En el cuento “La geometría del amor” de John Cheever, cuando Charlie Mallory no encuentra escapatoria a su crisis amorosa, decide recurrir a la matemática. Se sienta en su escritorio y concentrado en la geometría euclidiana, dibuja un triángulo como analogía entre él, su esposa Mathilda, y un posible tercero en discordia. Los principios del análisis geométrico responden a esa ecuación inconmensurable, a esa línea de tiempo llamada vida.
Pattie Boyd, fotógrafa, modelo e ícono de los años 60 en el vibrante Londres de la época, fue la musa que adornó las portadas de revistas como Vogue, Vanity Fair y Elle. Reconocida como una de las novias más glamorosas de los Beatles, sus ojos azules rivalizaban con el cabello rubio frutilla de la envidiada Jane Asher, novia de Paul McCartney. Sin embargo, acaso haya llegado a una conclusión similar a la del relato de Cheever: quizás era hora de liberarse de ser el vértice de un triángulo de relaciones entrelazadas. O, al menos, de desprenderse de sus memorias.
La musa, un término que no le resulta molesto pero que, según su biografía Wonderful Tonight, "era enormemente halagador aunque también imponía una presión tremenda sobre mí", fue la inspiración detrás de himnos musicales como 'Layla' y 'Wonderful Tonight'. Recientemente, esta figura vendió gran parte de sus cartas, recuerdos y memorabilia afectiva relacionada con sus dos célebres exmaridos, Eric Clapton y George Harrison, en una subasta online a través de la afamada casa Christie’s. La venta superó significativamente las expectativas, alcanzando un total de 3,6 millones de dólares."
Clapton - Boyd: una relación epistolar
Lo más notable de la colección privada de Boyd, entre la expresiva y colorida pintura original del álbum Layla and other assorted love songs, fotos personales con Harrison y dibujos de Clapton, son las singulares cartas de amor con el guitarrista exCream.
Los lotes 36 y 33 de la subasta fueron las cartas de puño y letra del guitarrista que en los 60s y 70 era saludado en los grafitis de las calles de Londres como “Díos”. Como Drácula, la novela de Bram Stoker, la relación entre Clapton y Pattie fue epistolar. “Querida L.“ comienzan las cartas, sin firma, de Clapton a su musa.
Aturdido, caprichoso, romántico, Clapton oculta su identidad en las primeras misivas que le envía, cuando aún estaba casada con su mejor amigo, George Harrison. En las cartas la llama “mi adorable mariposa” y la insta a “no usar el teléfono” sino a que le escriba. “Es más seguro”, afirma, entre lo metafísico y romántico. Pattie le respondía a su vez con citas de Las Flores del mal, de Charles Baudelaire.
La letra y estilografía de Clapton es música en sí misma: nítida, espaciada y delicada. Como cuando en la Drácula de Francis Ford Coppola los primeros planos se acercan a esa escritura en tinta sangre que firma como “D”, el guitarrista se reserva las mayúsculas para nombrarla a ella: “L” . Pronto todo el mundo sabría que la canción “Layla” era otra forma secreta de llamar a Pattie.
Como en los boleros, donde por lo general los amantes son furtivos, nocturnos y secretos, “eran las cartas más apasionadas que nadie había escrito jamás para mí y puso nuestra relación en una base diferente. Hizo de la seducción algo más emocionante y peligroso” como devela Pattie en su autobiografía.
Por lo general Clapton arrancaba páginas de libros, como alguien desesperado, donde escribía sus misivas urgentes. “Sacrificaría a mi familia, a mi dios y a mi propia existencia. Estoy al final de mi mente, no puedo volver atrás. ¿Por qué dudas?, ¿soy un mal amante?, ¿soy feo?, ¿soy demasiado débil o demasiado fuerte? Llévame, soy tuyo... “ le escribe en una hoja del clásico De ratones y hombres, de John Steinbeck. Una novela que trata, sobre todo, de la soledad.
Cartas de amor cantadas
Si en el caso de Clapton y de Pattie Boyd, las cartas llegaron antes que las canciones, en la mayoría de las veces ocurre al revés. Canciones de amor sobran, pero canciones sobre cartas de amor no abundan.
El poeta Jorge Boccanera escribió “Qué cazador”, con música de Alejandro del Prado y cantada por Silvio Rodríguez. El narrador, envuelto en el dolor por cartas que jamás llegan, opta por un delirio de cazadores imaginarios y carteros mudos que derriban las cartas de su amada. Es sobre la locura de la mentira, antes que la locura de un amor no correspondido.
“Love letter” de Nick Cave, para el escritor Jonathan Lethem es verbal y shakesperiana. “Pero —aclara el autor La fortaleza de la soledad— no en un sentido pomposo sino porque Cave le habla a las cartas de amor, como emisarias: ‘Carta de amor / Ve y dile a ella’. También es digno de Shakespeare el truco verbal de usar ‘letter’ (l-e-t) y ‘tell her’ (t-e-l)“.
Y aunque PJ Harvey no especifica si se trata de una carta, su acústica, arrebatadora y apasionada “Send his love to me”, parece cantada a puño y letra. Al elegir esa frase en vez de la más coloquial “Send me his love”, erotiza su ruego, enfatiza su deseo, rogando que ese amor la toque. La caricia de la palabra escrita.
Pero pocos han logrado conjugar en una canción, triángulos amorosos y cartas de amor. Leonard Cohen, luminoso y zen lo logró en "Famous blue raincoat". Una letra sobre “su hermano, su amigo y su asesino”: el amante de su mujer.
La geometría del amor
Cuando Pattie Boyd se separó de George Harrison en 1974, comenzó al fin su relación con Clapton. Estuvieron casados entre 1978 y 1989. El ex-beatle estuvo presente en el casamiento.
Y hace unos días, aunque parezca increíble, Pattie Boyd, se mostró anonadada ante el éxito de la subasta. "Estoy completamente impresionada por el entusiasmo que demostraron por estos tesoros especiales que siempre he amado. Eric escribió las cartas más divinas y hermosas, y no quiero seguir leyéndolas. Me duele. Es hora de que otros las disfruten", le dijo a Reuters la mujer que cumplirá 80 años el 17 de marzo.
Eric escribió las cartas más divinas y hermosas, y no quiero seguir leyéndolas. Me duele. Es hora de que otros las disfruten
Canciones como “I Need You", "If I Needed Someone" de Los Beatles o “Layla” y “Bell bottom blues” de Clapton, no hubieran sido posibles sin uno de los lados del triángulo. Pattie Boyd y sus cartas completan esta figura: la geometría del amor.