Mientras las redes sociales se llenaron de fachos, las calles siguen siendo del pueblo. La marcha del 24 de marzo, este año, fue diferente. Fue, quizás, la más intensa, electrizante y poderosa desde la llegada de la democracia, porque ya no solo se trata de reivindicar la memoria de los 30 mil y el reclamo de verdad y justicia, sino también de poner el cuerpo en resistencia contra un gobierno que quiere restaurar un orden exterminador. Un gobierno que reivindica los crímenes de lesa humanidad y parece estar allanando el camino para que regrese el “algo habrán hecho”. Una propuesta perfecta para llevar a cabo en un contexto de pulverización de los lazos sociales, donde miles de personas son despedidas y otras miles lo festejan, endilgando esa política de miseria planificada como un nuevo gesto de libertad.
La marcha del 24 de marzo, este año, también fue una fiesta. Aunque la efeméride gira alrededor de una tragedia que arrasó al país, también desborda vida. La lucha rebelde de las madres y abuelas tiene la vocación de algo que se multiplica, y que se manifiesta en nuestra cultura popular. Hay centros culturales donde ahora se hace arte, donde antes había ex centros de tortura y confinamiento. Las Plazas del 24 se desbordaron de familias, niñeces, carteles, dibujos, danzas, abrazos, el festejo y el alivio de sabernos juntxs ¿Qué hay del otro lado?
Sin personalidad política se gobierna en contra del pueblo
En consonancia con el 8M, donde Karina Milei rebautizó el “Salón de las mujeres” por el “Salón de los próceres”, tapando un cuadro de Mercedes Sosa por un ploteo barato y de mal gusto de Men*em (más piedra imposible), ayer hicieron la misma performance. Que, por como viene la cosa, parece que va a ser su nueva vieja confiable para marcar agenda. Como ellos no tienen ninguna bandera propia que levantar, más que la de la ¿libertad de mercado?, ¿pagar el alquiler (dolarizado) con bitcoins?, su personalidad política pasa por desprestigiar luchas que les preceden y que marcaron hitos históricos. En consonancia con este pataleo caprichoso e infantil, no sorprendería que el 12 de octubre lo vuelvan a llamar “Día de la raza” y manden a izar la bandera del querido rey en los colegios.
Hablemos del video. Arranca con una frase de Milan Kundera sobre un fondo negro que dice: “Para liquidar a las naciones lo primero que se hace es quitarles la memoria. Se destruyen sus libros, su cultura, su historia”. Es curioso que hayan elegido estas palabras; quizás ignoran que los dictadores hicieron quemar hasta los libros sobre cubismo porque creían que hablaban sobre Cuba y eso les resultaba SOSPECHOSO. Continúa: “Y luego vienen y les escriben otros libros, les dan otra cultura y les inventan otra historia”. Detengámonos acá.
¿Quiénes son ellos, los que vienen? ¿El peronismo? ¿La izquierda? ¿Las abuelas de plaza de mayo? ¿Los sindicatos? ¿Los kukas? ¿A quiénes les escriben una historia inventada? A través de esta frase inicial, el video configura la creencia militada por la ultra derecha de que cualquier persona progresista forma parte de una población pasiva y adoctrinada, que se come todos los sapos que les tiran ellos, y que tienen el cerebro lavado por lo que ahora es “la agenda 2030”, los “curros” de (inserte cualquier tipo de derecho), las feministas, los mapuches, Lali, Futurock, Hamas, el lobby gay o la swifties. No toleran la idea de que existe un pueblo organizado, insumiso, consciente de su propia historia y dueño de su destino. La estrategia de deslegitimación es siempre la misma: tratar a ese “otro” como una masa de borregos desagenciados y tontos que “no la ven”; el famoso rebaño de ovejas que viene a despertar el gran salvador y mesías.
El pueblo unido jamás será vencido
Termina: “Entonces, la nación comienza a olvidar otra vez lo que es y lo que ha sido”. Es evidente que la memoria es una categoría política que comprende distintos discursos según quién enuncia el relato. Pero no todo puede ser post verdad. La lucha por la memoria, la verdad y la justica es precisamente la práctica de recordar lo que la dictadura quiso borrar, simbólicamente y físicamente. Nadie niega que grupos militantes armados cometieron crímenes violentos en un contexto social violento. Pero sus víctimas fueron veladas y recordadas en los diarios. A las víctimas de los genocidas todavía las estamos buscando. Si quieren hablar de una memoria completa, digan donde están los desaparecidos.
Luego, el video prosigue con letras sobreimpresas: “24 de Marzo. Día de la memoria, la verdad y la justicia…completa”. Como no tienen banderas propias que levantar, ni consignas que les pertenecen, se apropian de símbolos ajenos para disputarles el sentido y deslegitimarlos. Sí, el viejo truco. Después de eso hay tres testimonios. El de la hija de Humberto Viola, que fue asesinado en el 74 por el ERP, como una represalia por los 14 fusilamientos que hizo el Ejercito Argentino contra sus compañeros un mes antes. El caso Viola se convirtió en emblemático por alentar la represión ilegal.
También aparece “Tata” Yofre, secretario de la SIDE durante el gobierno de Menem: “Tengo 15 libros escritos sobre lo que vivió mi generación, más que vivir, sufrió mi generación”, afirma antes de arrancar su monólogo sobre los curros de los DDHH y que entre los Kirchner estaba lleno de guerrilleros.
Y luego está Luis Labraña, el clásico supuesto ex militante arrepentido de FAP, FAR y Montoneros, que dice que ambas facciones fueron “dos ángeles caídos” porque las dos luchaban “por la patria y la libertad” (permítanme dudar). Una figura que sirve para deslegitimar “desde adentro” a los derechos humanos diciendo que los desaparecidos fueron “un negocio” (¿para los milicos que se robaron sus pertenencias?) y que él mismo inventó la cifra de los 30 mil y que “es todo mentira” y que la cifra solo sirvió para “fortalecer el odio”. “No señores, 30 mil fue falso y nadie me lo puede discutir”, asegura. ¡Caso cerrado! ¡Se cancela el 24 de marzo! ¡Levanten la parrillas y llévense los choris!
¡Son 30 mil!
Es curioso, finalmente, la obsesión renovada que tienen con esa cifra. Mientras en los últimos años a nadie le importó realmente, (solo a quienes sostenemos la lucha por la memoria, verdad y justicia), ahora parece que de debajo de las baldosas salieron miles de trolls a querer cuestionarla. Trolls que muchas veces, tristemente, no son más que jóvenes que creen que es valioso y hasta punk reivindicar la picana a las embarazadas porque, de alguna manera, todo es parte de la misma lógica individualista y sádica. Pisarle la cabeza al otro. Gozar con el dolor ajeno. Creer que el martirio del vecino apuntala el éxito propio y distingue a las ovejas de los leones. Varones que cerraron filas y encontraron un espacio de pertenencia en la defensa de esta creencia.
Hay que tener estómago para empatizar más con militares que arrojaban chicos vivos encadenados desde aviones al río de la plata, que con abuelas que siguen buscando a sus nietos, con más de 90 años. Pero quizás no se trata tanto, en este caso, de entender por qué Hitler mató a cinco millones de personas, sino en como convenció a millones de alemanes de que eso era algo justificado y que había que hacerse.