En una nota de febrero de 2018 había escrito esto: "Vidriera. Así, el 24 de marzo es el caldero donde un sector de la sociedad vuelca todo su potencial de reclamos. No quiere decir que no se movilice por otras razones (las recientes jornadas de diciembre nos lo recuerdan) pero el 24 es especial. Y como al 24 vamos todos, las agrupaciones desarrollan el máximo de su capacidad movilizadora. Es la gran vidriera de la militancia argentina. Partidos que envían un par de militantes con una bandera a la ronda de los jueves durante todo el año, son capaces de meter 2000 o 3000 personas en un 24 de marzo. Y ojo, no me refiero a los que llevan a sus militantes “acarreados”. Me refiero a partidos con alto componente de clase media, con mucha militancia activa y cotidiana, que se movilizan en forma espontánea. Evidentemente, llevar mucha gente el 24 opera como una demostración de poder ante el resto de los partidos o agrupaciones.”

Luego de 6 años, en este 24 me he dado cuenta de un par de cosas que no vi en ese momento. Alguien me advirtió que hay un nivel que no he considerado que es el de la demostración "hacia afuera", hacia quienes no se movilizan, o hacia quienes directamente le quitan a la fecha del 24 toda connotación histórica y la ningunean. También claro está en ese afuera están los nagacionistas o los que reivindican el accionar de las fuerzas armadas. Ante ellos también hay una muestra.

Pero estos dos planos pertenecen a la dimensión de lo colectivo, la de las grandes masas de gente, movilizadas o no.

La otra cosa de la que me di cuenta en este 24 es que hay un tercer plano que si bien refiere a lo colectivo, tiene una expresión individual. Es la caminata que todos hacemos para encontrarnos con los otros compañeros. Es colectivo, porque vamos a reconocernos en ese grupo, a sentirnos parte, pero también es individual, porque muchos tenemos una historia propia, personal, íntima con todas esas personas. 

Esa lista incluye, claro, a los compañeros de militancia, compañeros de parrandas, ex novios, partenaires de una noche, compañeros de estudios, de trabajo, de los picados, parientes lejanos. Ir a esa marcha es ir a reencontrarse con la persona que uno fue y con las que nos ayudaron a ser quienes somos. Y también se sienten los que ya no están. Todos recordamos la primera ausencia de alguien a un 24. Algunos que ya son arbolito, y también los que iban siempre y ya no pueden ir porque están cachuzos. Esos también nos hicieron (a veces en sentido literal). Y por supuesto, con nuestros hijos y nietos, para que ellos también vean la trama humana en la cual nuestras vidas se fueron tejiendo y que si en algún momento los padres fuimos bichos raros, no éramos los únicos.

Esa sensación se refuerza cuando uno ve la enorme cantidad de divisas representadas en las columnas lo que habla de un enorme fraccionamiento y de las dificultades para articular coincidencias. Me permito pensar que eso se exacerba en esta era de la individualidad, de las redes, de la construcción y sostenimiento de un "perfil", que cada vez se parece más a una "marca", a un "branding".

Voy a la marcha porque me representa su causa, pero también voy porque quiero ver a toda la gente de mi vida y quiero que ellos me vean. Si además le saco una foto y la comparto, unimos nuestros perfiles y consolidamos una marca colectiva -que no acaba de ser política ni activista- pero que a partir de las "historias" (incluso en el nuevo significado que adquirió la palabra en las redes) termina configurando otro colectivo, esta vez detectable por el algoritmo que, como ve que me saqué fotos con gente de la carrera de historia, me va a decir que "hay gente a la que quizás conozca" (sí, las conozco desde el 86).

Y bueno, ahí vamos todos. A mostrar quiénes somos, qué pensamos y con quiénes nos juntamos. Ojo, no veo nada malo en poder pensarnos como individuos. Una cosa es ser un animal político y otra es que la participación en los espacios colectivos desdibuje nuestro perfil personal. Después, ser individualista, egocéntrico o directamente cagador, ya es otro tema, que como sabemos son actitudes no incompatibles con discursos comunitaristas y colectivistas.

Me gusta el 24, me gusta encontrarme con la gente con la que comparto ideas y sentimientos.

Viva nuestro 24 de marzo, viva la memoria, vivan las personas que llenan las calles.