La noche del 30 de diciembre de 2004 marcó un antes y un después para los jóvenes argentinos. En el marco de un recital de la banda de rock Callejeros, un tres tiros causó un incendio dentro del boliche Cromañón que acabó con la vida de 194 de personas y dejó al menos 1432 heridos. Para la escritora, dramaturga y actriz Camila Fabbri también fue un antes y un después, sobre todo porque la noche anterior a la tragedia, ella misma había estado en ese lugar viendo a la banda liderada por Patricio Santos Fontanet. Fabbri volcó parte de sus sensaciones en la novela El día que apagaron la luz. Ahora adaptó la novela al cine y debuta como cineasta con Clara se pierde en el bosque, con el protagónico de la actriz Camila Peralta. El film se estrenará el jueves 4 de abril en salas.
En la ficción, Peralta es Clara, quien se aleja de la ciudad en un viaje familiar hacia las afueras. Recibe un mensaje de Martina, su amiga de la infancia, con quien estuvo en Cromañón la noche de la tragedia, que pone en primer plano la idea de la maternidad. A partir de este disparo de presente y realidad, mediante audios de Whatsapp, videos caseros y almuerzos familiares, se desata una revisión exhaustiva sobre su propia adolescencia y la de sus amigos, en una ciudad devastada por la crisis y por una tragedia.
Camila Peralta no recuerda mucho la situación. Es de Balcarce y estaba en esa localidad cuando sucedieron los hechos. Tiene 32 años; es decir, que cuando se produjo la tragedia tenía 12. “No tengo un recuerdo tan nítido, pero sí me acuerdo de levantarme a la mañana, y que mi mamá estaba viendo las noticias y lo que había pasado. Lo que más que queda de recuerdo no es la sensación que tuve yo sino ver a mi mamá muy horrorizada con la situación, como pensando ‘Estos podrían haber sido mis hijos’. Si bien nosotros escuchábamos rock, nos juntábamos y todo, yo era un poco más chica. Entonces, todavía no había tanta cosa donde yo pudiera ir. Pero fue un antes y un después", comenta en diálogo con Página/12.
-Con los años, cuando ya tenías 15 o 16, ¿pensaste de otra manera lo sucedido? ¿Te dejó un aprendizaje esa tragedia?
-No lo puedo pensar de una manera consciente. Lo que pienso hoy, con el tiempo y siendo más grande, es que fue un antes y un después. Me acuerdo de ir a bares y lugares a escuchar música, y tenía amigos que tenían bandas, pero en un momento eso dejó de suceder. Todo lo que nosotros hacíamos era en la calle porque lo lugares no estaban habilitados. De repente, las juntadas eran en las plazas. Y creo que lo que nos hizo fue tomar un poco más de conciencia de que no somos inmortales, a diferencia de lo que cree un poco el adolescente. Lo siento yo así. Por lo menos, lo viví de esa manera: que nos puede pasar algo, le puede pasar algo a un amigo muy querido. No es que da todo lo mismo ni somos superhéroes en ese momento.
-¿Por qué aceptaste participar en la película?
-Me gusta mucho lo que hace Camila Fabbri, cómo escribe y cómo dirige. Yo la conocía de antes, sobre todo del teatro y por sus libros. Teníamos amigos en común, nos habíamos conocido y cruzado en algunos eventos, y cuando ella me llamó y me dijo que había escrito una peli, yo no había leído el guión, pero ya me entusiasmaba la idea porque estaba segura de que algo de su sensibilidad iba a tocar la mía también, como que compartíamos un mundo. O, por lo menos, a mí me interesaba su mirada sobre las cosas. Así que cuando me ofreció actuar, le dije que sí al toque. Después leí el guión y me encantó, y ahí arrancamos.
-¿Vos ya habías leído la novela?
-No, la verdad es que no tenía tanta información sobre el tema. No tenía tanta data fresca. Entonces, lo primero que hice fue leer su libro, que para mí fue terrible. Encima, lo leí también en Balcarce, donde pasé mi adolescencia. Se me movían un montón de cosas. Y fue después que ella me ofreciera la peli.
-¿La novela te dio elementos para pensar el personaje?
-Muchísimos. Creo que es bastante fundamental. En la película, estamos en el presente de de una chica que estuvo y que vivió su adolescencia en Cromañón. Entonces, todos esos relatos, que son tan distintos, como, por ejemplo, gente que estuvo cerca, gente que pasaba por ahí, gente que tuvo amigos, gente que se le murió un amigo, el hermano... Eran tantas voces que siento que me ayudaron mucho a construir un pasado que no muchas veces podés construir en cine. Es como decir "Esta mina tenía tantos amigos, viene de este lado, pudo haber vivido las cosas de tal y tal manera". Me sirvió muchísimo.
-Al ser el libro de Camila Fabbri casi autobiográfico, ella como directora te debe haber ayudado mucho a componer el personaje...
-Sí, ella me ayudó muchísimo. Fue re importante tener su mirada. Uno puede contar una sobreviviente de una tragedia de diferentes maneras. Y ella decidía contarlo de una manera. Entonces, a mí también me servía mucho su relato. Si bien no es autobiográfica la película, tiene cosas que sí. Hay muchas otras que no, pero también la mayor información me la traía ella. Yo le preguntaba mucho, y ella era súper generosa contándome y sacándome un montón de dudas.
-¿Sos rolinga, fanática y nostálgica como tu personaje o te costó hacerlo?
-Sí, pero no tanto. Pero fui bastante rolinga. Tuve una época rolinga de ir a ver a mis amigos que tenían bandas. Pero al no estar en Capital, no tenía el acceso a ver a Callejeros o Viejas Locas. Era algo que te contaban otros más grandes que habían ido, que habían venido a Buenos Aires, y era decir "Me muero de ganas de hacer eso". Pero lo teníamos en otra escala, con nuestros amigos.
-¿Crees que la película indaga sobre todo en cómo sería la vida actual de una sobreviviente?
-Sí. También me pasa algo con la peli: es la vida actual, pero está tan llena de pasado, que llega de diferentes maneras al presente. Es esa mezcla entre esos dos tiempos que me parece que es lo más lindo de la peli. Estamos en el presente, pero todo el tiempo el pasado se viene encima. Y está bueno eso: cómo está esta chica en este momento después de lo que le pasó. Y por qué justo en este momento empieza a revisar esas cosas. ¿Qué es lo que hace que ella piense en eso? También está pasando una nueva etapa de su vida. Siento que pasó de la adolescencia a la adultez y ahora está en una etapa más madura porque está pensando en ser madre. Hay una cosa ahí que está bueno pensar: por qué en este momento ella está revisando esto. O lo necesario que fue el paso del tiempo para que ella pueda volver a pensar en el tema, porque en un momento estaba demasiado fresco como para nombrarlo o recordarlo tan fuertemente.
-¿Creés que ese hecho tan tremendo marcó a aquellas nuevas generaciones de entonces?
-Creo que sí. Fue un golpe de realidad demasiado duro. Y no seríamos los que somos ahora si no hubiese pasado eso.
-Algo decías antes, pero la película se puede pensar también como una reflexión sobre el pasaje de la adolescencia a la adultez, ¿no?
-Sí, yo creo que sí. Es loco porque no es una clásica película sobre el pasaje de la adolescencia a la adultez, donde ves al adolescente pasar a ser adulto, sino que ves al adulto recordar el momento en que pasó a ser adulto. Es loco que también exista un relato colectivo al respecto. Más allá de lo que cada uno vivió, me parece fuerte que hay una generación que vivió ese paso de la adolescencia a la adultez aunada. Es muy loco eso. No sé si eso pasa tanto.
-A la vez, es una película que no sólo refiere a la tragedia, sino que también habla de la amistad...
-Sí, eso me encanta. De la amistad y de los lugares de pertenencia, el sentirse identificado con algo, los lugares que te pueden salvar de una realidad más cruel socialmente, económicamente, incluso en cada una de las personas. Siento que también habla un poco de cómo la amistad, la música y el arte pueden salvarnos un poco.
-¿Crees que es una película para las nuevas generaciones?
-No, no necesariamente. Está buenísimo que puedan verla las nuevas generaciones, pero sobre todo siento que es una película para la gente de mi edad, de los 30 y algo. O por lo menos, se puede sentir más identificada. El mundo rolinga desapareció. No exactamente después de esto, pero fue desapareciendo como tan fuertemente estaba en ese momento. Y yo creo que los pibes de hoy no tienen idea lo que es pertenecer a una tribu urbana como los rolingas. Siento que pueden tener menos identificación con el tema, pero para mi generación sí porque si no eras rolinga, eras punk, y así... No podías en ese momento no pertenecer a una tribu. Ahora, siento que está todo tan abierto, hay tantas opciones y mucha facilidad para acceder a todo, que no existe ya eso tan cerrado.