Las declaraciones de Javier Milei contra Gustavo Petro llevan a su punto más bajo las relaciones entre la Argentina y Colombia desde 1983. Cuando Raúl Alfonsín asumió la presidencia, entre los mandatarios que llegaron a Buenos Aires estuvo Belisario Betancur.
Para ese entonces, Betancur era uno de los impulsores del Grupo Contadora, la iniciativa para pacificar a América Central, convulsionada entonces por los conflcitos internos de Guatemala y El Salvador, el asedio de la contra al gobierno sandinista en Nicaragua y la acción de la guerrilla en la propia Colombia, a lo que se sumó la invasión de la isla de Granada por parte de Estados Unidos.
Alfonsín se convirtió en un apoyo para el Grupo Contadora. Habló en favor de esa iniciativa y ofreció colaboración desde la Argentina. A mediados de 1984, envió al canciller Dante Caputo y al ministro de Economía, Bernardo Grinspun, a la reunión de Cartagena de Indias, en la que se trató al cuestión de la deuda externa. Betancur fue el anfitrión de un encuentro en el que la delegación argentina propuso la idea de negociar de manera conjunta la deuda de los países latinoamericanos, que entonces sumaba unos 300 mil millones de dólares.
Diez años más tarde, Cartagena de Indias fue sede de la IV Cumbre Iberoamericana. Los presidentes eran Carlos Menem y César Gaviria. Fue la última vez que se saludaron como jefes de Estado. Dos meses más tarde, Gaviria entregó el mando a Ernesto Samper y por los diez años siguientes fue secretario general de la Organización de Estados Americanos.
Sobre el final del gobierno menemista, y cuando el presidente colombiano ya era Andrés Pastrana, recrudeció la violencia en la lucha contra la guerrilla. Ya se hablaba del Plan Colombia, una intervención organizada por Estados Unidos. Menem llegó a decir que la situación de Colombia era similar a la de Tucumán en 1975, cuando el Operativo Independencia. La pirotecnia verbal siguió con la idea de colaborar con militares argentinos, algo que desestimó el Ministerio de Defensa, mientras Menem aclaraba que primero había que consensuar con Brasil.
Con el nuevo siglo y la oleada de gobiernos progresistas en la región, Colombia quedó ubicada a la derecha. En 2002 se rompió el tradicional bipartidsmo entre liberales y conservadores con la victoria de Álvaro Uribe, que compitió por fuera del Partido Liberal. Más aun, Uribe se encargó de buscar y conseguir la reelección, apalancado en un discurso de mano dura contra las FARC y avalando a grupos paramilitares, en un conflicto interno que desangró al país por más de medio siglo.
Uribe gobernó entre 2002 y 2010. Entre 2003 y 2011, el embajador argentino en Bogotá fue Martín Balza, el exjefe del Ejército Argentino, veterano de Malvinas y responsable de la autocrítica militar de 1995. A fines de 2007, cuando Néstor Kircher acababa de dejar la presidencia, viajó a la frontera entre Colombia y Venezuela, donde con el venezolano Hugo Chávez fue uno de los "garantes" en la entrega de rehenes de las FARC. Pasaron fin de año en la selva. Fue una operación fallida, con acusaciones cruzadas entre Uribe y Chávez.
Más tarde, Colombia y Venezuela rompieron relaciones y Kirchner, como titular de la Unasur, medió para recomponer el vínculo entre Bogotá y Caracas. Chávez había roto la relación con el nuevo mandatario, Juan Manuel Santos. Fue la última acción relevante del expresidente argentino, que murió dos meses más tarde.
Santos y Cristina Kirchner mantuvieron una relación cordial, en los meses en los que el gobierno colombiano negoció la paz, que se concretó pese al rechazo en un referéndum. Una semana después de esa derrota, Santos obtuvo el Premio Nobel de la Paz.
Para entonces, su interlocutor en la Casa Rosada era Mauricio Macri. Los temas de conversación no pasaron por Jorge Luis Borges o Gabriel García Márquez de parte del presidente argentino, sino por el fútbol. Agradeció públicamente por el rol de Mauricio Serna, Jorge Bermúdez y Óscar Córdoba en el Boca multicampeón de Carlos Bianchi.
Ahora ya no se habla ni siquiera de fútbol. Directamente, no hay diálogo.