Cuatro versos de nuestro Fausto abren la nueva novela de Betina Keizman, El diablo Arguedas, que ya desde el título promete revisitar un pacto que la literatura hizo célebre: el que traza una persona con el demonio.
La historia se inicia con dos fragmentos cortos que dan paso a un encuentro en una peluquería. Allí Irene, la protagonista, se enfrenta a la presencia inesperada de un hombre que tiene forma de diablo. Sin embargo, pronto descubre que se trata de José María Arguedas, el famoso escritor peruano. La aparición en su texto de la vida y obra de Arguedas, especialmente de la novela El zorro de arriba y el zorro de abajo, revitaliza un debate que desde hace al menos un par de décadas perdió la intensidad que tuvo hacia los años 60 y 70 en la cultura latinoamericana: la consolidación de una literatura regionalista, basada en la representación de problemas latinoamericanos y uso literario de modismos, refranes y la construcción de mundos referenciales autóctonos.
Hoy, Arguedas quizá no sea un autor muy leído fuera del claustro académico. Fue un escritor, poeta, profesor y antropólogo peruano nacido el 18 de enero de 1911 en Andahuaylas y fallecido el 2 de diciembre de 1969 en Lima. Es considerado uno de los grandes representantes de la literatura peruana y su obra ha dejado una profunda huella en la cultura latinoamericana. Su producción literaria incluye novelas, cuentos, poesía y ensayos, y se caracteriza por su profundo conocimiento y representación de la cultura andina. Su novela, retrabajada en el texto de Keizman, pone en escena el drama del intelectual latinoamericano enfrentado a la profesionalización a raíz del boom.
En términos estructurales, El diablo Arguedas aporta una serie de notas con un estilo fracturado donde se cuelan pensamientos de la narradora y que podría funcionar como un diario o un registro de otro nivel que acompaña a lo propiamente narrado. Su escritura se caracteriza por incorporar palabras y frases de diferentes lenguas (español, inglés, alemán, árabe, aymara, bengalí, chino mandarín), lo que puede leerse como un modo de inserción al pie de la semántica de un pensamiento multicultural o de un sondeo sobre diferentes lenguajes y culturas. Estos aspectos, en rigor, incorporan procedimientos de El zorro de arriba y el zorro de abajo.
La trama de la novela de Keizman se desarrolla en una metrópoli distópica de América latina. La operación de la autora busca alejarse de los parámetros rígidos del género distópico más convencional y prefiere tallar un mundo con elementos del presente y del futuro, donde la identificación latinoamericana se mezcla con la extrañeza. En el orden de las representaciones, la protagonista une su universo al del escritor peruano por intermedio de un maestro de séptimo grado quien, sobrino nieto de Arguedas, se siente honroso de su ascendencia y transmite ese orgullo a sus estudiantes. La pedagogía consiste en que cada viernes, les lee fragmentos de la novela de “los zorros” de Arguedas y se detiene en relatos que detalla aspectos de la vida del admirado escritor, destacando sus momentos más difíciles y trágicos, en especial la infancia. Entre sus varias enseñanzas, el maestro transmite que antes que nada fue una persona sufriente que tuvo que enfrentarse a desagravios y desprecios por su origen y su identidad indígena. A pesar de sus logros como antropólogo e investigador, su trabajo nunca obtuvo el reconocimiento esperado. En su obra, Arguedas muestra los tormentos que lo agobiaban mientras escribía la novela, incluyendo sus reflexiones sobre la literatura regionalista y la crisis depresiva que lo llevó al suicidio.
Ahora bien, frente a este adoctrinamiento, Irene busca comprender por sí misma la verdadera naturaleza de la identidad y la herencia. Haciendo uso de la duda como vía de acceso al conocimiento, cuestiona la idea consensuada de que uno lleva la sangre de sus antepasados y encuentra el fundamento en una aserción: los antepasados desconocen siempre las mezclas posibles, es decir no pueden prever las nuevas sangres que vendrán. Contra las visiones tradicionales de la herencia sanguínea, su postura da cuenta de que se trata menos de una cuestión biológica que de construcciones sociales y culturales que sirven como aparatos de reproducción ideológica.
En medio de las enseñanzas del maestro y las reflexiones de Irene, la novela aborda temas como la música, el folklore peruano y la importancia de la cultura indígena en la identidad nacional. A lo largo de la historia narrada, se destaca la lucha de Arguedas por preservar la cultura quechua y su resistencia a ser aculturado. Sin dudas, El zorro de arriba y el zorro de abajo es pura exploración de la superposición de culturas, lenguas y gente de la sierra y la costa peruana, especialmente en Chimbote, la ciudad puerto.
A pesar del tono humorístico, Keizman plantea fuertes contrastes entre diferentes clases sociales y enfatiza temas como el desprecio por el migrante y la lucha de clases. La autora usa la figura del escritor como eje para dar cuenta de la intervención de la identidad peruana en la construcción literaria y cultural del país. Arguedas aparece en la ficción como un zombi, a quien Irene aloja abajo, en el subsuelo de su edificio. En otros momentos la autora recurre a elementos fantásticos o surrealistas para introducir una versión enana y femenina de Arguedas, que realiza unos pasos de malambo antes de desaparecer.
Mientras tanto, a medida que transcurren los días, Irene se cuestiona la razón detrás de su decisión de acoger a Arguedas y reflexiona sobre su propia vida y decisiones. Mientras lo cuida, el mismo espectro de Arguedas intenta recordar su vida pasada y cómo fue que llegó a estar en esta situación actual. En este punto es que la protagonista se transforma en dadora de una vida posible a este ser desmaterializado, a través de un relato que mezcla historia con imaginación sobre quién fue realmente antes de devenir en "zombi diablo". En todo el proceso de escucha, el personaje vulnerado de Arguedas muestra momentos de lucidez y esfuerzo no por armarse de una razón para permanecer vivo aun en su nueva condición sino por complacer a su interlocutora, lo que añade complejidad y una cuota de empatía a ese vínculo mal habido.
En el transcurso de la novela, Irene se debate ante la posibilidad de comprar una peluquería más grande y sobre su convivencia conflictiva con el "zombi diablo". Al mismo tiempo, Irene, una mujer meticulosa y dedicada a su trabajo, descubre inconsistencias en los registros contables que sugieren un robo. Mientras investiga, reflexiona sobre la naturaleza humana y la desconfianza que se genera en su entorno laboral.
El lenguaje y el estilo de El diablo Arguedas se caracterizan por su impacto descriptivo, simbólico y a veces surrealista. La narrativa está cargada de metáforas, referencias literarias y culturales y alusiones a la mitología y la cultura popular, lo que le concede un tono místico y enigmático a la historia. También se producen juegos con las palabras y sus significados, lo que despierta un ambiente en que realidad y fantasía se entrelazan de manera sutil.
El diablo Arguedas es una novela que destaca por su originalidad, su estilo evocador y su habilidad para desafiar las convenciones literarias tradicionales. Con una trama intrigante y personajes bien desarrollados, Keizman nos ofrece una obra que no solo entretiene, sino que también invita a la reflexión sobre la naturaleza de la realidad y la identidad. No es fácil impactar con el final cuando se trata de un libro ya complejo desde el inicio. Pero esta novela se encarga de elaborar un final que no defrauda, porque cierra la historia con nuevos desafíos. Y hasta con demonios muy personales.