El trueque, uno de los significantes más emblemáticos del 2001, se reproduce a la vuelta de la esquina en varios rincones del país. Parece un mal presagio o una fotografía ya vieja. Se extiende por nuestra amplia geografía desde Santa Fe a Tierra del Fuego y de Córdoba al Gran Buenos Aires. Esa práctica hija de aquella crisis, empezó a recobrar su vigor el año pasado. Esta vez con Facebook como aliado y mujeres empobrecidas como motores del intercambio. Canjean un producto por otro, pero lo que más buscan son alimentos. Leche, fideos, harina, arroz, aceite, integrantes de la canasta básica que valen lo que un jean, un enterito de bebé o un paquete de pañales.
El trueque nace en un posteo de Facebook, sigue en la combinación de una cita y el encuentro que se pacta en una plaza, en un playón deportivo o frente a una estación ferroviaria. Cuando llega el momento de conocerse, basta identificarse con el nombre escrito en un papel o el voceo del producto como si las mujeres tuvieran su puesto bajo techo. La diferencia notable es que están en la calle, a la intemperie, porque como dice una joven con una criatura en brazos “yo no sé lo que es ir al supermercado hace muchísimo tiempo”. Lo cuenta frente al apeadero Estanislao Zeballos, en Florencio Varela. Esa escena se replica en el barrio de Villa Hipódromo, Santa Fe; en Río Grande, Tierra del Fuego; en la turística Villa Carlos Paz, Córdoba; en La Plata y en varias localidades del conurbano, con preminencia en el oeste y el sur bonaerenses.
Los intercambios de alimentos básicos por otros productos suelen fijarse con reglas muy claras. No puede trocarse nada que supere los 90 pesos. El dinero no está permitido. Pero sí existe una grilla de comestibles –los más requeridos– donde una botella de aceite puede equivaler a tres no perecederos como fideos, harina o arroz. Los valores toman como referencia cuánto vale la comida en los comercios de cada zona. Por lo general, barrios de La Matanza, San Miguel, Quilmes, Ituzaingó o Lanús. Las vecinas comentan entre ellas que ya no van “ni al chino”.
El deterioro del bolsillo asalariado, de aquel que perdió el trabajo, se traduce en situaciones como la que denunció en marzo pasado la secretaria de Promoción Social del Municipio de Río Grande. En la ciudad fueguina “hay niños que no tienen para comer, ni tienen zapatillas para ir a la escuela”, dijo Analía Cubino Paz. Acababa de asumir su cargo. Los habitantes que todavía permanecen en la ciudad y ven zozobrar su economía familiar por las importaciones indiscriminadas, se acoplaron a la movida del trueque. A diferencia de los grupos de Buenos Aires u otras provincias, buscan más la ropa o el calzado.
En Tierra del Fuego los precios de indumentaria están por las nubes. La creciente cantidad de grupos de Facebook es la respuesta a esa malaria. Pero quienes optaron por una decisión más drástica, se anotaron en uno que se llama: “Vendo todo y me voy a la mierda”. Tiene 110.252 miembros y miles de artículos en venta. No es de trueque, pero sus posteos transmiten una desesperación parecida. Lo creó un vecino riograndense a fines de 2015 y con el tiempo se amplió a otros fines comerciales.
Otro grupo de Facebook, 3.176 kilómetros al norte, en la capital de Santa Fe, se reúne todos los martes en el playón deportivo de Villa Hipódromo, en la intersección de Blas Parera y Gorostiaga. A fines de agosto reunía unas 500 mujeres. Hasta ahí llegó un día desde San Miguel, Alejandra Aguirre. Ella lanzó la idea de juntarse en “Cambio x Mercadería Todas Unidas” el 2 de agosto del 2016. Enseguida se replicó en varios distritos del Gran Buenos Aires donde en cada encuentro suelen juntarse entre quinientas y mil visitantes. Su influencia se extendió hasta Santa Fe y viajó para asesorar a sus compañeras. Hoy ya supera las 30 mil integrantes. “En nuestro grupo no hay plata en el medio, es como era el trueque antes. Las mamás pueden canjear ropa usada o nueva que no usen por alimentos”, dice Aguirre. No se aceptan hombres porque alguno se desubicó y fue bloqueado.
La Matanza es un bastión de estas mujeres que practican la economía de subsistencia. Laferrere, Isidro Casanova y González Catán tienen sus respectivos grupos. En esta última localidad, un repaso por su Facebook indica que hay 14.541 integrantes. La marea del trueque se expande también por William Morris (partido de Hurlingham), Villa Obrera (Lanús), el triángulo de Bernal (Quilmes) y Boulogne (San Isidro). Esos son los puntos de encuentro, pero las mujeres suelen ir desde lugares más distantes. No es sencillo hacer un relevamiento actualizado sobre la práctica del trueque, porque por lo general son grupos cerrados y su propia dinámica está influida por la pauperización creciente de los sectores populares.
En La Plata se instaló el intercambio sin dinero de por medio al lado del centro comunal San Carlos. Las mujeres de la zona no llegan a fin de mes y encontraron cierto alivio en el trueque. Comenzaron a juntarse en el patio de la casa de Natalín Rodríguez, una de las administradoras del grupo “Canje por mercadería La Plata límite 90 pesos”. Tuvieron que mudarse por la creciente convocatoria pero se siguen reuniendo los miércoles y sábados en dos sitios diferentes. Se las ve canjeando ropa en desuso por un sachet de leche, pan, azúcar o paquetes de salchichas. Las pioneras de La Plata viajaban hasta la estación Zeballos. El trayecto era incómodo, sobre todo para Yamila Yanelli. Llegó a poner en una valija 160 huevos para trocarlos por otra mercadería. Entonces decidieron no trasladarse más y copiar la experiencia de aquella localidad de Florencio Varela en su propia ciudad.
El tiempo también vale en estos grupos. Por eso, se sancionan la impuntualidad o la falta de palabra cuando alguien se compromete a llevar productos que después no tiene. Para aleccionar a las nuevas integrantes sobre estas pautas de conducta están las coordinadoras. Otra regla es que no se cambia ropa por ropa, como sucede frente a la estación de Laferrere, uno de los puntos de reunión más concurridos del conurbano. En el Facebook de este grupo se ofrecen miles de productos, pero la leche en polvo o los pañales son los más requeridos.
Mar del Plata, Esquel, Bahía Blanca, Formosa, Capilla del Monte o Carlos Paz en Córdoba, son ciudades del interior donde el trueque llegó para quedarse. Las convocatorias al intercambio de mercaderías se masificaron desde el año pasado, ganaron el espacio público y hasta generaron intentos de desalojo de la policía o los inspectores municipales. Un ejemplo es lo que ocurrió en la plaza Rocha, del principal centro turístico del país. En la villa serrana del Valle de Punilla los vecinos en situación de pobreza no corrieron ese riesgo. El trueque lo organiza el párroco de San Expedito en su pequeña capilla. Después del intercambio de ropa y alimentos, cada sábado del mes también sirve una merienda para los más chicos.