Producción: Tomás Lukin
Impacto en la producción
Por Javier Rodríguez *
Los últimos datos sobre comercio exterior pusieron en el centro de la escena el incremento explosivo del déficit comercial, que se ubica en términos reales como el mayor de este siglo. Este récord es consecuencia de un estancamiento de las exportaciones y un aumento de las importaciones. A pesar del proceso de apertura externa, el Gobierno de Mauricio Macri asegura que no hubo aumento de importaciones. Al referirse a los resultados de 2016, el Jefe de Gabinete Marcos Peña dijo que “no hay una apertura indiscriminada, de hecho, las importaciones fueron 7 por ciento menores que en 2015 y 25 por ciento más bajas que en el pico de mayor importación que fue el año 2011”. Tal argumentación se completa afirmando que si hubiera aumento de importaciones, no tendría incidencia en la producción local porque la proporción sobre el total producido es muy reducida.
Esos dichos esconden dos maniobras para tergiversar la situación. En primer lugar, se refiere al valor de las importaciones y no a la cantidad. Eso tiene un efecto perverso, porque si caen los precios –que es lo que sucedió– el valor total de las importaciones se reduce. Pero eso no significa que las importaciones tengan menos impacto sobre la producción local, sino exactamente al revés, porque los productos ingresan a un precio menor. En los primeros ocho meses de 2016 las importaciones se redujeron en valor un 7,6 por ciento en comparación con igual período de 2015, pero aumentaron en cantidad un 6,2 por ciento. Este año los datos se tornaron del mismo signo. Comparados los primeros ocho meses de 2017 y de 2015, las cantidades totales importadas aumentaron 17 por ciento y el valor de las importaciones creció un 7,9 por ciento. El aumento de las importaciones contrasta con la caída del producto interno, en una relación pocas veces vista.
El segundo hecho ocultado es incluso más relevante: el aumento de las importaciones se da esencialmente en los bienes finales, es decir los que compiten íntegramente con la producción local y ponen en tensión toda la cadena productiva. Comparando los primeros ocho meses, el 17 por ciento que aumentaron las importaciones totales se estira hasta el 36,5 por ciento para el caso de los bienes finales. La comparación con 2011 –un año récord en cuanto a valor de las importaciones y por eso mencionado por Peña– muestra que en 2017 las importaciones de bienes finales fueron 45,4 por ciento mayores en cantidades, que las de 2011.
Suele plantearse desde el Gobierno que las importaciones no impactan sobre la producción, ya que el volumen importado es insignificante en proporción al total producido. Eso tampoco es cierto. Entre los sectores que más tienen que afrontar el peso de las compras externas se encuentran las ramas textiles, de las elaboraciones de cuero, calzado, muebles, automotriz, etc. En este último caso, las importaciones crecieron un 91,0 por ciento entre el primer semestre de 2015 y el de 2017, mientras la producción local cayó un 18,8 por ciento. Eso hizo que las importaciones de vehículos superaran a la producción nacional, cuando dos años atrás eran apenas la mitad. Otro caso, por ejemplo, es el de la producción de heladeras que cayó un 22 por ciento. El aumento de las importaciones explica prácticamente un tercio de esa caída.
Los ejemplos alcanzan incluso a la producción de alimentos. En el caso del vino a granel las importaciones eran inexistentes en 2015. En el primer semestre de 2017 el volumen importado representó el 13,3 por ciento del mercado interno, que además se redujo en comparación con 2015. El impacto es claro. Otro ejemplo, las importaciones de carne porcina aumentaron 122 por ciento en 2016 y este año otro 79 por ciento. En la actualidad ya representan el 7 por ciento del consumo interno total.
El aumento de las importaciones de bienes finales es otro factor que se agrega a la caída del consumo interno, el alza de las tarifas de servicios, el aumento generalizado de los insumos y las mayores restricciones para acceder al crédito que hacen que el sector productivo se vea en una situación crítica. La política del actual gobierno viene desconociendo tanto el aumento de las importaciones como sus efectos. Recientemente hizo anuncios para algunos sectores en términos de que atendería esa situación. No está claro si quedará solo en promesas. En el ínterin la falta de acción frente a las importaciones deteriora la situación de vastas ramas productivas, que requieren en cambio de políticas públicas activas para impulsar su producción y con ella el empleo.
* Profesor UBA, investigador del Ceset, director de la revista Desarrollo industrial y agropecuario.
Se acelera la apertura
Por Mariano Kestelboim *
La intensidad en el uso de los instrumentos de protección comercial por parte del Gobierno intenta compatibilizar tres de sus objetivos centrales: reducir la inflación, complacer el interés de los principales organismos multilaterales (FMI, BM y OMC) para evitar poner en riesgo la política de endeudamiento y preservar el empleo. Este último objetivo, contradictorio con los dos anteriores, ha representado un sostén de las políticas de administración de las importaciones heredadas.
El pobre avance en la lucha contra la inflación, sobre todo considerando lo que los funcionarios públicos esperaban, parece haber obligado a replantear la regulación comercial. Y, en los últimos meses, se aprecia un mayor crecimiento de la importación, facilitada por el atraso cambiario, un ocultamiento de información y cambios de reglas.
Primero es preciso reconocer la gradualidad que ha venido teniendo el proceso, sobre todo en comparación con la anterior experiencia aperturista. A pesar de la devaluación y de la caída de la demanda en 2016, la importación de bienes de consumo creció un 9,1 por ciento en ese año. En los primeros ocho meses de 2017, sin un reverdecer nítido de la demanda, avanzó un 15,5 por ciento. Esa suba fue más acelerada aún en los últimos dos meses con información disponible: 19,7 por ciento (julio) y 23,6 por ciento (agosto). Es importante también tener presente que la economía en los últimos cinco años del kirchnerismo no estuvo cerrada como ha impuesto el discurso dominante: el promedio anual de importación de bienes de consumo de esos años fue un 33 por ciento mayor que el del lustro anterior. Ahora bien, el peligroso ritmo actual de crecimiento está lejos de la apertura de principios de la Convertibilidad. Lo importado de bienes de consumo, en los dos primeros años de ese régimen, había sido ocho veces y media mayor que lo registrado en 1989 y 1990.
Por encima de todos los cambios que se han implementado, el más agresivo en favor del negocio importador y que atenta contra de la competitividad de la industria nacional fue el repentino corte de la difusión de las estadísticas de comercio exterior desde hace ya tres meses. El apagón fue sin preaviso y tampoco se ha informado cuándo se restablecerá el sistema. El argumento público que ha trascendido es la necesidad de realizar cambios en los sistemas de control. En el medio, se acelera el crecimiento de las importaciones. Planificar esquemas de especialización productiva y estrategias comerciales con mucha menos información sobre la oferta dificulta la labor de cualquier empresa. Confiar en las señales de precios para diseñar estrategias de mercado, en una economía que padece una crónica inestabilidad agudiza los problemas de las empresas, especialmente de las más pequeñas que suelen tener menos datos y sobre todo son más débiles para negociar con proveedores y clientes.
A la vez, impedir el acceso a un seguimiento frecuente y detallado de las importaciones, como sí puede hacer cualquier empresa en una economía de mercado moderna y como se hacía en Argentina libremente en las últimas décadas, limita en gran medida la velocidad para poder detectar prácticas comerciales desleales que ameriten una defensa a partir de la aplicación de medidas antidumping, derechos compensatorios o salvaguardias. El gobierno le ha comunicado a la UIA que brindará (sin especificar fecha) información sectorial, pero a nivel agregado. En materia de precios, por caso, sólo se podrá acceder a valores promedio, máximos y mínimos por unidad estadística (puede no coincidir con la comercial). Es información es insuficiente. Conocer la dispersión en la distribución de los precios es fundamental para determinar el impacto perjudicial que podría estar afrontando una industria. Para acceder a más datos, habrá que pedirlos especialmente al Ministerio de Producción, lo cual demorará las acciones de defensa de mercado.
También el gobierno frenó la aplicación de valores criterio, esenciales para combatir la subfacturación que lesiona el interés fiscal e implica una competencia desleal para la industria, trata a China como una economía de mercado en los procesos antidumping y estableció nuevas etapas de análisis para la iniciación de investigaciones antidumping. Todo enlentece la posibilidad de establecimiento de medidas.
Estas políticas perjudican a la industria y sus trabajadores y buscan que sean la variable de ajuste del intento de “desinflacionar” la economía.
* Economista, consultor y docente Undav.