Loving Vincent
Reino Unido, 2017
Dirección: Dorota Kobiela, Hugh Welchman.
Guión: Jacek Dehnel, Dorota Kobiela, Hugh Welchman.
Fotografía: Tristan Oliver, Lukasz Zal.
Montaje: Dorota Kobiela, Justyna Wierszynska.
Reparto: Douglas Booth, Josh Burdett, Holly Earl, Robin Hodges, Chis O'Dowd.
Distribuidora: Impacto Cine.
Duración: 94 minutos.
Salas: Monumental, Del Centro, Showcase.
5 (cinco) puntos.
Desde una apreciación rápida, que permiten los mismos minutos iniciales, Loving Vincent predispone al disfrute. Las pinturas de Van Gogh cobran vida, el trazo del maestro se anima y abre las tres dimensiones a sus cuadros. Los personajes se desenvuelven dentro de ellos y es el propio espectador el invitado preferencial. Un mismo recurso que el cine ya ensayó, hermosamente, con Vincente Minnelli en Sed de vivir (con Kirk Douglas en el rol del pintor) y Un americano en París (en donde la secuencia final permitía una recreación pictórica de la ciudad, con Gene Kelly y Leslie Caron bailando), así como con Akira Kurosawa en Sueños (junto a Scorsese en la piel de Vang Gogh, caminando por el sendero de sus propios cuadros).
De esta manera, el film de Dorota Kobiela y Hugh Welchman encuentra una filiación filmográfica que lleva a un grado por momentos excelso. El inconveniente está en que el proceder parece inverso al acostumbrado, como si la forma elegida -animación stop‑motion y rotoscopio‑ estuviera por delante de la trama. De esta manera, no parece ser la historia quien guíe la necesidad de las elecciones estéticas, sino éstas las que la hacen germinar.
Conforme a esta premisa, se percibe cierta desorientación entre la gracia que la animación despierta, a partir de la admiración que se le declara al pintor, y el relato que el film propone. Este último aspecto aparece casi como un simple ardid, sin resonancia dramática profunda, con el propósito puesto en la construcción de un relato de trama policial, dedicado a sondear en las dudas que rodean a la muerte del pintor.
Dedicado a tales faenas aparece Armand Roulin, el hijo del cartero y amigo de Van Gogh. Hay una carta que el padre quiere que su hijo entregue a Theo Van Gogh, y es éste es el disparador para el derrotero posterior, al descubrir que Theo también ha muerto. Roulin visitará lugares y amigos de Vang Gogh, en un ir y venir que habilitará a la dinámica de los cuadros que se espera aparezcan durante la película. Para más datos, Loving Vincent demora 90 minutos, una duración que es demasiada, que culmina por subrayar un tramado estético que de sorprendente culmina por ser reiterativo. Dada la misma relación problemática entre pintura y cine, la rapidez de la película (de toda película) no permite detenerse demasiado en cada pintura, aun cuando pueda parecer lo contrario. El film, de esta manera, culmina por redundar en la propuesta.