La hipótesis liberal del derrame es relativamente aceptable, mejor dicho, se cumple en la práctica, aunque de manera radicalmente diferente de la teoría. La heroína excluyente de las tribus liberales es la economía. Pero hay que protegerla y dejarla ser libre. Ella se auto administra por algo intangible y poderoso, mediante una ley más metafísica que científica. Fábulas para domesticar mejor. La mano invisible del mercado derramaría riqueza desde los altos capitales, que desbordarían las arcas de las megas fortunas. El exceso de riqueza de los de arriba caería (¿cuál ley del gallinero?) sobre las clases necesitadas.
¿Son animistas? ¿Es realismo mágico? La tesis es científicamente inadecuada, metafísicamente mesiánica y éticamente deplorable. Excusa política seudocientífica y violenta. Decir desde el poder (y desde el banquito elevador de privilegios) que cuanto más suframos mejor nos irá, es como decirles a los pobres que cuanto peor les vaya en este mundo, más van a gozar en el otro. Hay más posibilidad de que un camello pase por el ojo de una aguja, que de un rico pase por la puerta del cielo. Domesticación y servidumbre voluntaria.
Decíamos que la hipótesis del derrame, en parte, se cumple. Porque es real que la ultraderecha está derramando su acumulación sobre la sociedad. Si bien no es la riqueza, sino la violencia. A la violencia verbal le suman la empírica. Se desvanece un niño junto al presidente y, en lugar de asistirlo, se burla del caído.
De pronto, sin previo aviso, arremete contra el arte, la cultura, la ciencia, las mujeres, la educación, la salud, les discapacitades, los derechos humanos y así sucesivamente. Esa violencia contamina la población. Las faraónicas medidas de exterminio de jubilades, pobres y pensamientos diferentes habilitan odiar, discriminar, matar, agredir, humillar. La violencia tiene carácter transitivo. Y así, en nombre de la libertad, se contrata sicarios o se estimula voluntarios. Después de destruirle su hogar, de torturar y ultrajar a una integrante de H.I.J.O.S. aclaran que no fueron a robar sino a matar, porque les pagan para eso. Dejan como firma facho-mafiosa las siglas de viva la libertad carajo.
La escasez de repudios de esa acción ilegal y violenta refuerza la hipótesis de que el odio vomitado por el poder atraviesa cabezas en sectores reaccionarios de la población, se viraliza. Violencia simbólica que se materializó con una provocación chapucera, parcial y mendaz como el video lanzado el Día de la Memoria por el gobierno. Fechas inventadas, errores históricos groseros, cero fundamentaciones. ¿Falta de conocimiento?, ¿incompetencia?, ¿o maldad a tontas y locas?
El concepto “terrorismo” no aplica a los grupos armados de la época, no disponían ni un centésimo del poder que es patrimonio del Estado: fuerzas armadas terrestres, aéreas y marítimas, tribunales de justicia adicta, tesoro nacional, todas las riquezas del país, los medios de comunicación hegemónicos, las tecnologías de control.
La fuerza estatal es inconmensurable con un puñado de grupos disidentes. Una guerra no tiene lugar entre desiguales. Y los ex usurpadores del Estado (condenados que gozan de amorosas visitas) se acordaron -ahora- de la justicia. Reclaman para sí lo que le negaron a sus secuestrades y a las familias de sus víctimas.
¿Quieren la verdad completa? Entones que muestren el destino de los cientos de bebés robados. Que digan dónde están los cuerpos de multitudes desaparecidas de manera ilegal por el gobierno de facto. Porque defender a los agredidos por grupos armados es una tautología, esos crímenes -que fueron mínimos al lado de la matanza del terrorismo de Estado- ya fueron juzgados en dictadura.
¿A cuántos asesinó el Estado militar? Así lo hubiesen hecho con pocas personas, ¿por qué los militares y sus cómplices actuaron a escondidas, a pesar de usurpar el poder estatal?, y no mediante detenciones legales y con juicios transparentes que nunca habría culminado en condena a muerte (como hizo el Estado carancho) porque no existía ni existe la pena de muerte en la Argentina.
La dictadura actúo a espaldas de la justicia, ¿y ahora reclama la justicia que le negó a sus víctimas? Fue terrorismo de Estado, de un poder que ni siquiera era legítimo, que regó sangre y oculta el destino de sus víctimas. ¿Reclaman una “memoria completa” ?, pero la inauguran mintiendo y chapuceando. En el improvisado video “oficial”, un ex montonero dice que el número 30.000 lo invento él. Actualmente, sin ningún fundamento, se desdice. ¡La paradoja del mentiroso! ¿Mintió al mundo entero inventando esa cifra que ahora niega y pretenden que le crean al mentiroso confenso sin testimonios ni pruebas? (en argot se dice chantas).
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La violencia colectiva es una maldad inexplicable, dice Ingmar Bergman refiriéndose al odio que se irradia hacia abajo expandiéndose como reptil de manera vertical. Su metáfora es la tensión en una disimulada ménaje à trois, donde la violencia de una persona de la trieja contamina al grupo. Esa película, De la vida de las marionetas, pareciera una parodia doméstica del drama colectivo que estamos padeciendo: anti democracia, excrementos verbales, cosificación de las personas (“capital humano”), desprecio de la justicia social. Forzosamente siembra hostilidad. Desde la cúspide del poder la violencia se derrama sobre las individualidades. Contagia. Una maldad viperina y terrible que las posturas totalitarias ejercen contaminando de inhumanidad a la población. Una violencia irracional que no está sujeta a ley alguna. Cósmica e inmotivada. No hay nada tan digno de temer como esa maldad inherente a las ultraderechas fascistoides. No olvidemos la aseveración de campaña que hizo la vicepresidenta, que no ignora que las condenas por crímenes de lesa humanidad no caducan, pero insiste en reivindicar a los violentos dictadores. Incluso, se atrevió a salir del placar y hacer una pregunta retórica respecto de qué manera se puede salir del “desastre kirchnerista” sino con una tiranía. ¿Qué tal?, el pez por su boca muere. En Alemania ya enfrentaría una causa por negacionista. Acá se está implementando un coto legal a estos derrames de violencia. Por algo se empieza: la aprobación nacional e internacional del león devenido jamón está a la baja, la aceptación social se derrama en tobogán.