunciante que mostraba una foto de ella. Antes de que él mismo la eliminara, la publicación fue vista unas 264 mil veces, tuvo más de 4 mil “me gusta” y unos 70 comentarios. Algunos de ellos eran amenazas sobre golpizas o disparos. Por eso, según el fallo, este mensaje en Twitter representa un acto de “violencia psicológica y simbólica”.
“Acá se fija un precedente muy importante, que puede dar pie a futuros casos”, insiste Rachid, también titular del Instituto contra la Discriminación de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad. Sin embargo, reconoce que su alcance es limitado. Todo el caso se fundamenta en el artículo 71 del Código Contravencional de la Ciudad de Buenos Aires, que hace una mención específica a la discriminación por género. “Pero la verdad es que, a nivel nacional, contamos con muy pocas herramientas para defendernos en este sentido”, explica Rachid.
Es por eso que la FALGBT reclama desde hace años una nueva ley antidiscriminatoria. La vigente, la ley 23.592, no contempla como pretextos discriminatorios a la orientación sexual o la identidad de género. Por eso, incluso si acudimos a la justicia, tenemos que ser precavides: “Sabemos que además lidiamos con una justicia patriarcal. Y si ante un reclamo por una declaración discriminatoria obtenemos un fallo desfavorable, el problema se potenciaría”, dice Rachid.
No basta con la indignación
Tampoco es que descansáramos en que la justicia lo resolvería todo. Esta es también una lucha de ideas y la prohibición legal no puede ser la única opción. Al discurso de odio se le contrarresta con respuestas colectivas, se le previene y nunca, nunca se le subestima.
Sabemos que los ataques libertarios apuntan a la provocación, confusión y distracción. Y es muy fácil restarle prioridad, cuando vemos tanta hambre y represión. “Pero los discursos de odio no son un problema de corrección política. No olvidemos que en el espiral de la violencia, lo discursivo es el primer paso hacia la violencia física. El primer paso para eliminar a alguien es deshumanizarlo”, explica Feda Baeza, docente universitaria, gestora cultural y orgullosa travesti.
Es Milei diciendo que su madre, ama de casa, no merece una jubilación, mientras recorta más del 30% el gasto en las políticas públicas del Estado para reducir la desigualdad de género, según reveló un informe de Amnistía Internacional este mes. “Así se naturaliza la violencia”, apunta Feda.
Pero no basta con la indignación, que cada vez más luce como una respuesta redundante. Hay que apelar, ahora más que nunca, a nuestro ingenio. A inventar nuevas maneras. Feda, por ejemplo, ha construido en los últimos meses una plataforma de decenas de miles de seguidores en TikTok e Instagram. Y desde allí, frente a la humillación y ridiculización de los trolls libertarios, reacciona con la más paciente pedagogía. Ante la pretensión de confundirnos y generar desconcierto, Feda explica.
“Tenemos que buscar posturas emotivas diferentes, que hackeen las formas que el discurso libertario nos plantea”, dice Feda. Como el humor, por ejemplo. “Liberpijis” ya es una marca registrada por Gabriela Ivy, activista política y de género trans no binarie. Todos los días, Gabriela brinda contexto y certezas a sus decenas de miles de seguidores, cuando “La dorni” y “la presidenta” -así les llama- anuncian algunas de sus absurdas medidas. Como cambiar el nombre del Centro Cultural Kirchner en medio de un brote histórico de dengue.
“Hemos aprendido desde hace años a atravesar el agravio a través del humor. Es algo muy propio de nuestra comunidad”, explica Gabriela. Y cuando el humor es así de inteligente y con tanto contenido es muy efectivo para desarmar el discurso libertario. “Les desarticula y les deja en evidencia”. Y es así que se le resta influencia.
¿Quién está del otro lado de la pantalla?
El contenido de Gabriela trasciende el “nicho” LGBTI+. Cuenta que varones cis suelen ver y comentar mucho sus videos. Gran parte de su audiencia en TikTok es menor de 25 años. No es casual, su material está pensado para lograr este tipo de alcance. “No me dirijo a la gente ideologizada, es desgastante y no tiene sentido. Pero hay muchas personas que comparten algunas de sus ideas y no están ideologizadas. A ellas les hablo”, explica Gabriela.
Feda coincide y resalta algo clave: “Tenemos que insistir en humanizar al interlocutor”. Hacer justo lo contrario a lo que ellos hacen: “Del otro lado de la pantalla no hay seres descartables. Impulsemos una comunicación que tienda al cuidado, que considera a la otra persona y la escucha”. Y en nuestro discurso, pongámosle rostro a nuestra desilusión. Enfrentamos a “la dorni” y a “la presidenta”, no a sus votantes.
Son consideraciones que comparten dos activistas que constantemente reciben amenazas de muerte en sus redes por oponerse abiertamente a este gobierno. “A pesar de todo, tenemos que recuperar una dimensión muy primaria que apunta a la empatía y al entendimiento”, menciona Feda. Además, nos recuerda que no estamos comenzando desde cero: “Hemos logrado consensos sociales en todos estos años que nos sirven de base. Las encuestas, por ejemplo, demuestran el apoyo que tiene la comunidad trans en Argentina, más allá de lo que diga el Estado”.
Y en medio de todo, no olvidarnos de fortalecer nuestras redes de cuidado y denunciar cada vez que podamos. Gabriela habla de encontrar un equilibrio entre no darles entidad y no subestimar un ataque. “Han publicado mis datos y me han amenazado con romperme las piernas, me ha pasado a mí y a otras personas. Por eso es importante construir grupos de confianza”, explica.
“Avisarnos cuando recibamos estas amenazas, compartir qué hacer para cuidarnos. En definitiva, lo que hacemos las mujeres todo el tiempo”. Así, acompañadas, se logra truncarles el juego. “Ellos, en definitiva, quieren que vivas con miedo, que dejes de publicar, que dejes de manifestarte”.
El posteo original del que se burló Gorostiaga, el influencer libertario ahora condenado por la justicia, era un mensaje que la denunciante había redactado para reivindicar su identidad de género. En el juicio, ella contó que pasaron años antes de que pudiera expresarse y sentirse de esta manera.
Hoy, un año después y a punto de que se conmemore otro Día de la Visibilidad Trans, reproducimos su mensaje, para que sea esto y no el discurso de odio lo que trascienda y perdure: “Ser mujer trans es un desafío diario, pero también es una oportunidad para redefinir y reinventarse a sí misma. La mayor dicha es poder ser auténtica y vivir la vida como realmente soy”.